Los políticos que en Chile
ocuparon la jefatura del Estado desde 1990, han tenido expresiones recurrentes
y similares a las que Michelle Bachelet y Sebastián Piñera se prodigaron a
finales de 2009.
Evelyn Matthei y Michele Bachelet, candidatas a la presidencia de Chile. |
José Steinsleger / LA JORNADA
Ella: “Lo felicito. Hoy
Chile lo ha elegido democráticamente, y espero que siga el camino del progreso
y la justicia social”. Él: “Le agradezco sus palabras, y le pido que me
aconseje para continuar lo que está bien hecho y para emprender nuevas tareas,
porque empieza un camino”.
Por consiguiente, cuando
el próximo domingo los chilenos concurran a las urnas para elegir nuevo
presidente, el orden de los cumplidos apenas se invertirá, sin que el producto
final se altere. Él dirá: “La felicito. Hoy Chile la ha elegido…”, etcétera. Y
ella: “Le agradezco sus palabras…”, etcétera. Y como dijo el cura Hurtado:
“todos contentos, Señor, contentos”.
¿El pinochetismo y la
Concertación fueron inventados por Pinochet, o ya estaban en los genes de don
Diego José Pedro Portales Palazuelos (1793-1837), el “organizador de la
república”? Hijo del conde de Villaminaya y marqués de Tejares José Santiago
Portales y Larrain y María Encarnación Fernández de Palazuelos y Martínez de
Aldunate, don Diego fue nieto de Diego Portales y Andúa-Yrarrázabal y Teresa de
Larraín y Lecaros, y por línea materna de Pedro Fernández de Palazuelos y Ruiz
de Ceballos y Josefa Martínez de Aldunate y Acevedo Borja, descendiente directa
(¡órale!), del papa Alejandro VI.
Heráldica que para
cualquier interesado en conocer la verdadera historia del maridaje entre el
pinochetismo y la Concertación, podría llevarlo a encontrar notables
similitudes no sólo con la disoluta familia de los Borgia, sino también con las
de Pedro y Celia, vástagos de Manuela Villalobos y el prócer Benjamín Vicuña
Mackenna (1831-86).
Sintiéndose hijos del
pueblo, Pedro y Celia rechazaron el apellido del padre. Pedro adoptó el de su
madre de crianza (Francisca Silva), y Celia el de su madre biológica (Manuela
Villalobos), encerrada hasta su muerte en un convento para desquiciados
mentales, medida que el prócer ilustre tomó para vivir en paz con Victoria
Subercaseux Vicuña, su segunda esposa.
No más ha sido la llamada
“alternancia democrática” que, durante 40 años, frustró el derecho al amor a
los auténticos hijos de Chile. Crimen político que empezó a fraguarse en 1973,
y tomó forma “legal” con la Constitución pinochetista de 1980, acatada ocho
años después por los partidos que en 1990 entronizaron como presidente
constitucional al democristiano Patricio Aylwin, y respetaron después
puntillosamente todos los políticos que, a modo de nuevo apartheid,
rayaron profundamente las diferencias entre pueblo y sociedad.
En 1977, Aylwin escribió:
“…El único método eficiente para gestar una Carta Fundamental que sea realmente
fruto del consenso nacional, es la convocatoria a una Asamblea Constituyente
que, dentro de un plazo determinado de antemano, no mayor de un año, apruebe un
proyecto de nueva Constitución Política. (…) Un procedimiento de esta clase
permitiría concentrar el máximo interés colectivo y los mejores aportes
ciudadanos en la tarea de establecer un orden institucional representativo de
la voluntad común de los chilenos” (“El camino hacia la democracia”, Santiago,
Centro de Investigaciones Socioeconómicas (Cisec, p. 205).
Ahí quedó la cosa. Y al
decir del economista Alberto Mayol, Chile se convirtió con el tiempo en “…uno
de los peores países del continente en la evolución de la calidad de la
democracia. El modelo económico chileno destruyó los valores de confianza y de
justicia, articuló una transición democrática que no iba hacia ningún sitio y
que nos entregó a una democracia pobre en democracia” (El derrumbe del
modelo; la crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo, LOM
Ediciones, Santiago, 2012, p. 89).
Ahora bien. Todas las
mujeres de Chile son hermosas. Bueno… no todas. Michelle Bachelet (ex
presidente “socialista” y favorita en los comicios del domingo), dejó de serlo
cuando a pesar de haber sido torturada junto con su mamá en el campo de
concentración de Villa Grimaldi, entró por el aro de la “Concertación”. Y por
su lado, la pinochetista y contendiente Evelyn Matthei, juró vengarse por el
cartelito que su ex amigo y presidente Sebastián Piñera tenía colgado en su
despacho del Senado: “Detrás de todo hombre exitoso hay una gran mujer,
esperando quitarle el puesto”.
Aunque no sean hermosas
(o “iguales”), las candidatas a la presidencia de Chile se parecen. Evelyn
siente orgullo de hombres como su papá, el general de la Fuerza Aérea Fernando
Matthei, quien bombardeó el Palacio de la Moneda y en 1978 pasó a integrar la
Junta Militar presidida por Pinochet.
Y Michelle, quien de niña
jugaba con Evelyn en la base de Cerro Moreno (Antofagasta), ya no recuerda que
su propio papá, el general de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet, fue detenido y
torturado hasta morir, en los sótanos del edificio del Comando Central, donde
el papá de su amiga ajustaba cuentas con los hombres leales al gobierno de
Salvador Allende y la Unidad Popular.
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