Ahora ya no son solo
los artistas sino también algunos deportistas cubanos quienes con sólo declarar
su afiliación política agitan las aguas turbias del falsamente llamado exilio
cubano.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
Antonio Muñoz, el gigante del Escambray. |
“Exilio”, nombre
rimbombante que asumieron los batistianos hace más de cinco décadas, cuando
huyeron cobardemente de Cuba, hoy es el cascaron de un grupo minúsculo y
vetusto amamantado por los extremistas republicanos de la derecha
estadounidense, que se dedican a hacer buenos negocios con la política
anticubana. El residuo de ese “exilio” siempre trata de estar vivo en los
medios, aprovechando cuanta oportunidad tengan.
La semana pasada se
hizo presente en el Bucky Dent Park, en Hialeah, en el llamado Juego del
Reencuentro, el pelotero cubano Antonio Muñoz Hernández (65 años), también
conocido como El gigante del Escambray, una verdadera leyenda del béisbol en la
isla.
Se trataba de un juego amistoso con excompañeros de equipo y compatriotas
que radican en Estados Unidos. La presencia de Muñoz convocó a mucha gente
amante de la pelota. Y como suele suceder en situaciones como estas,
excompañeros y aficionados buscaron tomarse algunas fotos con él y escucharle.
Un periodista le preguntó: “Muñoz ¿emocionado de estar aquí en Miami, no?” Él
le respondió: “No. Yo no estoy emocionado de estar en Miami, yo estoy
emocionado de ver tantos cubanos juntos, apretándome, saludándome,
acariciándome y dándome la bienvenida”. Cuando Muñoz dijo que a su regreso a
Cuba contará del recibimiento que le han hecho todos los cubanos de esa
comunidad, se desató la emoción y algarabía entre sus admiradores.
Otro periodista le
preguntó: “¿No te parece una tentación los sueldos que están aquí cobrando los
peloteros cubanos?” El gigante le dijo: “Yo de lo que tengo en Cuba vivo. Eso
no me interesa. La tentación debe ser del que firma ese sueldo. Yo no firmo ese
sueldo, y como no lo firmo, pues, yo con lo que me da el gobierno cubano revolucionario
vivo”. La conversación con el gigante se llevaba a cabo en buenos términos y la
prensa se había comportado muy decente con él. Pero bastó que pronunciara la
palabra “revolucionario”, para que de pronto surgiera un enano de la chusma
batistiana, que creyéndose atrevido lanzó la pregunta: “¿Entonces tú eres
revolucionario?” Muñoz, sin titubeos, declaró: "Yo sí soy revolucionario,
porque nací en Cuba y jamás he criticado a nadie que venga para acá. Pero sí
soy revolucionario porque me eduqué con la revolución, vivo con la revolución y
muchas oportunidades que me ha dado". ¡Más claro, ni las aguas de
Varadero!
¿Qué esperaba el enano
que le respondiera El gigante del Escambray? ¿Estaba esperando que le dijera lo
que suelen repetir algunos artistas: ‘no estoy aquí para hablar de política’?
Muñoz no negó su convicción revolucionaria, enfrentó “el reto” de responder una
pregunta fuera de lugar, una pregunta –según el enano- “venenosa”. El canijo
sabía que Muñoz hace mucho tiempo se había declarado “ser de los de Fidel”,
pero aun así quería que el gigante se comportara como aquellos que dicen una
cosa en Miami y otra en Cuba. Se equivocó y se fue en caída libre.
En Miami ciudad de
Estados Unidos que se proclama libre y democrática, esa libertad permite que algunos
periodistas sean provocativos o se hagan los guapos detrás de un micrófono.
Pero ellos mismos chillan, cuando quienes son provocados se expresen
libremente. Para la gentuza, que alguien diga “soy revolucionario” es un
delito.
Pero lo que pasa en Miami
no sucede en Cuba. Varios deportistas cubanos que jugaron en las Grandes Ligas
y viven en Estados Unidos, cuando visitan la Isla nadie les cuestiona ni les
pregunta por sus posiciones política o ideológicas; se les pregunta por su
desempeño deportivo, atlético y por sus logros. Ni el gobierno, ni el pueblo,
ni la prensa incomodan a una persona que llega de visita; el socialismo le ha
enseñado a los cubanos a respetar a los seres humanos.
Luego del batazo del
gigante, la prensa batistiana de Miami trató de insinuar que Muñoz acostumbra a simular lo que dice, para quedar
bien con el Gobierno cubano. Otra vez en Miami quisieron ocultar el sol con un
dedo. La identidad revolucionaria de Antonio Muñoz es conocida por todos. Lo
que sucede es que no les gustó lo que él dijo. El canijo periodista quiso
hacerlo lucir mal, quiso arrinconarlo, quiso presentarlo como un hombre de
doble moral, pero el gigante nunca se arrodilló. Acostumbrado a las grandes
lides, lo del enano -que quiso asustar con la vaina vacía- fue para él
cualquier cosquilleo. Muñoz quedó bien consigo mismo y con su pueblo, del cual
es un ídolo deportivo.
Cuando El gigante del
Escambray respondió con firmeza “Yo sí soy revolucionario”, estaba pensando en
las palabras del Che: "Recuerden que el eslabón más alto que pude alcanzar
la especie humana es ser revolucionario".
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