¿Cómo influirá el
ideario político-económico expuesto por el Papa Francisco, en el imaginario de
unos pueblos, como los latinoamericanos, donde el binomio fe y cultura
constituye uno de los pilares de la construcción de nuestras identidades, de
nuestra historia, de las insurgencias y dominaciones, y hasta de nuestras utopías?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
“¡El
dinero debe servir
y no gobernar!”, Francisco I
Entre muchas otras
cosas, la política es el arte del tiempo y sus circunstancias. El ajedrez de
los momentos: de la lectura crítica y el aprovechamiento oportuno –que no
oportunista- del aquí y del ahora. “Lo real es lo que no se ve”, decía José Martí,
o visto de otra manera, lo real es el propósito mayor que se impulsa aunque no
sea tan evidente para la mayoría. Algo de eso está haciendo el Papa Francisco
–más allá de las reservas que todavía rodean su mandato-; y su exhortación
pastoral Evangellii Gaudium (La alegría del Evangelio), publicada el pasado
martes, así lo demuestra.
El documento,
calificado por algunos analistas como un programa de reforma de la Iglesia Católica,
también confronta, y denuncia como portadores de muerte, los dogmas ideológicos
y económicos del sistema global, que tan oficiosamente difunden y legitiman los
publicistas e intelectuales a sueldo del capitalismo neoliberal.
Los
argumentos que expone el Papa Francisco en el capítulo segundo, titulado En la crisis del compromiso comunitario,
no tienen desperdicio: primero, proclama que “hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la
inequidad». Esa economía mata”; y luego,
alerta sobre la “confianza burda e ingenua en la bondad de quienes
detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema
económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando" (Evangelii
Gaudium, pp. 45-46).
Para el Papa, la actual
crisis financiera, entre sus muchas causas, tiene una profunda, de origen
antropológico: “¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La
adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y
despiadada en el fetichismo del dinero y
en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano” (Evangelii Gaudium, p. 47).
Las desigualdades
sociales y la concentración de la riqueza en unos pocos, signo distintivo del
capitalismo neoliberal que impera en
nuestro tiempo, también fueron censuradas en el mensaje de Francisco: “Este
desequilibrio proviene de ideologías que
defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera.
De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar
por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que
impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas”. Y en una
sociedad de mercado como esta, sin controles políticos ni éticos, ni más ley
que la oferta y la demanda, todo es objeto de consumo y de codicia. Así lo
expresa el Papa: “El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo
todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier
cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses
del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta” (Evangelii Gaudium,
pp. 47-48).
A los líderes
mundiales, el Papa les pide un cambio radical de rumbo: “¡El
dinero debe servir y no gobernar! (…) Os exhorto a la solidaridad
desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor
del ser humano” (Evangelii Gaudium, p. 49). Y les lanza una advertencia: “Cuando
la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de
sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia
que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente
porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema,
sino porque el sistema social y
económico es injusto en su raíz” (Evangelii Gaudium, pp. 49-50).
En la perspectiva de
nuestra realidad latinoamericana, cabe hacernos algunas preguntas a partir de
la insólita fuerza de las palabras del mensaje papal: ¿quiénes hicieron posible
un mundo injusto y desalmado como el que critica Francisco? ¿Quiénes accionaron
los engranajes de la locura de un sistema económico y social que excluye
indiscriminadamente, y que lanza a las personas, sin ningún reparo, a la guerra
de todos contra todos, del sálvese quien pueda? En nuestros países, fueron esa
legión de gobernantes y tecnócratas devotos de la teoría del derrame; hombres y
mujeres de misa y comunión obligatoria todos los domingos, y sin cargos de
conciencia, quienes dirigieron los procesos de reforma y modernización neoliberal de las economías y los Estados,
con resultados estadísticamente desastrosos y éticamente censurables.
Como paradoja de la
condición humana, muchos de ellos y ellas recibieron su formación académica,
filosófica y moral en escuelas y universidades católicas. Y en sus cruzadas
electorales fueron bendecidos por
distintos grupos religiosos y financieros, mas en la práctica, sus decisiones y
conductas se alejaron cósmicamente de los principios elementales del evangelio
de Jesucristo.
¿Cómo asumirá ahora la
derecha latinoamerica, y los tránsfugas del centro y de la izquierda, estas
palabras del Papa argentino? Esos personajes engominados que peregrinan al
Vaticano, buscando una fotografía con el pontífice para exhibirla en sus
despachos y en sus campañas, ¿podrán impulsar políticas públicas inspiradas en
la crítica al capitalismo que enuncia –y denuncia- la exhortación apostólica?
Más importan aún,
¿cuánto aire podrán dar las ideas de Evangelii
Gaudium a los proyectos posneoliberales de nuestra región, no pocas veces
atrapados en la inercia y las resistencias al cambio, en las contradicciones y
el desgaste inevitable de la confrontación con el statu quo? ¿Cómo
influirá el ideario político-económico
expuesto por el Papa Francisco en el imaginario de unos pueblos, como los
latinoamericanos, donde el binomio fe y cultura –no pocas veces despreciado o
poco comprendido por la intelectualidad y por los movimientos políticos-
constituye uno de los pilares de la construcción de nuestras identidades, de
nuestra historia, de las insurgencias y dominaciones, y hasta de nuestras utopías?
En fin, son muchas
preguntas que solo obtendrán respuestas en el tiempo y la construcción
histórica. Pero la política, qué duda cabe, también es la capacidad de echar a
andar las ideas, y el Papa Francisco, gambeteando todo intento por encasillarlo
–de sus defensores y de sus detractores- está haciendo una contribución que
podría ser decisiva para el futuro de los
condenados de la tierra, de las luchas sociales y el futuro de la
humanidad.
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