En el ámbito global, la Alianza del Pacífico se inserta en los
esfuerzos de Estados Unidos por subordinar la mayor cantidad de países en la
lógica de lo que los analistas de temas estratégicos de ese país han llamado la
“contención de China”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Del 20 al 24 de mayo
próximo pasado se realizó en la ciudad de Cali Colombia la reunión cumbre de la
Alianza del Pacífico. Aunque este es el séptimo cónclave de ese nivel en los
dos años de existencia de tal coalición de naciones, la misma adquirió gran
notoriedad en términos mediáticos dada las circunstancias en que se realizó en
el marco de una ofensiva política superior de Estados Unidos en el continente
que busca, en el corto plazo, consolidar un grupo de países que logren quebrar
la voluntad integracionista de América Latina y el Caribe al margen de
hegemonías y subordinaciones a imperio alguno.
En el largo plazo, la creación de la Alianza del Pacífico se inserta en
el conflicto global que enfrenta a Estados Unidos y China por mantener en un
caso, y obtener en el otro, la supremacía mundial.
La Alianza del Pacífico
se concibe a sí misma como un bloque comercial encaminado a cobrar una
relevancia superlativa en el comercio y las exportaciones de la región. Está
formada por México, Colombia, Perú, Chile y Costa Rica que se incorporó en este último encuentro,
todos países gobernados por la derecha o la autodenominada centro derecha, pero
que tienen en común la orientación neoliberal de sus economías . El objetivo
vislumbrado por los países que acudieron a Lima al llamado del entonces
presidente de Perú, Alan García, casi en los estertores de su gobierno en abril de 2011, fueron los de "profundizar la
integración entre estas economías y definir acciones conjuntas para la
vinculación comercial con Asia Pacífico, sobre la base de los acuerdos
comerciales bilaterales existentes entre los Estados parte".
García, conocido por sus tradicionales volteretas que lo han colocado a
través de la historia en las antípodas de la política, asumiendo su habitual
comportamiento rastrero, quiso prestar un postrer servicio a la potencia del
norte, manifestando desafiante a Mercosur y a los procesos de integración
latinoamericanistas de los últimos años que “Esta no es una integración romántica,
una integración poética, es una integración realista ante el mundo y hacia el
mundo".
Lo que trasluce en el escenario regional es darle vida nuevamente al Área
de Libre Comercio para las Américas (ALCA) la cual fue marginada del escenario
político en el continente después de la IV Cumbre de las Américas, por la firme
posición asumida por los presidentes Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luíz Inacio
Lula da Silva, quienes denunciaron que tal coalición entrañaba una grave
amenaza para los pueblos de la región. Ante la desventura, Estados Unidos
retrocedió para recomenzar su posicionamiento a través de la firma de tratados
bilaterales y subregionales de libre comercio y la promoción de los mismos como
vía de facilitar las relaciones económicas con los países de la región a partir
de sus propios intereses. De hecho, para ser miembro de esta alianza es
requisito fundamental haber firmado tratados de libre comercio con cada uno de
los otros participantes en la misma. Es menester recordar que todos los países de
esta alianza tienen tratados de libre comercio con Estados Unidos.
En las siete
deliberaciones de más alto nivel que se han realizado hasta ahora, han
prevalecido los debates acerca del impulso al comercio e intercambio de bienes
y servicios. En el corazón de la propuesta está la profundización del modelo
neoliberal que tantas penurias ha causado a los pueblos de la región. Estas
prácticas han permitido abaratar la mano de obra para atraer a las empresas
transnacionales que campean sobre la base de mecanismos de flexibilización
laboral que ponen a los trabajadores en condiciones de minusvalía frente a sus
empleadores. Así mismo, la explotación
de los recursos naturales y, en particular la apertura a las
transnacionales energéticas y mineras que extraen sin control las riquezas de
la región, contribuyen a crear un cuadro que visualiza claramente que esta
alianza persigue incrementar el poder económico de las oligarquías locales y su
subordinación a la hegemonía del capital transnacional en detrimento de los beneficios
de la mayoría de los ciudadanos.
