Todo indica
que quienes se creen dueños del país nunca entendieron el significado de la
democracia. El pueblo se cansó de los políticos de la clase dirigente panameña
y busca otra alternativa totalmente nueva.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Desde que
el presidente Ricardo Martinelli expulsó de su gobierno al Partido Panameñista
–que incluía al vice-presidente de la República, Juan C. Varela– la clase
dirigente del país comenzó a poner la barba en romojo. Su partido político
procedió a comprar diputados, alcaldes y concejales para asegurar su mayoría en
la Asamblea Nacional y en los Consejos Municipales del país. Tanto los partidos
de oposición, medios de comunicación, gremios empresariales y asociaciones
cívicas mostraron alarma por la arrogancia y desfachatez del mandatario.
En los
últimos meses ha surgido en esos sectores un grito unísono de que la
‘democracia’ está en peligro. Hablan que el presidente Martinelli se ha vuelto
en un ‘dictador’ ya que no acata lo que establece la Constitución Política de
la República. Aseguran que se ha adueñado de los tres órganos del Estado:
Ejecutivo, Legislativo y Judicial. También auguran que el Tribunal Electoral
está a punto de sucumbir a las ambiciones del mandatario. Martinelli, dicen, se
tomara el Tribunal Electoral removiendo uno de sus magistrados y reemplazándolo
con otro de su elección. La última ocurrencia del presidente fue tratar de
someter las decisiones del Tribunal Electoral a los fallos de una sala de la
Corte Suprema de Justicia.
Estos
mismos sectores, sin embargo, no muestran mayor preocupación cuando el
presidente Martinelli moviliza sus servicios militarizados para reprimir las
protestas de campesinos, indígenas o trabajadores. Tampoco se oponen a las
leyes que aprueba el gobierno que encarece la canasta básica, que abandona la
infraestructura educativa nacional o que pone en peligro la salud de los
panameños.
Esos
medios, partidos de oposición o gremios, tampoco reaccionan cuando el gobierno
concede nuestras riquezas mineras o nuestros bosques, ríos, costas e islas.
Miles de familias pierden sus medios de vida por un simple decreto presidencial
o resolución municipal que los despoja de sus tierras. El despojo violento de
comunidades enteras, que el pueblo observa en los noticieros de la televisión,
es democrático, según los abogados de los que se autodenominan dueños del país,
tanto del gobierno o de la oposición. En los medios escritos, audiovisuales y
de otra índole lo llaman ‘progreso’: No hay que oponerse al ‘desarrollo del
país’. La entrega de las minas, las represas hidráulicas, los proyectos
inmobiliarios y la destrucción del agro es democracia. Aseguran que las
inversiones extranjeras contribuyen al progreso.
El pueblo
panameño que no cuenta con empleos decentes, tiene trabajos precarios y cuyos
hijos son objeto de persecución y encarcelamiento, observa como los políticos –
representantes de los grandes empresarios del país – se enfrascan en pleitos
verbales y luchas legales. Los voceros del gobierno, aseguran que sus políticas
‘clientelistas’ (repartición de jamones y favores) es democracia. Quienes se
autodenominan la oposición, en cambio, aseguran que la ‘democracia’ es que en
las próximas elecciones les toca ganar a ellos los puestos de elección popular.
Es lo que el ‘Consenso de Washington’ llama la alterabilidad.
Al
presidente Martinelli le dicen que “robó durante cuatro años más que en los
últimos 40 años”. Hay quienes dirían que ahora le toca a la oposición robar
durante el próximo quinquenio. El gobierno y la llamada oposición coinciden
plenamente en sus políticas para el próximo período 2014 a 2019. Ambos quieren
seguir promoviendo las políticas de despojo de empleos e, igualmente, de
tierras. Se apropian de los excedentes que generan el Canal de Panamá, los
puertos, la posición geográfica del Istmo, los bosques y subsuelos, asegurando
que eso se llama democracia y que no viola la Constitución.
Con ese
objetivo llenan las curules de la Asamblea de diputados fáciles de manipular,
nombran magistrados a la Corte y cuentan con una ‘fuerza de orden’ cipaya.
Martinelli es igual que los demás miembros de la clase dirigente del país.
Tiene en la mira las riquezas nacionales, igual que los otros. ¿Es más hábil
que sus pares? Hasta ahora ha demostrado que sí. Sin embargo, con el primer
traspié puede caerse y no levantarse más. La cola que arrastra es muy larga.
Entre sus actuales ‘amigos’ hay muchos que pueden abandonarlo fácilmente. Debe
cuidarse especialmente de los que tienen sus oficinas en Clayton.
Hermosas
las palabras del presidente magistrado del Tribunal Electoral, Erasmo Pinilla,
cuando defendió la democracia panameña contra los últimos embates del gobierno.
Le pidió a Dios que protegiera al país y su democracia. En la inauguración del
Palacio electoral, dijo que “es necesario, defender cada adoquín de nuestra
Plaza de la Democracia… para convertirla en ideal contra cualquier intención de
corromper nuestra salud institucional”.
En la parte
más importante de su discurso, Pinilla dijo que la democracia no está en el
procedimiento. Radica en el pueblo. El Tribunal Electoral está al servicio del
pueblo. La Constitución es letra muerta si no se respeta su contenido que
señala que el pueblo es el único soberano. En otras palabras, presidentes,
diputados y otros funcionarios son mandatarios al servicio del pueblo. Todo
indica que quienes se creen dueños del país nunca entendieron el significado de
la democracia. El pueblo se cansó de los políticos de la clase dirigente
panameña y busca otra alternativa totalmente nueva.
14 de noviembre de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario