Si
bien es cierto que los acontecimientos recientes entrañan un peligro para
Venezuela, para su integridad territorial y su soberanía, los pueblos del mundo
deben saber que la OTAN, Japón, Australia y Nueva Zelandia, teniendo como
furgón de cola a la derecha fascista y delictual agrupada en el Cartel de Lima,
pretenden volver a los tiempos de barbarie en el que la fuerza se impone al
entendimiento y la razón, y en esa medida, es la humanidad entera la que está
en riesgo.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con
Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
En
mayo de 2017, Donald Trump visitó Arabia Saudita para firmar un contrato por
venta de armas que alcanzó los 110 mil millones de dólares, el mayor en la
historia de Estados Unidos, En el plano civil, Riad además suscribió acuerdos
comerciales con dos decenas de empresas norteamericanas, como Boeing o
Citibank, para que estas por primera vez pudieran controlar el 100% del capital
de su inversión en el país árabe. La compañía General Electric anunció cerró
contratos por importe de 15.000 millones de dólares en el marco del programa
saudí de diversificación de su economía, predominantemente dependiente del
petróleo. Trump esperaba sumar unos 270.000 millones de dólares en contratos
comerciales en Arabia Saudí.
Posteriormente
fue a Bruselas y obligó a los miembros de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN), a destinar el 2 % de su PIB al gasto militar,
estableciendo el compromiso de llevarlo al 4% para 2024.
Más
recientemente el presidente estadounidense informó que había suspendido dos
ejercicios militares conjuntos con Corea del Sur, según dijo: "La causa
por la cual no quiero más ejercicios militares con Corea del Sur es el ahorro
de centenares de millones de dólares…”
Así
maneja Trump el gobierno de Estados Unidos: como un negocio que debe generar
ganancias, la realidad que encontró a la llegada a la más alta magistratura de
su país era desolador en este sentido y se propuso cambiarlo.
Con
esa misma mirada, es que Trump ve a Venezuela, un país cuyas reservas minerales
tienen un valor comercial total de más de dos trillones de dólares. Además de tener las mayores reservas
comprobadas de petróleo en el planeta, posee 7 mil toneladas de oro en su
subsuelo con lo cual se ha transformado en el segundo país con más oro en el
mundo, solo superado por las 8.133 toneladas del mineral precioso que posee
Estados Unidos. Además del oro, se estima que en la zona hay 33,8 millones de
quilates de diamante, 3.644 millones de toneladas de hierro, y gigantescos
yacimientos probados de bauxita, cobre, coltán y otros minerales.
Este
podría considerarse el factor principal por el que Estados Unidos intenta
apoderarse de Venezuela, pero hay mucho más. Desde hace años unos para acá,
Venezuela comenzó a estar en el epicentro de una dinámica global mucho más
compleja en el internacional donde en el que se desarrolla un juego estratégico
de dimensiones globales.
En
esa medida, la pregunta clave para explicarse lo que está ocurriendo es si
Estados Unidos está desatando desde posiciones de fuerza o de debilidad, esta
feroz política de agresión a la que ha arrastrado a los sectores más
conservadores y extremistas de la derecha europea y latinoamericana
La
respuesta a esta interrogante no es algo menor. Si aceptáramos que lo hace desde
posiciones de fuerza, tendríamos que consentir que el mundo será avasallado y
que marchamos inexorablemente hacia la desaparición de la estructura del
sistema internacional, para que la anarquía y el caos imperen y ley del más
fuerte se imponga en sustitución del derecho internacional. Ya lo dijo el
canciller español Josep Borrel quien afirmó que en Venezuela se “estaba
innovando” en materia de derecho internacional. Se refería al hecho de
reconocer a un presidente electo por Estados Unidos, pero que para todos los
efectos prácticos y todas las razones de Estado debían entenderse con otro
electo que si fue elegido por el pueblo.
La
otra posibilidad es considerar que la ofensiva conservadora mundial que en
muchas ocasiones raya en el fascismo y la delincuencia y que se inserta en una
lógica en la que “todo vale” y que sirve para justificar la ausencia de
valores, principios y ética es la respuesta de Estados Unidos a su incapacidad
de sostener los pilares que han soportado al capitalismo por dos siglos y medio
y que, por lo tanto, ahora solo le queda recurrir a la fuerza para defender sus
intereses. Creo que estamos ante el segundo caso, lo cual hace que la situación
del globo sea muy peligrosa y frágil, toda vez que se ha configurado un
escenario de fiera herida dando zarpazos para sobrevivir
Trump
está haciendo retornar a Estados Unidos a su tradicional política
proteccionista que le permitió crecer hasta transformarse en primera potencia
mundial. Quisiera también volver al aislacionismo legado por Washington y
Jefferson, pero no puede. El supremo deseo de Trump al igual que el de sus
antecesores del siglo XIX sería no inmiscuirse en problemas globales para
dedicarse a su expansión (territorial en aquella época, económica, financiera y tecnológica ahora), pero no puede porque a
diferencia de su etapa fundacional y los primeros cien años de desarrollo
capitalista, hoy la economía de Estados Unidos se encuentra en su fase
imperialista por lo que ha construido
una indisoluble alianza entre el capital financiero y el capital productivo,
solo que la solidez de este último depende de la venta de armas y por tanto,
del conflicto y la guerra, lo cual conduce a que si estos no existen, se ven
obligados a generarlos. Es un problema
de subsistencia.
