Esta experiencia, la
cual siempre imaginé más nunca viví,
sucedió este fin de semana en un asilo de personas ancianas en una
ciudad del Estado de Illinois, EE.UU. Déjenme decirles que una cosa es imaginar
lo obvio del sistema de especulación y business desmesurado, y otra ser
testigos presenciales de la inicua insensibilidad de la institución de la salud
artificial, me refiero a la mafia internacionalizada de la industria del
fármaco.
José Toledo Alcalde [1]
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Illinois, Estados
Unidos
Si alguien me pregunta
si consumo algún tipo de fármaco mi respuesta corta e inmediata sería sí. Puede
ser que sea un pequeño porcentaje de la población mundial que no lo haga y me
refiero a cualquier género de medicina. Sería negligencia de mi parte no
reconocer el aporte que la medicina farmacéutica ha proporcionado a la humanidad,
muchas personas han y seguirán encontrando alivio para un sinnúmero de
desbalances tanto en el aspecto físico como psico-emocional, pero esto solo
como paliativo sostenido a endemias que muy bien podrían ser erradicadas por la
vía de otros mecanismos sobre todo el de una alimentación sana.
Como sabemos que lo uno no necesariamente
quita o sustrae lo otro, aquí les va un ejemplo más de lo que hace de esta
monstruosa industria - que subsiste gracias a la perpetuación y proliferación
de patologías de todo género – una de las armas (institucionalmente
legalizadas) más inhumanas del planeta, aunque parezca contradictorio
señalarlo. Como sostiene el interesante artículo de Carlos Machado: “El mercado
farmacéutico mueve unos 200.000 millones de dólares al año. Un monto superior a
las ganancias que brindan la venta de armas. Por cada dólar invertido en la
fabricación de un medicamento se obtienen mil en el mercado. Este mercado,
además, es uno de los más monopolizados del planeta, ya que sólo 25 corporaciones
copan el 50 por ciento del total de ventas”. [2]
Los exámenes. La mañana del domingo pasado, en un cuasi helado
amanecer del otoño del Medio Oeste estadounidense, compartí una alegre visita a
un grupo de ancianos de un asilo. En
medio de risas y comentarios amenos se aproximaba la hora del almuerzo. Muchos
de los ancianos manifestaban un visible agotamiento y no necesariamente por ser
ancianos, me daba la impresión que algún valor agregado se sumaba a la
colectiva debilidad. En medio de la conversación uno de los ancianos dice:
“Vamos…llegó la hora de comer” y así fue llame al personal encargado y fue un
enfermero que atinó sacarle una muestra de sangre para evaluar el nivel de
glucosa antes de la ingesta de alimentos. Los valores reportaron 420 mg/dl.[3]
Considerando que los valores normales de glucosa en ayunas debieran ser entre
60 y 110 mg/dl, que si reportan valores entre los 110 y 125 mg/dl en ayunas, se
diagnosticará intolerancia a la glucosa, que un nivel de azúcar en sangre
superior a 126 mg/dl en ayunas será signo de diabetes, el anciano que reportó
420 mg/dl de azúcar en sangre, y que dicho sea de paso cuenta con una infección crónica, podría estar a las
puertas de un coma cetoacidótico o coma diabético producido comúnmente si se
encuentran valores superiores a 250 mg/dl o 500 mg/dl.
El especialista. La inmediata respuesta del
enfermero fue decirnos “le pondré su dosis de insulina y pueden llevarlo al
comedor” y en movimientos rituales, cual ceremonia religiosa en cualquier
templo del planeta, el enfermero denodado, leal y fiel cumplidor de las
observaciones clínicas, le aplicó la dosis salvífica de insulina que dispondrá
al “anciano dulce” a la ingesta de sus alimentos prolongando sus días en tan
exclusivo y costoso asilo.
El almuerzo. Al ingresar al comedor fue inevitable no observar
el lugar reservado a bebidas frías y calientes, casi obstruía la entrada a
dicho lugar. Había café y azucares de todo tipo, incluida las “libre de
azucares” (sugar free) con alta
concentración de Aspartame (Nutra Sweet) - invención de la controversial
corporación alimenticia Monsanto - [4]
que por su composición a base de fenilalanina (50%), ácido aspártico (40%) y
metanol (10%) es el responsable de una serie de desórdenes físico,
psico-emocionales puesto que el coctel químico afecta principalmente las
regulaciones nerviosas del sistema humano. El otro liquido ofrecido en aquella
mesa de bebidas era una jarra de “jugo de fruta” de color rosado intenso, era
“jugo de fresa 100% natural”, infaltable en la dieta de los octogenarios
residentes. Al aproximar – la encargada
- el almuerzo a la mesa vi con asombro que llevaba un postre de unos 250 mg,
era pastel de calabaza con altísima concentración de azúcar refinada.
Inmediatamente opté por retirar dicha merienda del alcance del anciano quien ni
se dio cuenta de lo sucedido. Al mencionarle a la enfermera – quien se acercó
para preguntar “como estaba todo…” – que había procedido a retirar el dulce por
los altos valores de glucosa encontrados me respondió con un “buena idea…” y
una clásica amable sonrisa. Al concluir el almuerzo me aproximé al enfermero
que minutos antes suministró la insulina para comentarle lo sucedido.
