Teniendo en cuenta la
ignorancia que caracteriza a los políticos colombianos, cabe preguntarse si
Santos y su belicoso Ministro de Guerra no estaban confundiendo a la OTAN con
Sudán, un sufrido país al que Colombia se parece cada día más, y al que ya
superamos, por ejemplo, en la cantidad de población interna desplazada.
Renán Vega Cantor* / Rebelion
Juan Carlos Pinzón, Ministro de Defensa, y Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia. |
Una famosísima fabula de
Esopo titulada “La zorra y las uvas” cuenta que cuando una zorra vio unos
hermosos racimos de uvas bien maduras, relamiéndose de ganas intento
alcanzarlas de diversas formas. Como no logró su objetivo, para auto consolarse
la zorra se dijo a sí misma: qué me importa, al fin y al cabo “esas uvas no
están maduras”. Con esta fábula se resume la pretensión de ciertos personajes
que dicen no apetecer los que les resulta imposible de alcanzar y se aplica al
pie de la letra a lo que le acaba de suceder al régimen de Juan Manuel Santos
con su vana pretensión de que Colombia ingresara a la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), uno de los principales grupos de asesinos del
planeta.
El día sábado primero de
junio, Santos con toda la pompa del caso y creyéndose el cuento de que nuestro
país forma parte del “primer mundo” –porque ya se siente miembro de la OCDE-
dijo con un tono pretencioso que en "el mes de junio, la OTAN va a
suscribir un acuerdo con el gobierno colombiano, con el ministerio de Defensa,
para iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también
a ingresar a esa organización”. Agregó que “nuestro Ejército está en la mejor
posición para poder distinguirse también a nivel internacional. Ya lo estamos
haciendo en muchos frentes”. Rubricó su sueño de abyección y entrega diciendo
que "Colombia tiene derecho y puede pensar en grande. Porque… estamos
dejando el miedo a un lado y llenándonos de razones para ser los mejores, y ya
no de la región sino del mundo entero. Tenemos con qué. Lo hemos
demostrado". Como para ratificar sus pretensiones de que ya somos del
“primer mundo” y que estábamos a las puertas de la OTAN, desde la presidencia
de la República Santos difundió una foto en su cuenta de twitter en donde se
muestra a “aviones colombianos de la Fuerza Aérea (que están) reabasteciendo a
aviones de la OTAN”. (Ver foto en: http://www.elespectador.com/noticias/politica/imagen-425757-colombia-ya-reabastece-aviones-de-otan-el-aire).
Para que no quede duda de
donde vino la orden de pedir el ingreso de este país a la OTAN, el gobierno de
los Estados Unidos expresó que respaldaba a sus súbditos colombianos, al indicar
que "nuestro objetivo es ciertamente apoyar a Colombia como miembro capaz
y fuerte de muchas organizaciones multilaterales, y eso puede incluir la
OTAN", según palabras de Roberta Jacobson, la secretaria de Estado adjunta
de Estados Unidos para Latinoamérica. Por supuesto, la orden se daba para medir
la reacción de los vecinos de Colombia, los que en esta ocasión se movieron
rápido, entendiendo el sentido de lo que está en juego, como lo hicieron
Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, que denunciaron la maniobra de Santos
como una puñalada dirigida contra soberanía de esos países.
Como sucede a veces con
los lacayos que creen que por su obsecuencia y servilismo van a ser compensados
con creces, Santos pensó, luego de la visita del vicepresidente de Estados
Unidos y de arrodillarse en forma incondicional ante su amo imperial y los
otros lacayos de la Alianza del Pacífico, que su genuflexión le había abierto
las puertas de la OTAN. Sin embargo, para demostrar quién es el que manda y
ratificar aquello de que entre más servil sea el perro más se le castiga, la
OTAN rápidamente se apresuró a decir, desde su sede en Bruselas, que Colombia
“no cumple los criterios geográficos” para ser miembro, aunque se prepara un
acuerdo que “permitiría el intercambio de información clasificada entre la
Alianza y Colombia“, pero “no hay planes inmediatos para establecer una
asociación formal” entre ambas partes. Con esto le tiraron la puerta por la
cara a Juan Manuel Santos, quien, como bien lo dice un adagio popular, se puso
a ensillar antes de traer las bestias.
Lo que la OTAN le ha
dicho al régimen santista es que, por supuesto, va a utilizar siempre que lo
requiera a los sicarios colombianos (vestidos de verde oliva o de cualquier
otro color) para que realicen todo tipo de actos criminales en donde quiera que
esa alianza imperialista vaya a intervenir y en las guerras que tiene planeadas
para el futuro inmediato. Entre líneas se le está diciendo a Santos y a los
cipayos colombianos que no confundan el hecho de ser sicarios a sueldo con
convertirse en miembros plenos del selecto club de los Estados
terroristas-imperialistas del planeta, lo que solo está reservada a unos
cuantos.
La pretensión altisonante
y vendepatria de Santos terminó tan mal que ni siquiera él mismo quiso salir a
explicar o justificar su metida de patas y para hacerlo escogió a uno de sus
subalternos. Luego del desaire imperialista, el Ministro de Defensa (sic) Juan
Carlos Pinzón manifestó que “Colombia no puede y no quiere ingresar a la OTAN”,
“lo que Colombia sí quiere es recorrer el camino para ser un socio en la
cooperación como lo son ahora Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros
países”. En este caso de repitió la historia de la zorra y de las uvas: la
zorra ha sido el gobierno de Colombia y las uvas son la OTAN.
Teniendo en cuenta la
ignorancia que caracteriza a los políticos colombianos, cabe preguntarse si
Santos y su belicoso Ministro de Guerra no estaban confundiendo a la OTAN con
Sudán, un sufrido país al que Colombia se parece cada día más, y al que ya
superamos, por ejemplo, en la cantidad de población interna desplazada.
Como los oligarcas
colombianos, como Santos, ya creen que nuestro país es del primer mundo, solo
porque desde acá se exporta a todo tipo de expertos en asuntos tan sofisticados
como matar, torturar o desaparecer –en lo que las fuerzas armadas de este país
sí que tienen una experiencia acumulada y digna de imitar en otros lares-
solamente faltan que soliciten el ingreso al G-8, y crean de antemano que van a
ser aceptados.
Esa pretensión
primermundista de los lacayos de los países periféricos –y las clases
dominantes de Colombia son un claro ejemplo de ello- siempre termina en
“milagros” de corta duración que hunden a los países en la miseria y los hacen
más dependientes de los poderes imperialistas. Si se quisiera citar un ejemplo
cercano solo basta acordarse de Carlos Menem –un neoliberal y proimperialista
de la misma estirpe de Juan Manuel Santos- que a finales de la década de 1990
presentó a Argentina como un modelo de país que vivía el sueño de haber
ingresado al primer mundo. El problema fue que, al poco tiempo, ese país se
despertó, después de la resaca neoliberal, como en Cuesta Abajo, el tango de
Gardel, con “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.
(*) Renán
Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica
Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el
siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999;
Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002;
Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta,
1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008. Su último libro
publicado es Capitalismo y Despojo.
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