Recordar a Miguel
Enríquez es un acto de justicia, es una responsabilidad con la memoria que debe
acompañar la lucha de los pueblos, es reafirmar que tras una etapa viene otra
en la que se ratifica el compromiso en la búsqueda de un mundo mejor.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Miguel Enríquez, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile. |
No quiero caer en una
falsa originalidad que me lleve a emitir palabras fatuas, rememorar lugares
comunes y pronunciar las frases no comprometidas que caracterizan esos
discursos en que se conmemora la vida y obra de un luchador popular, para
después, en la vida cotidiana, hacer todo lo contrario de lo que se dice. No
vengo solo a decir “honor y gloria”. Por
ello, me voy a permitir usar el verbo encendido de un gran revolucionario
venezolano, Jorge Rodríguez padre, quien el 2 de octubre de 1975, en el primer
aniversario de la caída en combate de Miguel Enríquez, en un discurso
pronunciado no muy lejos de aquí, en el Aula Magna de la Universidad Central
de Venezuela, dijera que: “Rendir homenaje a Miguel Enríquez es para los
revolucionarios venezolanos y de cualquier parte del mundo un compromiso y un
deber irrenunciable”, agregando más adelante que ello era “… comprometerse a
trabajar seriamente por la formación de las herramientas de combate de los
pueblos oprimidos del mundo…”
Han pasado 39 años de
esa fecha memorable y 40 del último combate de Miguel Enríquez en la calle
Santa Fe de la comuna San Miguel en Santiago de Chile. La situación del mundo,
de América Latina, de Chile y Venezuela
es otra, pero el impacto de su ejemplo sigue estando presente, como lo
testimonia este acto y todos los que se han hecho durante estos días en Chile y
otros países.
Persiste sin embargo,
en algunos sectores, la idea de que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), del cual Miguel era Secretario General adoptó posiciones de ultra
izquierda que jugaron un papel determinante en la caída del gobierno de la
Unidad Popular (UP) que presidía Salvador Allende. Esas ideas estuvieron y
están presentes en Venezuela. Creo que vale la pena esbozar algunas reflexiones
al respecto como desagravio a Miguel Enríquez cuando se conmemoran 40 años de
su desaparición física.
La manida acusación que
se le daba al MIR de ser una organización de ultraizquierda obligaría a
establecer una definición respecto de ¿qué es “izquierda”? de manera que ubique
tal caracterización en su justa dimensión, sobre todo porque se ha hecho una
descontextualización interesada, cuando se pretende hacer un análisis de la
situación actual en Venezuela.
Para que haya
ultraizquierda tiene que haber izquierda. En el Chile de 1973 era indudable que
existían organizaciones que asumían la vida desde esa posición política. Sin
embargo, el diagnóstico más acertado de lo que iba a pasar y pasó fue el que
hizo el MIR conducido por Miguel Enríquez. Otra cosa es que este movimiento no
haya estado preparado para enfrentar exitosamente la situación creado, cuando
todos suponíamos que así sería. Habría que recordar que hasta el presidente
Allende creyó en esa posibilidad cuando
en medio de la defensa de La Moneda el 11 de septiembre, le indicó a su hija
Beatriz que le comunicara a Miguel Enríquez, el siguiente mensaje: ¡Ahora es tu
turno Miguel!. El propio Secretario General del MIR había expuesto su punto de
vista respecto de la situación y la posibilidad palpable de un golpe de Estado
en el discurso que hizo en el teatro Caupolicán de Santiago el 17 de julio de
ese año. No obstante, nada demerita la indudable contribución posterior del MIR
al fin de la dictadura. Miguel Enríquez sembró un ejemplo de consecuencia que
estuvo presente hasta el último día de gobierno militar.
Debo reconocer que
desde mi modesta posición de estudiante secundario fui un acérrimo adversario
del MIR y que fue en las trincheras de combate de la guerra de liberación de
Nicaragua en 1979 cuando patenticé la futilidad de esa animadversión construida
interesadamente por dirigentes de la izquierda tradicional chilena. Descubrí en
los militantes del MIR, compañeros de una extraordinario convicción y
acendrados valores de solidaridad y lucha.
Todo esto para decir
que aquellos que nos ubicábamos en la “izquierda” y que caracterizábamos al MIR
de ser una organización de ultraizquierda, no distábamos –a pesar de las
diferencias- de asumir posiciones equivocadas en cuanto a la definición del
enemigo principal, que permitiera el establecimiento de una correcta política
de alianzas para sumar fuerzas -en la diversidad – a fin de enfrentar desde mejores posiciones
al imperio y sus lacayos locales.
Vale decir, que en el
Chile de hoy, la mayoría de los dirigentes de esa época, los del MIR y los de
todos los partidos que integraban el gobierno de la Unidad Popular, son aliados
del partido demócrata cristiano (PDC), creador de las condiciones políticas
para la concreción del golpe de Estado con Pinochet a la cabeza,
transformándose así en el principal responsable civil del asesinato y
desaparición de miles de chilenos, incluyendo –paradójicamente- al de su propio
líder Eduardo Frei, líder político de la asonada militar. He ahí la
insignificancia del debate de aquellos años cuando se descubre hoy, que unos y
otros aspiraban a lo mismo. La desesperación por ser gobierno está hoy por
encima de cualquier convicción y de cualquier comportamiento ético que se
hubiera podido tener en los años gloriosos de la Unidad Popular, incluso
estableciendo acuerdos con los promotores del golpe de Estado, que son los mismos que en la actualidad
atacan a Venezuela en cuanto foro internacional participen, los mismos que
apoyaron el golpe de Estado de 2002 contra el Presidente Chávez. Por ello, el
valor del ejemplo de Miguel Enríquez quien al igual que Salvador Allende,
entregó la vida en un combate desigual, haciendo patente el compromiso
adquirido con el pueblo.
