Una
política renovada y orientada hacia el desarrollo integral debe garantizar que
cada centavo invertido en el país redunde en beneficio de sus respectivos
pueblos.
Marco A. Gandásegui, hijo / ALAI
Las
organizaciones populares de la región latinoamericana no ignoran los posibles
estragos que puede causar el flujo de inversiones extranjeras que se realizan
sin regulación alguna. Un total de 120 entidades no gubernamentales de América
latina, EEUU y Europa suscribieron un documento donde le piden a sus gobiernos
que desarrollen políticas más consecuentes con las inversiones extranjeras que
invaden a sus respectivos países.
En la
actualidad, la pérdida de confianza en los mercados europeos y norteamericanos
está creando un flujo masivo de capital hacia América latina y otras regiones.
Para atraer estas inversiones, muchos países descuidan sus economías
permitiendo la entrada de capitales de dudosa procedencia. La proclama de las
organizaciones populares se realizó en el marco de la I Conferencia Ministerial
de Estados Latinoamericanos afectados por intereses transnacionales. El
encuentro que se realizó en Guayaquil, Ecuador, el 22 de abril pasado, mostró
preocupación por los abusos de las empresas trasnacionales en contra de los
países de la región.
En forma
puntual, las organizaciones sociales consideran “que los acuerdos internacionales de inversiones – como los tratados bilaterales de inversión y
los capítulos de inversiones en los Tratados de Libre Comercio (TLC) y los
acuerdos de ‘asociación’ – son parte de la arquitectura de impunidad de las
empresas transnacionales. Como tal amenazan los derechos de los pueblos y de la
naturaleza, la soberanía así como a la democracia y el interés público”.
En un
artículo anterior señalamos que en 2012, América latina recibió 173 mil
millones de dólares provenientes de fuentes extranjeras. Los tratados y pactos
de libre comercio sirven como paraguas para estas empresas inversionistas que
logran extraerles a los gobiernos huéspedes ventajas y favores especiales.
Según la proclama, “estos acuerdos consolidan aún más la asimetría de la ley
donde los derechos y el poder de las corporaciones están protegidos por una
‘ley dura’ y priman sobre los derechos de los pueblos y comunidades. Creemos
que los Estados nacionales deben tener no sólo la obligación sino también la
plena libertad de establecer y aplicar legislaciones y políticas públicas a
favor de los pueblos y el medio ambiente y en cumplimiento de sus
responsabilidades en materia de derechos humanos, sin la amenaza de coacciones
y demandas del capital transnacional”.
En la
región todavía hay muchos países que moldean sus legislaciones para acomodar a
las empresas trasnacionales. No existe un espíritu empresarial por parte de los
inversionistas extranjeros. Más bien se impone un criterio de despojo y de ‘ganar
o ganar’. Muchas empresas incluyen cláusulas en sus contratos de inversión que
obligan a los gobiernos a pagarles si sufren pérdidas. Más aún, muchos
gobiernos se han visto forzados a pagarles a los inversionistas extranjeros las
ganancias a futuro de las empresas que abandonan el país. “Por eso, dicen las
organizaciones populares, desde hace muchos años impulsamos y formamos parte de
campañas a nivel nacional, regional e internacional… contra el Acuerdo
Multilateral de Inversiones, el ALCA, la OMC y su ampliación: (Igualmente
contra) los TBI y los TLC entre la Unión Europea, EEUU y Canadá y los países
llamados en vías de desarrollo… También rechazamos el Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPPA, por sus siglas en inglés) y la Alianza Trasatlántica de
Comercio e Inversión (TTIP, por su sigla en inglés)”. El mundo de siglas que
representan las distintas formas de despojo debe ser combatido. La organización
promueve “una nueva arquitectura financiera y comercial y desarrolla la campaña
global contra el poder corporativo, entre otras”.
Las
organizaciones recomiendan tomar tres medidas concretas contra las inversiones
extranjeras que pretenden despojar a la región de sus riquezas. En primer
lugar, “impedir inversiones dañinas de empresas y asegurar que sea respetada su
soberanía, su autodeterminación y los derechos de los pueblos”. En segundo
lugar, “rechazar las demandas de inversionistas en tribunales internacionales y
los fallos arbitrales multimillonarios que sólo velan por los intereses del
capital transnacional”.
En tercer
lugar, “respaldamos la creación de un Observatorio Internacional sobre litigios
en materia de inversiones, la constitución de la Conferencia permanente de
Estados Latinoamericanos afectados por intereses transnacionales y la búsqueda
de acuerdos globales entre los países del Sur
que refuercen la defensa de nuestros pueblos y países frente a la acción de las
empresas transnacionales”.
Hay que
destacar que la Declaración hace referencia a la necesidad de crear mecanismos
permanentes de interlocución con las organizaciones sociales. Estos mecanismos
pueden ser un paso propicio hacia la creación de un proceso de participación
directa de los pueblos y movimientos. La declaración señala que las
organizaciones populares pueden
contribuir con “el conocimiento y la capacidad acumulado durante décadas de
trabajo. Quedamos pendientes de la convocatoria a un diálogo inicial sobre cómo
avanzar en la concreción de estos mecanismos”.
Para
cumplir con esta responsabilidad, las organizaciones que firman la declaración
solicitan “la información relacionada con las propuestas que se están
avanzando. Entre otros, el mecanismo regional de solución de disputas inversor
– Estado, actualmente en negociación, en la UNASUR, para así poder tener una
participación sustantiva al respecto.
Una
política renovada y orientada hacia el desarrollo integral debe garantizar que
cada centavo invertido en el país redunde en beneficio de sus respectivos
pueblos.
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