Las elecciones de este domingo en Brasil se resumen a un referendo sobre si
el país ha ingresado en un buen camino a partir del gobierno Lula, en 2003, o
si está en un camino equivocado y debe cambiar de rumbo de forma radical e
inmediata.
Emir Sader / ALAI
Marina Silva y Dilma Rousseff disputan la presidencia de Brasil. |
La primera alternativa encuentra tan solamente en Dilma Rousseff su
expresión, para quien hay que mejorar y profundizar las trasformaciones
realizadas por los gobiernos de Lula y el suyo. Para todos los otros
–candidatos de derecha o de extrema izquierda-, habría que dar vuelcos
drásticos en la política brasileña.
Después de idas y vueltas es como si el campo electoral retornara a su
inicio, con el favoritismo de Dilma y – esta es la única novedad – la disputa
entre los dos principales candidatos de la derecha: Aecio Neves y Marina Silva,
por el segundo puesto. Cambió la forma del enfrentamiento, cuando Marina se
proyectó, en un momento, como la principal candidata de la oposición, defendiendo
una plataforma claramente neoliberal, idéntica, en lo esencial, a la de Aecio
Neves. Se mantuvo, por lo tanto, el choque entre un proyecto neoliberal y uno
posneoliberal.
Después de ser también afectada por el impresionante lanzamiento de la campaña
de Marina, por alrededor de un mes, desde el sospechoso accidente aéreo del 13
de agosto, Dilma recuperó sus niveles de apoyo anteriores y hasta los ha
superado, liderando en todas las cinco regiones del país. Marina, después de
pasar de un nivel muy bajo de rechazo – cuando heredó el grueso de los votos
anti-Pt de Aecio - a más del doble en ese renglón, paró de aumentar su apoyo y
empezó un no menos impresionante declive, que la hace disputar todavía el
segundo lugar con Aecio.
Porque la campaña se encaminaba hacia una victoria de Dilma en la primera
vuelta, cuando se dio el accidente aéreo, inmediatamente la derecha volcó sus
votos de Aecio hacia Marina, que parecía avanzar de forma indetenible. Marina
inmediatamente correspondió a ese movimiento y difundió principios netamente
neoliberales que orientarían su campaña, así como el equipo que la coordinaba,
con la misma fisionomía de esos principios. Reveló que su “educadora” – en sus
palabras – es simplemente la heredera del Banco Itau, uno de los dos más
grandes bancos privados de Brasil, que fue quien anunció el planteamiento de un
Banco Central independiente de parte de Marina.
La candidatura de Aecio bajó a índices insignificantes, con su caudal de
votos transferido hacia Marina, con la derecha apostando fuertemente a ella. La
campaña de Dilma, recobrada del golpe, retomó iniciativa, buscando
desenmascarar el sentido de la candidatura de Marina, más allá de sus planteos
de una “nueva política” más allá de la izquierda y la derecha, de que iría gobernar
“con los mejores” de cada partido, etc., etc.
Los llamados de Marina no tardaron en encontrar eco en los lobbies
mediáticos internacionales, así como en el mismo Estados Unidos, que
inmediatamente erigieron a Marina como su candidata, aparentemente imbatible.
La contraofensiva de Dilma no tardó en tener sus efectos. Se empezó a
demostrar el carácter neoliberal de la candidatura de Marina, que vendía una
imagen que no correspondía a la realidad, que hacia alianza con los peores
tipos de la vieja política, que sus planteamientos significarían alinear el
gobierno a los bancos privados y Brasil a
Estados Unidos en el plano externo. Que Marina no solo es incoherente,
sino contradictoria e incapaz de construir una dirección política para el país.
No tardó mucho para que Marina parara de crecer y empezara a caer, mientras
Dilma volvía a aumentar sus apoyos. En un cierto momento Marina había
alcanzado, según encuestas, a tener 10 puntos de ventaja sobre Dilma en la
segunda vuelta. A partir de ahí su crecimiento se frenó, sus niveles de rechazo
fueron aumentando, su candidatura perdió la iniciativa y tuvo que dedicarse a
contestar las acusaciones, quedando en la defensiva.
El escenario en que se llega al final de la primera vuelta es el de una
amplia ventaja de Dilma en la primera vuelta – alrededor de un 15% de las
preferencias -, con una ventaja de por lo menos 4 o 5 puntos, llegando a 9 o
10, en dependencia de las encuestas, en la segunda vuelta. Con la tendencia de
Dilma creciendo – ya está liderando en todas las cinco regiones del país,
incluso entre los jóvenes, reforzando su liderazgo de siempre entre los más
pobres y en las regiones nordeste y norte del país.
Con la caída acentuada de Marina, vuelve Aecio a disputarle el segundo
lugar. No queda claro ni si Dilma puede triunfar en primera vuelta, ni contra
quien pelearía en segunda vuelta, en caso de que ésta sea necesaria. Lo que es
cierto es que, a pesar de la suma de por lo menos una parte de los votos de
Marina y Aecio en segunda vuelta, Dilma es favorita para ganar.
En ese caso, triunfaría el modelo de desarrollo económico con distribución
de renta implementado por Lula y continuado por Dilma, así como la política
internacional actual de Brasil, completando por lo menos 16 años de gobiernos
del PT, el ciclo más largo de gobierno dirigida por una misma fuerza política,
en democracia. El fantasma que maneja la derecha, además de una cuarta derrota
consecutiva, es el del retorno de Lula en el 2018, incluso para más de un
mandato, completando casi un cuarto de siglo de gobiernos del PT.
- Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, es coordinador del
Laboratório de Políticas Públicas de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro
(Uerj).
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