Al
finalizar la segunda guerra mundial, Estados Unidos emergió como la única
potencia cuyo aparato productivo estaba incólume tras la devastación bélica,
necesitaba de un sistema que le permitiera colocar los enormes excedentes de su
industria en todo el planeta. La nueva estructura política, económica y militar
del sistema internacional se creó a partir de esas pautas, asegurando para el
país norteamericano la hegemonía mundial, pero con el transcurrir de los años,
Alemania pudo recuperarse y junto a Francia cargaron con Europa; lo mismo hizo
Japón a pesar que Estados Unidos le lanzó sin necesidad dos bombas atómicas
cuando ya estaba derrotado. Más recientemente, Rusia se recobró del marasmo del
fin de la Unión Soviética y la subordinación vergonzosa de Gorbachov y Yeltsin
a Occidente; finalmente China resurgió en el siglo XXI para transformarse en la
segunda economía del planeta.
Ahora,
Estados Unidos debe disputar áreas de influencia y mercado y no se encuentra en
las mejores condiciones para ello. El
año pasado registró su mayor déficit comercial en diez años, estableciendo un
mentís a todas las promesas de Trump en sentido contrario, el déficit se vio
incrementado en más de un 12% respecto al año anterior, alcanzando los US$ 621
mil millones. El proteccionismo ha sido una respuesta al intento de solucionar
este problema estructural de una economía que se sostiene gracias a la guerra y
el conflicto, la expoliación energética y el mercado internacional de
narcóticos.
Paralelamente,
Estados Unidos debe torpedear el sistema político internacional, a fin de crear
un mundo de anarquía y caos en el que pueda imponer sus objetivos sin ningún
tipo de cortapisas, esa es la razón por la cual
reservó algunos artículos del estatuto de la Corte Penal Internacional
para que esta no pudiera tomar decisiones sobre la actuación de las fuerzas
armadas fuera de sus fronteras; trasladó su embajada en Israel de Tel Aviv a
Jerusalén y eliminó el consulado en Palestina, violando resoluciones del
Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de la ONU; abandonó el Acuerdo de
París sobre cambio climático; se retiró del
Consejo de Derechos Humanos de la ONU,
de la UNESCO y de las negociaciones para el Pacto Global sobre migraciones;
rompió el acuerdo con Irán sobre el uso de tecnología nuclear e hizo lo mismo
con el Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Corto que se había firmado con
Rusia.
Lo
de Venezuela es lo último, ahora también pretende resucitar el Capítulo III de
la ilegal e inmoral Ley Helms-Burton contra Cuba. En el caso de Venezuela, incluso
puso en segundo plano a la propia OEA donde no había podido conseguir sus
metas, para crear un coro de adláteres llamado Grupo de Lima en el que si
pudiera tener pleno apoyo para sus desmanes, no sin antes ordenar el
desmantelamiento del sistema de integración latinoamericano y caribeño,
desmantelando Unasur para crear una asociación de países de gobiernos de
derecha a la que le va a dar estatuto jurídico internacional a fin de ir
construyendo un sistema paralelo que le de soporte a la violación del derecho
internacional y la Carta de la ONU. No ha podido hacer lo mismo aún con CELAC
por el soporte que a esta organización le está dando China en los hechos. A todo esto, es a lo que el canciller español
quiere dar justificación y legalidad diciendo que “están innovando” en materia
de derecho internacional para ocultar que lo que realmente se pretende, es el
fin de la justicia y los principios del sistema que rige las relaciones
civilizadas en el planeta.
Si
bien es cierto que los acontecimientos recientes entrañan un peligro para
Venezuela, para su integridad territorial y su soberanía, los pueblos del mundo
deben saber que la OTAN, Japón, Australia y Nueva Zelandia, teniendo como
furgón de cola a la derecha fascista y delictual agrupada en el Cartel de Lima,
pretenden volver a los tiempos de barbarie en el que la fuerza se impone al
entendimiento y la razón, y en esa medida, es la humanidad entera la que está
en riesgo.
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