La elección uruguaya se
tensiona entre una “consolidación con profundización” del rumbo posneoliberal
abierto hace una década, que ha provocado, entre otras cosas, una reducción de
la pobreza del 40 por ciento a menos del 10 por ciento, o el triunfo de un
bloque restauracionista que, renovado en lo discursivo, anhela sin embargo la
vuelta de los años neoliberales.
Los candidatos de la derecha argentina y uruguaya: Sergio Massa (izq.) y Luis Lacalle (der.) se reunieron esta semana con empresarios en Buenos Aires. |
Suscita menos atención
que Brasil, pero Uruguay se encuentra igualmente en pleno proceso eleccionario,
y allí también la región –y los países del Cono Sur en particular– se juega
cosas importantes. A pesar de ser ocho los candidatos que pelearán por la
presidencia el 26 de octubre próximo, la tensión se concentra entre el
oficialista Frente Amplio (FA) –buscando su tercer mandato consecutivo– y el
Partido Nacional (PN). Al analizar las candidaturas, surgen elementos
interesantes que muestran un sistema político transformado fuertemente en la
última década pero, en ciertos aspectos, con poca propensión a los cambios.
Encabezando todas las
encuestas, aparece el candidato frenteamplista Tabaré Vázquez, quien venció en
las internas a Constanza Moreira, representante de una tendencia más claramente
de izquierda. Pese a las expectativas de renovación que había generado
inicialmente Moreira, lo cierto es que el médico logró imponerse finalmente con
un contundente respaldo de sus correligionarios: la seguridad de lo conocido,
aun a pesar de las indefiniciones y la excesiva mesura de Vázquez, terminó
primando.
Por su parte, el
Partido Nacional –los “blancos”, en la jerga local– candidatean a Luis Lacalle
Pou, hijo del homónimo expresidente que gobernó del ’90 al ’95, en base a un
programa abiertamente neoliberal.
Lacalle Pou hijo se
vende como “lo nuevo”, apelando a las virtudes de la “gestión eficiente”,
pragmática y desideologizada. Es un claro exponente de la nueva derecha
regional: discursos notoriamente antipolíticos, donde las tensiones aparecen
diluidas y se insiste con un vacuo llamado al diálogo y al consenso. “No
hablemos más de giros ideológicos. La nueva ideología es la gestión”, declaró
hace poco.
La otra fuerza
tradicional, el Partido Colorado (PC), se encolumnó detrás de Pedro Bordaberry,
hijo de Juan María Bordaberry, quien presidió el golpe de Estado de 1973. En un
relegado tercer lugar, las encuestas confirman la decadencia del PC desde el
ciclo iniciado en 2004. Por otra parte, además de evidenciar la fuerza de los
apellidos –que a su vez denota una práctica política reservada a ciertas
castas– la postulación del hijo del ex dictador habla de la fuerte tolerancia
de los uruguayos respecto de personajes vinculados directamente con sus años de
plomo.
En relación con las
propuestas, Vázquez prometió profundizar el rumbo iniciado por su gobierno en
2004 –y ratificado luego con el triunfo de José Mujica en 2009–, esto es:
fuerte atención estatal a los sectores más postergados, crecimiento económico
con inclusión por la vía del empleo, aumento de los presupuestos de salud y
educación; en suma: promete continuar por la vía del desarme de las tramas
neoliberales, reparando sus graves consecuencias. Por su parte, y con pocas
diferencias internas, tanto el candidato blanco como el colorado centraron sus
campañas en el problema de la inseguridad, principalmente en torno de una
iniciativa que busca bajar la edad de imputabilidad de aquellos que cometen
delitos y que será sometida a votación, junto con las elecciones
presidenciales.
La cuestión regional
también se coló en la campaña. A diferencia de sus más próximos contrincantes,
Vázquez defendió la adhesión de Uruguay al Mercosur, aunque planteó también la
necesidad de rectificar el rumbo del bloque. Por el contrario, Lacalle Pou y
Bordaberry han manifestado públicamente su intención de buscar nuevos rumbos
internacionales, ya sea en la Alianza del Pacífico o en vínculos bilaterales
con los países centrales, aduciendo –no sin cierta justeza– los obstáculos que
ha significado la lógica del Mercosur para la economía uruguaya.
Así las cosas, en un
escenario que presenta de fondo similitudes con el resto de las contiendas regionales,
la elección uruguaya se tensiona entre una “consolidación con profundización”
del rumbo posneoliberal abierto hace una década, que ha provocado, entre otras
cosas, una reducción de la pobreza del 40 por ciento a menos del 10 por ciento,
o el triunfo de un bloque restauracionista que, renovado en lo discursivo,
anhela sin embargo la vuelta de los años neoliberales.
* Periodista de Nodal/ Investigador del C. C. de la Cooperación.
* Periodista de Nodal/ Investigador del C. C. de la Cooperación.
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