Deseamos
narrar un día común y corriente en la vida de una familia venezolana, como un
ejercicio pedagógico y real, para mostrar que la mal llamada crisis en
Venezuela, no solo es política, económica, y social, también es existencial,
pues afecta la supuesta normalidad que vive la gente en mí país, con abundantes
riquezas en este caso.
José A. Amesty R. / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas,
Venezuela
La
narración, se hará en algunas ocasiones, en lenguaje personal, igualmente, la
haremos en varias entregas, por lo denso y extenso de la misma. Asimismo, el
relato nos llevará a preguntarnos, por qué el pueblo venezolano resiste ante
tales calamidades.
La
familia del relato corresponde a una historia real, la cual está compuesta por
los padres, cinco hijas e hijos, viviendo en cuatro casas independientes, pero
en un mismo terreno, en el barrio Robinson Ferreira Traves, en un sector de
clase popular.
Nos
levantamos temprano, y amanecimos algunos y algunas cansados, ante la mala
noche sin luz eléctrica y agua. Nos acostamos sin ducharnos ante la carencia de
agua y para ahorrarla para bañarse en la mañana e ir al trabajo. Fue una noche
terrible sin ventilador, para la mayoría y sin aire acondicionado para unos
cuantos, más en una ciudad muy caliente,
como lo es Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela.
Los
que vamos al trabajo, nos aseamos con poca agua, previamente conseguida con
algunos vecinos que tienen tanques y depósitos de agua. Los que se quedan en
casa, tratarán de conseguir durante el día, para bañarse, lo que sea. El primer
golpe es que no tenemos crema dental para cepillarse y jabón de baño; lo
suplimos con sal y jabón para lavar ropa. Disculpen, lo grotesco, pero el papel
higiénico es muy costoso, lo sustituimos con otro tipo de papel, tela, o
agua.
Ante
la hiperinflación inducida, estos productos más los de aseo para el hogar, es
decir, TODOS los productos, son demasiado costosos, y cuando se consiguen, hay
que hacer largas colas, filas, para poder adquirirlos.
Les
comparto algunos costos en bolívares y dólares: jabón de baño: Bs.S. 3.500 / $ 1.16; Pasta o
crema dental: Bs.S. 6.500 / $ 2.16; Papel higiénico: Bs.S. 12.000 / $ 4.00; Shampoo:
Bs.S. 14.000 / $ 4.6; Aceite para cocinar: Bs.S. 16.500 / $ 5.3; Arroz: Bs.S.
5.900 / $ 1.96; Carne: Bs.S. 8.900 / $ 2.96.
El
precio del dólar hoy en Venezuela es de Bs.S. 3.000 bolívares soberanos.
El
salario mínimo o básico mensual es de 18.000 bolívares soberanos, equivalente a
$5.6 tasa oficial. En algunos casos el costo de algún producto básico, supera
el total del salario mínimo.
Esto
suceda ya que los empresarios burgueses, tienen el control del mercado de
divisas y manipulan los precios, tanto de los dólares, bolívares, como de los
costos de los productos de primera necesidad.
No
obstante, ante la pregunta, porque el salario mínimo es tan bajo, lo
abordaremos en la próxima entrega de estos relatos.
Finalmente,
el precio de la Canasta Básica Familiar de enero 2019 es de Bs.S. 1.396, 507,
23, compuesta por 25 productos.
En
muchos casos, hay dinero, pero no se logra comprar porque se agota ante tanta
gente. En estas filas y colas, muchas veces hay personas que se desmayan, por
el calor, el stress, o porque no pudo desayunar bien o no desayunó nada.
Cuando
logramos asearnos algo, vamos a desayunar, ahh, pero antes, nos vestimos con la
ropa sin planchar por la falta de luz. Normalmente, la colocamos en ganchos
durante la noche anterior, para que se estire al calor de la noche. Igualmente,
tenemos que ahorrar las veces de puestas de camisas, pantalones, vestidos,
blusas y otras prendas, todo por la falta de agua y jabón para lavar ropa.
Hay
cooperativas comunales que elaboran algunos de estos productos, a bajo costo o
costo normal, pero no tienen mucha producción ante tanta demanda, entre ellos
se encuentran los desodorantes. Los dispositivos para afeitarse igual son
costosos. Mucha gente se deja la barba y bigotes y tardan para cortarse el
cabello. En esto de los productos de aseo personal, cosméticos y productos
femeninos, como las toallas sanitarias, las mujeres son las que más
sufren.