Para Estados Unidos, el interés es
claro. En 2005 el entonces Secretario de
Estado Colin Powell afirmó que "nuestro objetivo con el Área de Libre
Comercio para las Américas es garantizar a las empresas norteamericanas el
control de un territorio que va del Polo Ártico hasta la Antártida, libre
acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, para nuestros productos, servicios,
tecnología y capital en todo el hemisferio".
Más recientemente, hace un mes
y medio, John Kerry nombrado por el presidente Obama como sustituto de Hillary
Clinton en el mismo cargo, calificó a América Latina como el “patio trasero de Estados Unidos”. En
un discurso ofrecido ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de
Representantes, Kerry quiso subrayar la importancia que tiene entablar un
“mayor acercamiento con América Latina, por su condición de “´patio trasero’”
de su país. Su esfuerzo en ese sentido
lo esbozó a partir de la necesidad de “… hacer lo posible para tratar de
cambiar la actitud de un número de naciones, donde obviamente hemos tenido una
especie de ruptura en los últimos años”.
Por su parte, en una entrevista con el diario colombiano El Tiempo, durante su visita
a Bogotá a fines de mayo, el
vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden expresó la misma idea diciendo
que "Durante las próximas décadas
estaremos poniendo nuestro enfoque en las regiones donde vemos mayores
oportunidades, y en realidad no tenemos que buscar más allá del continente
americano. No existe otra región en el mundo que contribuya más a la
prosperidad de Estados Unidos".
En el ámbito global, la Alianza
del Pacífico se inserta en los esfuerzos de Estados Unidos por subordinar la
mayor cantidad de países en la lógica de lo que los analistas de temas estratégicos
de ese país han llamado la “contención de China”. Desde que en noviembre de 2011 se celebraran las dos cumbres anuales de la región Asia Pacífico y sus
reuniones y eventos paralelos; la Cumbre del Foro de Cooperación Asia Pacífico
(APEC), en Honolulu, Hawai, y la Cumbre de la ASEAN, en Bali, Indonesia, así
como una conferencia conjunta de Estados Unidos y Australia, en Canberra, se
puso en evidencia el comienzo de cambios trascedentes en la región en lo que el
presidente Obama ha llamado el inicio del “siglo asiático estadounidense”
Los eventos paralelos
realizados tuvieron lugar en Honolulu, la Reunión de Líderes de los nueve
países de la Asociación Transpacífico (TPP, Trans–Pacific Partnership), y en
Bali, la Tercera Reunión de Líderes de la Asean – Estados Unidos (Asean–USA),
con la novedad de que esta es la primera vez que un Presidente de Estados
Unidos participa en una reunión de la Asean–USA.
Las consecuencias de tales
reuniones han sido nuevos acuerdos para instalar y/o modernizar bases militares
en el Pacífico, ampliación de la fuerza
naval estadounidense, en particular de sus portaviones portadores de armas
nucleares y la injerencia en los diferendos bilaterales que China mantiene con
varios países por la soberanía sobre islas ubicadas en las adyacencias de su
territorio. A pesar que China está negociando tales divergencias por vía
diplomática, Estados Unidos atiza la discordia a fin de justificar su presencia
en la región.
La respuesta belicista del Secretario de Defensa de
Estados Unidos Leon Panetta a las intenciones chinas de negociar pacíficamente
estos conflictos fue contundente. Justificó el despliegue creciente de sus
fuerzas militares como una respuesta “a las potencias emergentes que modernizan
con rapidez sus fuerzas armadas e invierten en capacidades para negar a
nuestras fuerzas la libertad de
movimiento en regiones vitales como el área Asia-Pacífico”.
Es evidente que este esfuerzo necesita de una
contraparte desde el otro lado del océano y, al parecer la Alianza del Pacífico
es expresión de ese objetivo doble que se mencionó al inicio de este análisis.
Como siempre, Estados Unidos juega simultáneamente varios tableros: en este
caso el regional y el global con un solo instrumento.
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