López Obrador
ha recorrido las distintas entidades del país y se ha hecho acompañar de los
gobernadores en esos lugares. La gran mayoría de esos gobernadores provienen de
los partidos antaño dominantes (PRI y PAN) y que ahora se encuentran en la
oposición. Y una plebe agraviada les ha pasado la factura: los gobernadores han
sido abucheados en el momento en que les
ha tocado hacer uso de la palabra en las plazas que se ha llenado para recibir
al presidente.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con
Nuestra América
Desde Puebla,
México
Vivimos en
México momentos trascendentes. Un nuevo gobierno ha empezado y en 100 días
pareciera que ha gobernado un año. El presidente López Obrador ha logrado
consolidarse como una figura altamente mediática pero también como un recurso
pedagógico de masas. Millones de personas siguen sus conferencias matutinas de
prensa dentro y fuera del país a través de las redes sociales. En ellas vemos a
un presidente en un diálogo horizontal y circular con los periodistas que
cotidianamente acuden al Palacio Nacional a acopiar material para sus notas
informativas cotidianas. Y en medio de todo este alborozo, también hemos tenido
la oportunidad de ver a los de abajo, a
los oprimidos de siempre, empoderados y sintiendo que como nunca antes, tienen
una ventana de oportunidades para expresar de manera abierta sus agravios
largamente acumulados.
Andrés Manuel
López Obrador es un presidente que no se ve a sí mismo detrás de un escritorio
sumido en una oficina. Le gusta que su piel se tueste en el sol a veces
calcinante de los mitines en las plazas. Por ello ha recorrido las distintas
entidades del país y se ha hecho acompañar de los gobernadores en esos lugares.
La gran mayoría de esos gobernadores provienen de los partidos antaño
dominantes (PRI y PAN) y que ahora se encuentran en la oposición. Y una plebe
agraviada les ha pasado la factura: los gobernadores han sido abucheados en el
momento en que les ha tocado hacer uso
de la palabra en las plazas que se ha llenado para recibir al presidente. En
total 14 gobernadores han sido abucheados en distintas entidades tales como Baja California, Guerrero,
Campeche, Estado de México, Tabasco, Chihuahua, Hidalgo, Oaxaca, Coahuila,
Zacatecas y otros estados más. Varios de
estos gobernadores han expresado que no asistirán más a esos mitines para no
exponerse al escarnio público y ante la
imposibilidad de evitar los abucheos, López Obrador ha dicho que se
entrevistará con los susodichos gobernadores a puertas cerradas.
No está contento
Andrés Manuel con estas manifestaciones.
Las considera irrespetuosas, infantiles y síntomas de deformaciones en algunos
de los dirigentes. Y de manera enfática ha dicho que prefiere a los opositores
antes que a los abyectos. Cabe decir que todo esto se observa en un momento en
el que el presidente hace esfuerzos para tender puentes con todos los
gobernadores (oficialistas y opositores) para impulsar temas de agenda nacional
como la Guardia Nacional. EL PRI se ha apresurado en clave de guerra sucia, a
divulgar un documento apócrifo atribuido a Morena en donde se giran
instrucciones para abuchear a los gobernadores. El abucheo es una catarsis que
hace sentir bien a los que lo practican. Algunos de los abucheadores acaso
salgan del lugar sintiendo que han realizado una práctica revolucionariamente
productiva. Otros más, la mayoría, simplemente han desahogado agravios
ultrajantes recibidos por malos gobernantes. No puedo sino ser sincero: no soy
afecto a estas muestras de descontento por más que las comprenda. A menos de
que se traten de sátrapas, las investiduras deben respetarse.
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