Veo el rostro curtido de los hombres y
mujeres de Chalchihuapan. Las lágrimas surcan las mejillas de las esposas y las
madres. Los hombres estoicos oyen en silencio el rumor de que existen otras 37
órdenes de aprehensión. Es obvio que con más de 40 presos políticos en el
estado, todos luchadores contra los proyectos mineros, hidroeléctricos y
carreteros, el terror es el arma neoliberal de la acumulación.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Desde julio de este año, la policía mantiene prácticas sistemáticas de represión en Chalchihuapan, Puebla. |
El sábado 18 de octubre de 2014 he
viajado a la localidad de San Bernardino Chalchihuapan, junta auxiliar del
municipio de Ocoyucan en el estado de Puebla. Temprano en la mañana me ha
despertado Pedro Hernández, consejero estatal del Movimiento Regeneración
Nacional (Morena) para darme la noticia de que a las 4 de la mañana un operativo
policiaco ha irrumpido en el pueblo y ha arrestado a cinco de sus habitantes.
Por mi encargo de Secretario de Derechos Humanos y Sociales de Morena en
Puebla, he acompañado a Pedro al lugar para ser solidario con las víctimas de
la represión y sus familiares.
El motivo del arresto de los pobladores
de Chalchihuapan estriba en el enfrentamiento violento que la población tuvo
con las fuerzas policiacas el 9 de julio. La población protestaba porque el
gobierno les había quitado el registro civil, que es el alma de la junta
auxiliar, la cual a su vez es el alma de la comunidad. En ese enfrentamiento,
los pobladores tiraron piedras y la policía estrenó la “ley bala” del
gobernador poblano Rafael Moreno Valle. Con balas de goma hirió gravemente a
varios de los manifestantes y mató al niño José Luis Alberto Tehuatlie. El
hecho originó una crisis política que ha
puesto en entredicho las aspiraciones presidenciales de Moreno Valle. La
Comisión Nacional de Derechos Humanos ha recomendado el arresto de los policías
y de varios de los manifestantes. Es decir ha puesto en el mismo nivel a los
victimarios y a las víctimas.
En la sede de la junta auxiliar me he
reunido con las esposas, madres, hijos y hermanos de los arrestados. La policía
no ha podido capturar a los líderes y ha arremetido contra habitantes
marginalmente involucrados en los hechos del 9 de julio. Esposas y madres
lloran y me cuentan cómo en la madrugada medio centenar de policías
ministeriales guiados por un encapuchado que señalaba los domicilios de los
perseguidos, ha destrozado con marros, bardas, puertas y ventanas allanando
violentamente las casas. A rastras y en ropa interior se ha llevado en medio de
la noche a los capturados y ha golpeado algunos de los niños que llorando
buscaban evitar que se llevaran a sus padres. Escenas propias de las dictaduras
militares reproduce hoy la represión neoliberal. A la pobreza de las víctimas
se agrega ahora el que el proveedor está encarcelado y hay que pagar costos
judiciales. Con alivio los familiares reciben la noticia de que los detenidos
se encuentran ya en un penal. Después de la desaparición de los 43 muchachos normalistas de Ayotzinapa, el fantasma de la desaparición forzada ya
ronda a México.
Veo el rostro curtido de los hombres y
mujeres de Chalchihuapan. Las lágrimas surcan las mejillas de las esposas y las
madres. Los hombres estoicos oyen en silencio el rumor de que existen otras 37
órdenes de aprehensión. Es obvio que con más de 40 presos políticos en el
estado, todos luchadores contra los proyectos mineros, hidroeléctricos y
carreteros, el terror es el arma neoliberal de la acumulación.
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