Plantear la
reelección presidencial en México es un despropósito que ignora la historia de
ese país. La bandera que inició la Revolución Mexicana y que costó un millón de vidas (10% de la
población) fue precisamente “Sufragio Efectivo, No reelección”. Andrés Manuel
López Obrador es ferviente convencido de este principio y actuaría en contra de
su propia esencia si en 2024 buscara reelegirse.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con
Nuestra América
Desde Puebla,
México
Una falencia
que presentaron los gobiernos progresistas
observados en América latina en los primeros tres lustros del siglo
XXI, fue que la acumulación de fuerzas
que lograron se sustentó en una personalidad carismática. Sucedió en Venezuela
con Hugo Chávez, en Ecuador con Rafael Correa, en Brasil con Lula da Silva y en
Bolivia con Evo Morales. La dependencia
de este liderazgo personalizado ocasionó
la búsqueda de la reelección, lo cual llevó a los cuatro personajes
mencionados a ser presidentes de sus respectivos países por más de un período. Sucedió también
con Argentina en donde Néstor Kirchner
se convirtió en un líder carismático y ese liderazgo se lo heredó a
Cristina Fernández. Hoy el progresismo argentino no tiene figura más viable para enfrentar a
la derecha que la propia Cristina. Aun en Uruguay, país en el cual observamos
el liderazgo carismático más atenuado, el hecho cierto es que para lograr un
tercer período, el Frente Amplio tuvo que volver a recurrir a Tabaré Vázquez
con sus 75 años. En las próximas elecciones presidenciales en Uruguay, presumo
que la izquierda uruguaya tendrá que
buscar otra figura porque Pepe Mujica
también ya es un hombre entrado en años.
En México,
Morena ha padecido del mismo mal. Para
ganar en Morena tuvimos que hacer muchas cosas, pero todas ellas se vieron enormemente
facilitadas por el liderazgo carismático de Andrés Manuel López Obrador. A más
de cien días de su ejercicio, el flamante gobierno se beneficia de la enorme
popularidad de Andrés Manuel que no ha cesado de crecer desde el día en que fue elegido. En el
momento de escribir estas líneas, la popularidad del Presidente roza el 80%. Lo
bueno o lo malo de esto, depende de cómo
se vea, es que ese liderazgo histórico ya tiene fecha de caducidad: octubre de
2024. En ese momento Andrés Manuel se ira a “La Chingada”, su quinta de Palenque. El tema viene a cuento
porque la derecha mexicana ha hecho un
escándalo con la iniciativa de ley que el Presidente ha enviado al poder legislativo
para que en 2021 se someta a consulta si continúa o permanece en el cargo. La
derecha hace una lectura retorcida de la iniciativa presentada por López
Obrador: lo que éste quiere es en realidad aplanar el camino para reelegirse en
2024. El martes 19 de marzo en su
habitual conferencia de prensa matutina,
Andrés Manuel cumplió al firmar el compromiso de que no buscará la reelección.
Plantear la
reelección presidencial en México es un despropósito que ignora la historia de
ese país. La bandera que inició la Revolución Mexicana y que costó un millón de vidas (10% de la
población) fue precisamente “Sufragio Efectivo, No reelección”. Andrés Manuel
López Obrador es ferviente convencido de este principio y actuaría en contra de
su propia esencia si en 2024 buscara reelegirse. No pocos de los partidarios de
AMLO estarían por su reelección. Para mí es positivo que esto no suceda. La
Cuarta Transformación dependerá por ello
de instituciones y no de una personalidad.
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