Menos de dos meses duró
el gobierno de Jair Bolsonaro: el posicionamiento de Brasil ante la crisis
venezolana y su alianza incondicional con EEUU e Israel, presionaron para que
los ministros militares asumieron el poder que monitoreaban desde el golpe de
2016 contra la presidenta Dilma Rousseff.
Seis militares, Augusto
Heleno, Hamilton Mourão (vicepresidente), Carlos Alberto dos Santos Cruz,
Eduardo Villas Bôas , Fernando Azvedo e Silva y Floriano Peixoto Neto, que
sustituyó al destituido ministro Gustavo Bebiano como Jefe de la Secretaría
General de la Presidencia, forman la virtual “junta militar”...
Villas Bôas fue el gran
estratega y articulador, que sometió al Supremo Tribunal Federal para impedir
la liberación de Lula y vedar su camino a las elecciones, y con eso asegurar el
surgimiento del nuevo régimen. Lo califican como un Augusto Pinochet
posmoderno, del tiempo de los golpes sin movilización de tropas, sin bombardeos
ni sangre en las calles. Es el líder, pero adolece de una fatal esclerosis
lateral amiotrófica, que lo mantiene en silla de ruedas y con un respirador.
El jefe del Gabinete Institucional de la
Presidencia, general Augusto Heleno, quien tuvo un papel decisivo en la campaña
electoral, Alberto dos Santos Cruz,
junto a Peixoto Neto, forman el "núcleo haitiano" de la junta;
los tres comandaron las fuerzas de la ONU en Haití entre 2002 y 2010.
La “junta militar”
asumió sin fanfarrias, pero con amplio apoyo de las elites empresariales, que
los ven como la última oportunidad de implementar un programa ultraneoliberal.
Los editoriales de O Globo y de O Estado de Sao Paulo fueron categóricos:
“Sería ingenuo creer que Bolsonaro de un momento a otro pasará a comportarse
como presidente y asumirá las responsabilidades de gobierno”, decretó O Estado.
“El capitán Jair
Bolsonaro podrá seguir viviendo en el Palacio Alvorada y hasta jugar
videojuegos en su oficina del Planalto. Siempre que obedezca a sus superiores,
los generales”, señala Mauro Lopes, editor del portal 247 y de Jornalistas pela
Democracia. Un jarrón chino de adorno constitucional.
Mourao esbozó en Bogotá la tesis militar
Para el analista César
Fonseca quedó clara la posición de los militares brasileños- que representa
Mourao- en la compatibilidad con la presión imperialista de la Casa Blanca,
cuyo interés mayor es apropiarse del petróleo venezolano.
“Brasil se mostró
impotente para adoptar una política independiente, para posicionarse como líder
sudamericano; tiró por la ventana esa oportunidad, temió por una eventual
presión de Washington en momentos en que la economía brasileña está
completamente vulnerable ante el excesivo endeudamiento interno, que
inviabiliza un desarrollo sustentable. Hablar mal de los estadounidenses,
ahora, es impensable”, añadió.
Mourao reveló ambigüedad: Brasil no quiere
intervención pero también rechaza el proceso revolucionario y constituyente
chavista que empodera a la población venezolana. La retórica revolucionaria
bolivariana llena de terror a las elites conservadoras no solo brasileñas, sino
latinoamericanas, aliadas al capitalismo trasnacional, en condición de socios
menores.
Dijo que Venezuela no
podrá salir solita de la “opresión del régimen chavista” si no se proponen
soluciones más enérgicas al problema. Para Mourão, el momento es de solidaridad
interamericana “desvestida de ideología y sectarismo” para evitar conflictos
que agraven la crisis, y pidió sanciones de organismos internacionales como la
ONU, la OEA y tribunales.
El tono de las
declaraciones pronunciadas por el general, citando el principio de no
intervención en asuntos internos de otros países, está lejos de las realizadas
por el Bolsonaro hace un mes y medio cuando sugirió participar en un plan
“bélico” contra Caracas el cual contemplaba
autorizar la instalación de bases estadounidenses en territorio
amazónico.
Mientras, Celso Amorim,
quien fuera canciller de los gobiernos de Itamar Franco y Lula y ministro de
Defesa de Dilma Rousseff, afirmó que América Latina corre, por primera vez en
la historia, el riesgo de una acción militar estadounidense y que también por
primera vez Brasil perdió la oportunidad de evitarlo por haber tomado parte en
el conflicto. Se descalificó como mediador y le atribuyó esa misión a México,
Uruguay y la ONU, añadió.