Vale decir, que el
gobierno actual, -caracterizado como de centro izquierda- mantiene las
prácticas neoliberales que cimentó la dictadura pinochetista, impide la
convocatoria a una asamblea constituyente originaria que derrumbe legalmente el
sistema constitucional creado por el dictador y se ha convertido en un feroz
represor de estudiantes, trabajadores y mapuches.
Visto de esta manera,
podríamos preguntarnos, quién fue, quién era y quién es de izquierda y quién de
ultra izquierda, quién una izquierda reformista sin vocación de poder. Quién
desperdició las potencialidades de participación y organización popular que
generó el gobierno de la UP. Ubicados en otra perspectiva, se podría acusar a
los partidos de la izquierda tradicional de ser los principales culpables del
golpe de Estado. Ni lo uno, ni lo otro,
eso sería hacer una caricatura simplista de la lucha política y social.
Asumir un análisis tan
superficial y ramplón, significa subestimar las increíbles potencialidades
desestabilizadores del imperio que utiliza todos los instrumentos políticos,
económicos y militares para retrotraer el curso de la historia. Las verdaderas
explicaciones del golpe de Estado deben buscarse en esto, y en la incapacidad
que tuvo el movimiento popular para construir una correlación de fuerzas que
hiciera avanzar el proceso de cambios sin equivocar cuál era el enemigo
principal. En el caso de Chile de 1973, ciertamente el MIR no podría ser
ubicado en esa dimensión.
Miguel Enríquez se
cansó de esbozar una propuesta de organización y de lucha para los trabajadores
y el pueblo chileno. Lo hizo en innumerables entrevistas, discursos y cartas
desde mucho antes del golpe de Estado, incluso
desde antes que el presidente Allende
llegara al gobierno. Por supuesto, fue atacado ferozmente desde la
derecha y sacralizado como profano por la izquierda tradicional.
Posterior al 11 de
septiembre, en fecha tan temprana como el 17 de febrero de 1974, se dio a
conocer la “Pauta del MIR para unir fuerzas dispuestas a impulsar la lucha
contra la dictadura”. Todavía bajo la dirección de Miguel Enríquez, el
documento exponía que “La tarea fundamental es generar un ancho bloque social
que desarrolle la lucha contra la dictadura gorila hasta derrocarla. Para ello
es necesario unir al conjunto del pueblo en la lucha contra ella y, a su vez,
es necesario estratégicamente alcanzar el máximo grado de unidad posible entre
todas las fuerzas políticas de la izquierda y progresistas dispuestas a
impulsar la lucha contra la dictadura gorila”. Proponía crear un Frente
Político de la Resistencia al que convocaba a participar a los partidos
políticos de la UP, a los sectores del PDC dispuestos a combatir la dictadura
gorila y al MIR.
A su vez, proponía
construir la unidad a partir de una plataforma inmediata con tres objetivos: la
unidad de todo el pueblo contra la dictadura gorila, la lucha por la
restauración de las libertades democráticas y la defensa del nivel de vida de
las masas. Esta plataforma amplía permitía la incorporación de todos los
sectores que estaban realmente en contra de la dictadura.
Hacer una traslación
mecánica de las condiciones de Chile de 1973 a la América Latina y la Venezuela
de hoy, no deja de ser una irresponsabilidad y una expresión suprema de
ignorancia interesada. Por supuesto que hay elementos comunes, el más
importante de los cuales es la intención manifiesta de Estados Unidos de
repetir en Venezuela lo que logró en Chile hace 41 años. En ambos casos,
lacayos locales se pliegan de manera servil a los intereses imperiales y asumen
posturas terroristas para cumplir sus objetivos. Así mismo, en ambos casos,
aplicar una correcta política de unidad hubiera conducido o conduce a la
acumulación de fuerzas necesarias para avanzar. Excluir de antemano a ciertos sectores,
que sostienen posiciones distintas o asumen un espíritu crítico dentro del
proceso (como hizo el MIR chileno) y caracterizarlos de ultraizquierdistas hace
daño y no permite construir de cara al
futuro.
Es válido, haber
adversado o adversar al MIR chileno y sus propuestas de lucha en las décadas de
los 60 y los 70 del siglo pasado, pero hay que tener altura de miras para
reconocer la innegable valía moral y ética de Miguel Enríquez. Solo su
consecuencia revolucionaria le hizo quedarse en Chile, para asumir un papel en
la dirección de las fuerzas de la resistencia contra la dictadura. No se puede
separar la actitud del MIR de la de su Secretario General.
Miguel Enríquez fue la
figura más visible de una pléyade de dirigentes que configuraron una etapa de
la lucha política muy compleja en la que hubo que transitar desde el reformismo
social cristiano soportado por la Alianza para el Progreso, a los días
luminosos del gobierno del presidente Allende, y de ahí, a la dictadura
criminal de Pinochet, también sostenida política, militar y económicamente por
Estados Unidos y el armazón político que le proporcionó la derecha fascista y
demócrata cristiana al hacer una férrea y desleal oposición a Salvador Allende.
Recordar a Miguel
Enríquez es un acto de justicia, es una responsabilidad con la memoria que debe
acompañar la lucha de los pueblos, es reafirmar que tras una etapa viene otra
en la que se ratifica el compromiso en la búsqueda de un mundo mejor, es tener
la seguridad de que su ausencia física no impide compartir con alegría la
grandeza de un hombre que solo vivió 30 años, pero que estará presente de
manera imperecedera en la lucha y la victoria de Chile y de América Latina.
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