La respuesta. Al mencionarle al enfermero el hecho de encontrar
el pedazo de dulce industrial en la dieta del anciano pese a los 420 mg/dl que
él había evaluado me señalo: “la idea es hacerlo feliz…más aún a esa edad…para
que negarle lo que le gusta y lo hace feliz…” La persona que me acompañaba
respondió “él anciano se sentirá feliz cuando se encuentre bien de salud… y el
azúcar no le hace bien…” El enfermero, seguramente con una alta segregación de
bilis en su sistema emitió la respuesta del millón de $: “Para eso tenemos la
INSULINA….”, honestamente, dejándonos perplejos del punto de vista contrario a
toda equilibrada perspectiva sobre salud
integral o principio hipocrático quien entre varias aseveraciones señalan en
voz del así llamado padre de la medicina occidental : “Nunca, ni siquiera ante
un ruego, administraré algún veneno letal como tampoco daré consejo para eso”,
así como “Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento”.
Es sabido por nosotros que en el país de la libertad se puede consumir todo lo
que quieres y desees aun pese a que lo auto suministrado sea tu propio veneno y
más o menos eso es lo que la mayor cantidad de seres humanos hacemos en el
planeta, consumir aquello que no hace necesariamente bien a la salud y no por
capricho personal, sino por la alta concentración de veneno que los productos
contienen en sí como pesticidas, preservantes, etc., haciéndonos consumidores
pasivos e inconscientes de los así conocidos como organismos genéticamente modificado. [5]
Reacción. No sabemos si la dieta del anciano seguirá
conteniendo esa dosis de azúcar industrial que seguirá elevando peligrosamente
sus niveles de glucosa, cumplimos con advertir a los familiares de lo
observado, espero sus familiares no compartan los mismo “ideales altruistas” y
“conocimientos científicos” del enfermero. Lo que sabemos es que la felicidad
de la medicina - vista desde el beneficio de las corporaciones farmacéuticas –
es absolutamente contraria a los beneficios que el ser humano requiere. Cuando
paseamos por algunos nosocomios de los EE.UU y en especial aquellos servicios
que tratan asuntos como la diabetes nos parecía totalmente descabellado
encontrar máquinas expendedoras de bebidas gaseosas y jugos artificiales (todo
esto en los pasadizos de los pisos al alcance de los pacientes). [6]
Mayor tragedia aun cuando en mi internado de capellanía de la salud en un
hospital del Medio Oeste en el Estado de Indiana conversé con personas obesas
quienes tenían en sus mesas litros de Coca Cola o Pepsi. Ellos me decían que
solicitaban su dieta vía teléfono directamente a la cocina sin censura alguna
de dietista o personal responsable de su caso.
Reflexión. Ahora entendemos la lógica: “la idea es hacerte
feliz” (“para eso pagas tú dinero”) y si como consecuencia sufres enfermedades
“para eso están las medicinas”. Visto así,
podría sostener en relación a la impresionante maquinaria de
restaurantes, que la industria del fármaco podría ser aquella quien recomienda
las cantidades de azucares, sales y aceites que los alimentos deben contener,
no me llamaría la atención si esto fuera cierto. Desequilibrios del azúcar traen
como resultado diabetes y no solo eso, desequilibrios de grasas, desbalance en
colesterol y triglicéridos, consecuentemente acarrean presión alta y todo tipo
de problemas cardiovasculares, sosteniendo uno de los imperios comerciales más
impresionantes de la historia de la humanidad, la industria del fármaco.
Finalmente, sabemos que comer rico (sabroso) no siempre es comer sano, esto lo
podríamos hacer intencional y voluntariamente (de acuerdo a los “derechos” que
nos asisten), pero que institucionalizadamente se aniquile personas violando
sus fundamentales derechos a la salud es crimen y lamentamos no exista fuerza
internacionalmente suficiente como para detener este inhumano método de hacer
el bien patéticamente ocasionando - voluntaria e intencionalmente - la muerte.
[3] Mg/dl, abreviatura de
miligramos por decilitro. Se usa para describir la cantidad de glucosa (azúcar)
presente en una cantidad específica de sangre. En el medidor de glucosa, los
resultados de las mediciones se dan como la cantidad de glucosa en miligramos
por decilitro de sangre.
[4] Ver
Cynthia Cisneros Fajardo Transgénicos:
una muerte silenciosa http://alainet.org/active/47738
[5] Ver http://www.agrobiomexico.org.mx/index.php?option=com_k2&view=item&layout=item&id=93&Itemid=22
[6] “Una lata de 12 onzas
(0,34 kg) de Coca Cola clásica contiene 41 gramos de azúcar, según Harvard School of Public Health, o HSPH.
Una cucharadita es equivalente a 4,2 gramos de azúcar, según HSPH. Esto
significa que una lata de Coca contiene alrededor de 10 cucharaditas de azúcar
por lata. El HSPH etiqueta a la Coca como una bebida que deberías consumir sólo
esporádica e infrecuentemente debido a su alto contenido de azúcar” Fuente: http://www.ehowenespanol.com/cuantas-cucharaditas-azucar-hay-lata-coca-cola-sobre_119700/
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