Normalmente,
en Venezuela el desayuno en las ciudades calientes, no es muy pesado, se come
arepa, que es una especie de tortilla, pero más gruesa, con queso y café con
leche, o pan, o alguna fruta. Cuando no hay nada de esto, recurrimos a la caja
de alimentos, que tramitan los Comités Locales de Abastecimiento y Producción
CLAP ante el Estado a bajo costo. Aunque la caja trae harina para hacer arepas,
pero se compra siempre un pequeño trozo de queso, o se usa margarina o
mantequilla que trae la caja. A veces, no hay café o no hay leche, aunque la
caja trae leche. Pero, cuando se agota la caja de alimentos, nos vemos en
problemas para desayunar o comemos cualquier cosa.
En
muchas ciudades de nuestro país, en las casas se siembran arboles de mango, y
en época de producción de mangos, se recurre a éstos para comerlos, hacer jugo,
dulces y otros. En algunos casos, sin azúcar.
La
gente del pueblo, cuando no tiene harina para las arepas, compra masa de maíz
natural cocida y elaboran las arepas, pero esto ha provocado que las personas
hayan rebajado mucho de peso ante esta suplencia. También venden el jugo o agua
que queda del cocimiento del maíz, se le agrega azúcar o sal y se bebe como
jugo. Eso es creatividad popular.
Luego,
de comer algo, los que trabajamos nos dirigimos a nuestros centros laborales,
donde el traslado y la estadía allí, serán relatos para un segundo artículo.
Los
que quedan en casa, se preparan para el almuerzo. Aquí dejamos constancia que
esta incertidumbre de comer algo cuando es habitual, hace que la gente entre en
una especie de ansiedad, producto de que antes de estas vicisitudes, la gente
solía comer en exceso y como se dice acá, “hasta quedar llenos, hartos”. Cuando
no hay seguridad de comer poco en el desayuno, almuerzo y cena, la gente cae en
ansiedad.
De
allí que las personas dicen, mayormente los opositores al gobierno, “nos
estamos muriendo de hambre”, pero no es cierto, es que han comido poco o no han
quedado hartos.
Es
decir, la guerra económica, como se llama, ha cambiado los hábitos alimenticios
y de toda índole del pueblo venezolano.
Estamos
partiendo del hecho que en esta familia, cuyos padres son personas de la
tercera edad, y tenemos una integrante que sufre de esquizofrenia depresiva,
tienen la caja de alimentos provista por el gobierno, pero cuando se agotan los
productos de la misma, se recurre al ahorro de dinero producto de la compra de
la caja. Normalmente, todas las personas de la tercera edad tienen pensión del
Estado, hayan trabajado-cotizado a no, esto permite cierto alivio para estas
personas, igualmente para las personas con algún tipo de discapacidad, como la
mujer de esta familia.
Además,
la obtención de los medicamentos para estas personas, o si necesitan alguno ante una enfermedad, pasa
por el mismo periplo de los alimentos, largas colas o filas para poder
comprarlos. El Estado venezolano también tiene un programa para ofrecer el
beneficio de las medicinas, pero pasa por el hecho que no se alcanza a la
totalidad de los pacientes, o por la corrupción de algunos servidores públicos,
como se les llama en Venezuela, funcionarios públicos que se corrompen y venden
los medicamentos por aparte o los sacan del país, normalmente a Colombia.
Esta
corruptela, lamentablemente afecta a los alimentos, enseres del hogar y
beneficios que provee el gobierno bolivariano. Este es otro mal interno, la
corrupción, con la que tiene que bregar el Estado.
Para
el almuerzo, reitero si tenemos la caja de alimentos, preparamos con algunos de
los productos de ella, puede ser frijoles con arroz, pasta larga o corta con
atún, o con salsa de tomate, si se desea comer carne, pollo, cerdo o pescado,
se compra, pero previo, hay que hacer las colas filas respectivas. Normalmente,
la merienda de la tarde es un café o un dulce casero.
Las
personas que no pueden adquirir la caja de alimentos, se la juegan con las
pensiones, los bonos en dinero en efectivo que provee el gobierno y lo
devengado por su trabajo, donde se le asigna, además, un ticket para
alimentación de Bs.S. 1.800 mensual.
Dejamos
para otra entrega las vicisitudes de la cena y cómo es la vida en el espacio
laboral.
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