La
batalla sobre el puente Bolívar en la frontera entre Venezuela y Colombia,
cerca de Cúcuta el fin de semana pasado, fue una clara victoria para el
gobierno bolivariano sobre EEUU y sus aliados. En otros puntos fronterizos los
venezolanos también contuvieron la agresión norteamericana. El resultado, sin
embargo, no significa que la guerra ha terminado. Al contrario, todo indica que
apenas se inicia.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Desde
la Casa Blanca, el presidente Donald Trump, anunció que había logrado su
objetivo que era dar a conocer al mundo su decisión de acabar con el gobierno
bolivariano en Caracas. En efecto, el espectáculo del lado colombiano sobre el
puente Bolívar incluyó música, fuegos artificiales y actos circenses de toda
índole. En cambio, del lado venezolano una Guardia Nacional se mantuvo con
orden y disciplina evitando caer en las provocaciones de los especialistas
norteamericanos.
Las
agencias de noticias de Nueva York tergiversaron todos los hechos para divulgar
versiones que tenían como objetivo desprestigiar al gobierno venezolano.
Inventaron muertos, incendios de mercancías y la deserción de soldados
venezolanos hacia Colombia. La táctica de los asesores de Trump no es derrocar
en este momento al presidente Nicolás Maduro. El objetivo inmediato de
Washington es presentar a Maduro como un hombre que no merece el respeto de su
pueblo ni de los pueblos del mundo. Poco a poco pretende acabar con la imagen
de un hombre que ha impulsado políticas sociales en su país y que ha elevado la
participación de los sectores populares en la vida política de ese país. EEUU
también ha aplicado políticas de estrangulación económica que está afectando a
toda la población del país.
La
última carta de Trump que no descarta, como siempre informa por televisión, es
la ‘opción militar’. Los países latinoamericanos le han dicho a Trump que no lo
acompañarán en esa aventura. Las fuerzas armadas de EEUU tampoco tienen interés
en embarcarse en una guerra con Venezuela. Sería una conflagración larga y costosa
para EEUU. Sería mucho más onerosa en vidas humanas y destrucción para
Venezuela. En última instancia, la decisión por la ‘opción militar’ por parte
de Trump depende de su campaña política que ya se inició y culmina en noviembre
de 2020.
Todos
los presidentes norteamericanos, con pocas excepciones, han utilizado la guerra
en el extranjero como un elemento que les ayuda promover una imagen de fuerza y
determinación. Son los casos de Obama, hace poco, los dos Bush – hijo y padre –
Clinton y Reagan, entre los últimos cinco presidentes. El año pasado, Trump
lanzó unos misiles en Siria y los medios en EEUU lo celebraron como un gran
triunfo. Sin embargo, para que la guerra brinde beneficios
político-electorales, el ocupante de la Casa Blanca tiene que medir bien el
tiempo y el lugar para desplegar sus fuerzas. Hay que recordar que la invasión
ordenada por Bush padre contra Panamá en 1989 no le ayudó en su campaña que
finalmente perdió frente a su contrincante, Bill Clinton.
No
hay que olvidar, además, que Trump se enfrenta a un ‘establishment’ (compuesta
por una oligarquía financiera) que lo considera un usurpador e improvisado. La
guerra contra Venezuela la inició Bush hijo apenas llegó a la Presidencia en
2001. Orquestó el golpe fallido contra el Presidente Hugo Chávez en 2002 y
acosó al líder bolivariano durante 8 años (2001-2009). Obama siguió por otros 8
años más (2009-2017). Este incluso decretó a Venezuela como un “peligro para la
seguridad nacional” de EEUU. La declaración le da poderes al presidente de EEUU
para atacar económica y militarmente a Venezuela. Todos los presidentes – Bush,
Obama y Trump - contaban y siguen contando con una cómoda mayoría en el
Congreso de EEUU para actuar contra Caracas. El ‘establishment’ y los
partidarios de Trump coinciden, hasta ahora, en su apreciación de que América
latina es su ‘patio trasero’ y pueden hacer lo que consideran mejor para sus
intereses. Pero puede suceder un fenómeno similar a la muralla en la frontera
entre EEUU y México que se convirtió en un problema (‘issue’)
político-electoral que transformó el panorama interno que divide los intereses
del poder económico y de los dos grandes partidos políticos del país del norte.
El
interés de EEUU son los yacimientos petrolíferos de Venezuela. Trump lo ve como
un buen negocio. El establishment lo considera una carta en el enfrentamiento
geopolítico mundial. La batalla del puente Bolívar puede evolucionar hacia
nuevos escenarios. La guerra no ha terminado.
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