Los especialistas en
estrategia militar coinciden al señalar los vacíos geopolíticos que presenta la
Amazonia brasileña y la desventaja en materia de equipamiento que tienen sus
fuerzas armadas frente a las venezolanas, dotadas de modernos cazabombarderos
Sukoi y baterías antiaéreas, de fabricación rusa, señala el analista Darío
Pignotti. Dos militares ministros dijeron al sitio de noticias UOL que Brasil
se vería perjudicado si la crisis venezolana escala a una fase militar.
El profesor y
periodista Gilberto Maringoni señala que el sentido común del sector militar
puso freno de mano a los delirios napoleónicos de Bolsonaro –quien jamás supo
nada de estrategia militar-, David Alcolumbre, Dias Tófolli y (el canciller
nacido en Colombia) Ernesto Araújo, quienes defendieron (en un panel de Folha
de Sao Paulo) casi una nueva invasión a Normandía. “Una acción más decidida
debía ser hecha por tierra, en medo de la selva, y el riesgo de fiasco militar
era enorme”, añade.
Subimperialismo postergado
Las aspiraciones
geopolíticas de Brasil desde su restricción regional, estuvo siempre centrada
en convertirse en satélite privilegiado de EEUU para hegemonizar Sudamérica,
hasta sus devaneos globales contemporáneos, pese a los retos internos como la
pobreza extrema, 12,6 millones de desempleados, el hambre, la desnutrición.
Los militares se
mostraron siempre “reacios” al plan de Bolsonaro de albergar bases militares de
Estados Unidos (en Alcántara, la frontera noreste, la Triple Frontera con
Argentina y Paraguay o la Amazonia) por no estar afinada a la política nacional
de Defensa y podría complicar las delicadas discusiones bilaterales para el uso
del Centro de Lanzamiento de Alcántara para el posicionamiento de satélites:
los brasileños quieren vender servicios en régimen de cooperación y no ceder el
control de la base.
Las tesis del
expansionismo brasileño y su política exterior (, netamente colonialista,
tomaron especial vuelo durante la dictadura militar-empresarial de 1964-1985,
donde el general Golbery do Couto e Silva –autor en 1966 de Geopolítica do
Brasil- se convirtió en el teórico de la dictadura con sus teorías sobre el
papel hegemónico que estaría reservado a Brasil en América del Sur.
Golbery hablaba de
fronteras ideológicas, de la Fuerza Interamericana de Paz, del gendarme
mantenedor del orden continental, del satélite privilegiado, del destino
manifiesto de Brasil al sur del Caribe, de su vocación rioplatense, de que las
fronteras brasileñas deben estar en los Andes, de las aperturas hacia el
Pacífico, del puerto libre en el Caribe, del control del Atlántico Sur con la
instalación en la Antártida, la de heredar las excolonias lusas de África,
Hoy, aquellas viejas
tesis y teorías subimperialistas –basadas en la tesis de hechos consumados-
parecían reflotar con el gobierno de Bolsonaro, quien cree que la Unión
Soviética aún existe y por ello hay que combatir al comunismo. Resurgía la idea
básica de la integración latinoamericana bajo la tutela norteamericana:
“Solamente la conquista del hemisferio
por EEUU y la implacable destrucción de las economías nacionales ahora
existentes podría realizar la integración necesaria", señalaba.
Golbery asumía que
"las naciones pequeñas se ven de la noche a la mañana reducidas a la
condición de estados pigmeos y ya se prevé su melancólico fin, bajo los planes
de inevitables integraciones regionales; la ecuación de poder en el mundo se
reduce a un pequeño número de factores, y en ella se perciben pocas
constelaciones feudales - estados barones- rodeadas de estados satélites y
vasallos (...). No hay otra alternativa sino aceptarlos (los planes de
integración del imperio) y aceptarlos conscientemente..."
En resumen, EEUU
debería reconocer el destino manifiesto de Brasil en América del Sur,
eligiéndolo “satélite privilegiado”. Pero el vicepresidente estadounidense Mike
Pence dejó en claro que Colombia, un
narcoestado, era el socio estratégico de EEUU en su patio trasero.
**Periodista y
comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la
Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Con
colaboración de Juraima Almeida, analista brasileña de CLAE.
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