Ecuador ha tenido la grandeza de no haber dicho, en
el difícil caso de Jualian Assange, “aparten de mí este cáliz”. Pero si no hay decisión
clara y mayoritaria de acompañarlo en circunstancias tan difíciles como la que
se plantea ahora con el agente de la CIA Edward Snowden, la carga solitaria de
esta pesada mochila se haría difícil de sostener.
Roberto Follari /
El Telégrafo (Ecuador)
En medio de su cacería del agente Edward Snowden, EE.UU amenazó a Rusia, China y Ecuador. |
Como
si el cumpleaños del encierro obligado de Julian Assange fuera poco, la (i)legalidad
internacional pende ahora sobre la figura de Edward Snowden. El extécnico de la CIA
reveló en cuánto todos vivimos en condición de vigilancia permanente en el
mundo, a partir de la autopostulación de EE.UU. como gendarme global, con derecho
a toda clase de atropellos a la privacidad y las garantías individuales. La
venganza del imperio, en la peor tradición de los filmes de Hollywood en los
cuales el norte tiene siempre razón, se ciñe ominosa sobre el joven técnico que
estuviera hasta hace unos días recluido en China.
Snowden,
mientras escribíamos este texto, se estaba moviendo en la clandestinidad,
intentando ser aceptado por la diplomacia ecuatoriana como refugiado político.
Por cierto, la actitud del Gobierno del Ecuador ha sido ejemplar en el caso
Assange, sosteniendo la legalidad internacional y la exigencia de que se
respeten la vida y libertad del australiano, así como la entrega del
salvoconducto que Inglaterra sigue negando. Y es de esperar que exista
intención de responder positivamente también el pedido de Snowden, en atención
al derecho que le cabe como perseguido
político que ha pedido explícitamente asilo.
Al
margen de la decisión que compete al Gobierno ecuatoriano tomar, es notorio que
desde EE.UU. ven con enorme rechazo situaciones como la de Assange, a la cual
se suma ahora la de Snowden. Y es evidente que la decisión soberana y valiente
que Ecuador ha tenido con Assange implica descontento muy abierto para la
diplomacia y el espionaje que se ejercen (siempre entremezclados entre sí)
desde el coloso del norte. Si Ecuador decide brindar asilo a Snowden -y ojalá
quiera y pueda hacerlo a partir de la convicción democrática que anima a su
Gobierno- sin dudas que las iras norteñas aumentarán sensiblemente.
Al
respecto, se hace imprescindible una intervención y apoyo regionales, dados
-por ej.- por vía de Unasur. No puede dejarse solo al Ecuador ante situaciones
tan tensas y decisorias desde el punto de vista de la geopolítica mundial. Ecuador ha tenido la grandeza de no haber dicho,
en el difícil caso de Assange, “aparten de mí este cáliz”. Pero si no hay
decisión clara y mayoritaria de acompañarlo en circunstancias tan difíciles
como la que se plantea ahora con Snowden, la carga solitaria de esta pesada
mochila se haría difícil de sostener.
Apostemos
a la solidaridad regional, entonces, la cual tantas veces se ha manifestado
activamente en situaciones difíciles, tanto para Ecuador como para otros países
de la zona, cuando ha sido amenazada su condición democrática (desde el 30-S a
los ataques a Evo Morales desde la denominada “Media Luna”). Es imprescindible
aunar fuerzas y concentrar voluntades frente a la prepotencia repetida que nos
asola desde el capitalismo avanzado.
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