Analistas brasileños
admiten que la estrategia del Pentágono consiste en ejercer presión sobre las
fronteras de Brasil convirtiendo a sus vecinos en “Estados fallidos”, categoría
en la que pueden colocar en el futuro a países como Bolivia, y quizá Argentina,
Paraguay y hasta Uruguay con la excusa del tránsito de drogas.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
El 12 de noviembre la
Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) publicó en
Londres el informe Perspectivas para la energía mundial, en el que prevé
que la demanda de energía crecerá un tercio hasta 2035, por la expansión del
consumo de China, India y Medio Oriente. Entre muchos temas, el informe aborda
las diferencias regionales en los precios de la energía y cómo ese factor puede
frustrar el crecimiento de las economías.
La agencia internacional
estima que “los recursos de Brasil son abundantes y diversificados”, donde
conviven las energías renovables y los mayores descubrimientos de petróleo
mundiales en la última década. Según las estimaciones de la IEA, coincidentes
con los proyectos anunciados por Petrobras, la producción de petróleo de Brasil
crecerá de los 2.2 millones de barriles diarios actuales a 4.1 millones en 2020
y a 6.5 millones en 2035, lo que lo colocará como el sexto productor mundial.
No queda ahí la
potencialidad de la energía brasileña. La IEA asegura que para 2035 Brasil será
responsable de 40 por ciento del comercio global de biocombustibles, ya que
cuenta con tierras suficientes para expandir sus cultivos de caña de azúcar
para etanol, que cubrirán un tercio de la demanda interna de combustibles para
el transporte. “Brasil ya es líder mundial en energías renovables y está en
camino de duplicar su producción de combustibles renovables para 2035”, dice el
informe, hasta el equivalente de un millón de barriles diarios de petróleo.
Hacer realidad esas
proyecciones impone gigantescas inversiones para la extracción en agua
profundas, de alrededor de 60 mil millones de dólares anuales. Este año
Petrobras instaló nueve plataformas marítimas e invirtió cerca de 50 mil
millones de dólares. La agencia de energía calcula que para 2035 Petrobras será
líder global, con 60 por ciento de la extracción mundial de petróleo en aguas
profundas. De ese modo, Brasil es el único miembro de los BRICS que combina una
potente industria, un enorme sector agroalimentario y elevada producción de
energía, que lo hacen menos vulnerable que, por ejemplo, China.
¿Qué piensan hacer el
Pentágono, el Comando Sur y el sector financiero de Estados Unidos ante esta
situación que, de hecho, desafía la hegemonía de la superpotencia en la región?
No lo sabemos con exactitud, pero todo apunta a una creciente desestabilización
de Venezuela y de otros países que son claves para rodear a Brasil de conflictos,
tal como se está haciendo para intentar frenar a China y Rusia.
Un reciente editorial de The
Wall Street Journal devela algunos objetivos no declarados pero plausibles.
En su columna semanal la editorialista Mary Anastasia O’Grady se pregunta:
“¿Bolivia es el nuevo Afganistán?” ( The Wall Street Journal, 27 de
octubre de 2013). El editorial es alucinante y resultaría hilarante si no fuera
porque fue publicado en uno de los diarios más influyentes del mundo, que
refleja la visión de las élites del sector financiero y del sector más
belicista de las fuerzas armadas.
“El país andino se
convirtió en un centro del crimen organizado y en un puerto seguro para los
terroristas”, reza en el subtítulo. Recuerda que luego de la ocupación
soviética Afganistán se convirtió en “una incubadora del crimen organizado”,
siendo un lugar propicio para personas como Osama Bin Laden. “Algo parecido
puede estar ocurriendo en Bolivia. El gobierno es un defensor de los
productores de cocaína. La presencia iraní está creciendo”. Agrega que Evo
Morales y Álvaro García Linera “comenzaron a construir un narcoestado cuando
llegaron al poder en 2006”.
El editorial coloca
supuestas informaciones al lado de afirmaciones dignas de una agencia de
espionaje: “Irán puede haber financiado total o parcialmente la construcción de
una nueva base de entrenamiento militar de la Alba en la región de Santa Cruz”.
No hay nada que avale ese “puede”, más que el hecho de que la embajada iraní en
La Paz tendría muchos funcionarios.
La columna de la semana
siguiente fue contra Brasil y su “puro teatro” al denunciar el espionaje
estadunidense. “El apoyo a Cuba –sostiene O’Grady– coloca a Brasil en el lado
equivocado de la geopolítica” ( The Wall Street Journal, 3 de
noviembre). Siempre puede pensarse que se trata de afirmaciones de una persona
poco seria y, quizá, como sugiere la revista NACLA, casi delirantes.
Pero O’Grady no es cualquier persona que escribe en un pequeño diario de
provincias. Trabajó durante una década en la financiera Merrill Lynch e integra
el selecto consejo de redacción del diario de mayor circulación en Estados
Unidos.
¿Será un delirio pensar
que ciertos sectores de poder están pergeñando operaciones mucho más ambiciosas
que las que derribaron a Manuel Zelaya y a Fernando Lugo, ex presidentes de
Honduras y Paraguay? Imposible saberlo con precisión, pero vale recordar que
uno de los puntos nodales de la estrategia de Estados Unidos para mantenerse
como superpotencia consiste en impedir el nacimiento de potencias regionales
que puedan disputarle su lugar dominante.
Analistas brasileños
admiten que la estrategia del Pentágono consiste en ejercer presión sobre las
fronteras de Brasil convirtiendo a sus vecinos en “Estados fallidos”, categoría
en la que pueden colocar en el futuro a países como Bolivia, y quizá Argentina,
Paraguay y hasta Uruguay con la excusa del tránsito de drogas (Defesanet,
primero de noviembre). Estamos transitando un periodo de cambios que incluye
convulsiones de todo tipo. Es necesario prepararnos para afrontarlas.
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