La reciente polémica
que ha suscitado el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt, las
enconadas reacciones de la sectores ultraderecha, el surgimiento de
organizaciones como la Fundación contra el Terrorismo, nos revelan que en este
país la batalla por la memoria y contra el olvido tiene todavía un largo camino
por andar.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Al repasar la historia
del genocidio perpetrado por los nazis
durante los años de la segunda guerra mundial, las cifras convencionales
indican que aproximadamente 6 millones de personas murieron en los campos de concentración y exterminio que
se instalaron dentro y fuera de Alemania. La batalla por la memoria de esta
infamia ha sido ganada por el mundo
humanitario y por la comunidad judía
internacional. Y parte de este triunfo de la memoria se debe al trabajo que
Hollywood ha hecho a través de series televisivas y películas memorables entre
ellas las realizadas por Steven Spielberg. La memoria del holocausto ha sido perpetuada sobre todo por las investigaciones
históricas hechas por académicos especializados en el tema y por los films
documentales que en base a estos estudios se han hecho. Hoy resulta un hecho
incuestionable que 6 millones de personas, fundamentalmente judías, fueron asesinadas
en los campos de la muerte de los nazis. Hay que agregar que siendo los judíos
el grupo étnico fundamental en el
genocidio nazi, también fueron
eliminados gitanos, españoles republicanos que habían llegado huyendo de la
victoria del franquismo, comunistas, socialdemócratas, cristianos
antifascistas, homosexuales.
En Europa ha surgido desde hace años una corriente
histórica revisionista que pretende cuestionar la existencia del holocausto o
Shoá. Se dice que las cifras millonarias
de asesinados son exageradas y que no se
podría haber asesinado a 6 millones de judíos porque no había ni siquiera esa
cantidad en toda Europa. Se arguye que las películas que se han visto con las
montañas de cadáveres en los campos de concentración son solamente parte de algunos hechos deplorables pero
aislados. Pero lo que resulta verdaderamente impactante es lo deplorable que en
Europa se ha vuelto sostener tan infames opiniones. Negar el genocidio en
Europa puede incluso significar acciones penales y en todo caso es parte de lo
políticamente deplorable. No cabe duda pues que la memoria de la Shoá forma
parte de la gran victoria cultural mundial sobre el fascismo.
En Guatemala estamos
muy lejos de esto todavía. La reciente polémica que ha suscitado el juicio por
genocidio contra Efraín Ríos Montt, las enconadas reacciones de la sectores
ultraderecha, el surgimiento de organizaciones como la Fundación contra el
Terrorismo, nos revelan que en este país la batalla por la memoria y contra el
olvido tiene todavía un largo camino por andar. El genocidio observado en
Guatemala, que implicó 150 mil ejecuciones extrajudiciales y 45 mil
desapariciones forzadas, es negado en primera instancia como calificativo. Las
“atrocidades”, según dice la derecha contrainsurgente y sus voceros viejos y
nuevos, no califican como genocidio.
Pero hoy podemos observar que lo argumentos pueden ir todavía más allá. Pude
saber e en Washington durante el congreso de la Latin American Studies
Association (29 mayo-1 de junio de 2013) que ya hay más de algún académico
estadounidense que ha empezado la labor
de poner en duda las cifras a las que llegó la Comisión de Esclarecimiento
Histórico.
Ya no se trata de
destruir el calificativo de genocidio con respecto a lo sucedido en Guatemala.
Se trata ahora de decir que en realidad no hubo tantos muertos ni tantos
desaparecidos durante todos aquellos años. En mi caso particular tuve la
oportunidad de revisar una base de datos de 4,042 casos de desapariciones
forzadas entre 1960 y1996. Esta base de datos recopilada por el Grupo de Apoyo
Mutuo (GAM) y el Centro Internacional de Investigación para los Derechos
Humanos (CIIDH) es una fuente sólida en la disputa de la verdad histórica.
Pero no cabe duda que
la batalla contra el olvido requerirá de más investigaciones. Las necesitan la
memoria de lo acontecido, la verdad que debe prevalecer y la justicia
imprescindible.
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