Esta semana pensaba
escribir exclusivamente de las elecciones del próximo domingo en Honduras y de
las perspectivas políticas que se abren en el país centroamericano. Sin
embargo, no me puedo resistir a la tentación de dar alguna opinión sobre el
primer acto del circo electoral de Chile que se llevó a cabo el pasado domingo
17 de noviembre.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
Vistos los resultados y
las acciones llevadas a cabo por los comandos electorales de las dos señoras
que pasaron a segunda vuelta e incluso las de alguno de los perdedores, la
frase más socorrida fue “Ganó la democracia”. Vale referirse a este concepto
para saber si estamos hablando de lo mismo. Según la definición tradicional,
“democracia” es el gobierno del pueblo.
Esta idea surgida en la antigua Grecia entre los siglos VI y V antes de Cristo
ha ido evolucionando hasta su
implantación como paradigma en los modernos Estados-Nación. Entre las grandes
tradiciones que surgieron en esta etapa, terminó imponiéndose la liberal.
Evidentemente en Occidente y en casi toda América Latina se estableció un
modelo que entiende la democracia como “desarrollo”, éste introdujo una crítica
al individualismo fincado en la propiedad.
Sin embargo, las
distorsiones comienzan cuando se niega lo que J.S. Mill estableció al afirmar
que “el individuo debía desarrollar sus potencialidades humanas, mediante la
participación política”. De esa manera rescata los ideales que la visión
utilitarista del hombre había eliminado.
Posteriormente, ya en
el siglo pasado, surge el modelo de democracia como “equilibrio”. Con él se
sustenta el patrón de dominio capitalista que la concibe, –según Schumpeter-
como “un método de elección de
autoridades más que como un fin: un procedimiento para legitimar autoridades
mediante la competencia entre élites, en un mercado político donde se dirimen
sus conflictos en forma pacífica y con
un electorado preferentemente pasivo”.
En el caso chileno,
-tal vez más que en cualquier otro de América Latina- concurren los elementos
presentados por estos teóricos de tanta relevancia. Veamos, por una parte no es
válido hablar de democracia cuando no está presente el principio de
participación. En Chile eso es patente. La Constitución de Pinochet sigue
reinando. La competencia entre “élites” no basta para hablar de democracia. En
Chile ni siquiera vale la mayoría. Un candidato a diputado que obtuvo una votación
menor a otros puede asumir tal condición por encima del que lo superó en apoyo
popular. Si hablamos de cifras, cuando
se hace alusión al “circo” no debe relacionarse con cosas baladíes o de menor
cuantía. El presidente Piñera en su primera comparecencia posterior al acto
electoral intentó engañar abiertamente a la opinión pública diciendo que Chile
poseía un universo electoral de 12 millones de votos y que la votación iba a
alcanzar alrededor de 6.6 millones de electores efectivos. De un plumazo borró
a más de un millón y medio de electores, llevado la abstención a “sólo” 45%,
según sus palabras. Lo cierto es que de un padrón electoral de 13. 573. 134
ciudadanos, ejercieron su derecho a voto 6.691.840, es decir el 49,3% de los
inscritos. De ellos, la hija del General Bachelet, asesinado por la dictadura
en la Academia de Guerra Aérea sacó 3.070.012 votos equivalentes al 22,61% de
los potenciales electores. Su principal contrincante, la hija del general
Matthei, comandante en jefe de la Aviación y miembro de la Junta de Gobierno de
Pinochet, Director de la Academia de Guerra Aérea cuando fue asesinado el
general Bachelet, sacó 1.645.840 votos que significan el 12,12% del padrón.
Estas son las “mayorías” que irán a segunda vuelta. Se equivocó el candidato
derrotado Marco Enríquez-Ominami cuando dijo que los resultados eran legítimos.
No lo son, es verdad que gozan de
legalidad amparados en la fuerza de la Constitución pinochetista, pero no es
legítimo. Aunque legalidad y legitimidad parece lo mismo, en política la última es, precisamente, la
capacidad del sistema para hacer creer que los valores que la sustentan son
legales y de esa manera, construir el entramado jurídico que soporta la
dominación. Es interesante conocer los aportes de Max Weber al respecto. Así,
el poder del Estado es más sólido cuando mayor es la subordinación
voluntaria al mismo, a sus “principios
ético-jurídicos y a los preceptos jurídicos positivos legitimados por
aquellos”. De esta manera, uno de los candidatos de la oposición es quien aparece legitimando los resultados.
Entonces, ¿cómo se
configura el circo? Veamos. Un presidente falseando públicamente los datos para
reducir el porcentaje de participación e invisibilizar a los que no aceptan el
sistema, dos hijas de generales, uno asesinado y uno participante de una junta
de gobierno asesina, festejando el paso
a la segunda vuelta porque obtuvieron una “mayoría” de 22,61 y 12,12% en
la primera y, finalmente la guinda del pastel, un Partido Comunista celebrando
haber ganado tres diputados más (objetivo revolucionario táctico en el camino
de la toma del poder según la terminología de este grupo ) a costa de su
alianza con los promotores del golpe de Estado que asesinó y desapareció a
decenas de sus militantes.
Ahora, cosas de esta democracia
tan particular… se producirá la paradoja de que los gobiernos de Venezuela,
Nicaragua, Ecuador y Bolivia que no tienen ningún comunista en sus gabinetes
seguirán siendo perseguidos y acosados por las huestes imperiales, mientras que
en Chile donde surgirá un gobierno que muy posiblemente tenga ministros
comunistas no será tocado ni con el pétalo de una rosa. Claro, ahora los
comunistas incorporados a la “Nueva Mayoría” de 22,61% de los chilenos
defenderán junto a sus aliados el modelo neoliberal de democracia restringida.
En ese contexto, vale
la pena escuchar a los líderes sociales que llamaron a la abstención. Si nos
atenemos a las cifras y sin querer decir que todos los que lo hicieron
acudieron a su convocatoria, habrá que aceptar –en términos de verdadera
democracia- que han sido los grandes ganadores de este proceso. Ellos si son la
nueva mayoría.
La ex vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes
Secundarios (ACES), Eloísa González dio su opinión para argumentar acerca de las razones que llevaron a los movimientos
sociales a rechazar su participación en el proceso eleccionario. Dijo que “…la abstención es un fenómeno que refleja la situación
en la que estamos actualmente. No va a generar cambios, pero como acto político
o como fenómeno que expresa este malestar y esta realidad, también expresa
desafíos que tenemos que tomar en cuenta. El conjunto de la población no siente
que sus demandas y problemas vayan a ser resueltos por la vía institucional y,
ante eso, es necesario encontrar distintas alternativas y caminos que
desemboquen en la construcción de una solución más inmediata”. La joven de 19 años no
había nacido cuando terminó la dictadura de Pinochet, su opinión es expresión
de una generación que se ha formado bajo el paraguas protector que los
gobiernos de la Concertación por la Democracia y Piñera han construido para
salvaguardar el legado pinochetista.
Por su parte un
creciente número de ciudadanos han optado por organizarse en torno a la
convocatoria de una Asamblea Constituyente como propuesta de futuro. Ensayaron
marcar su voto con las letras AC en el extremo derecho de la papeleta a fin de
señalar su opinión a través de ese acto de rebeldía electoral. Según las cifras
que manejan un 8% de los electores marcaron su voto lo que según la ley no es
causa de anulación del mismo. Sin embargo,
el caudal obtenido ha sido considerado un paso adelante por sus
promotores. Javiera Parada, vocera del
Movimiento “Marca tu Voto” ha señalado que su
éxito se debe a que “… por fin este país está debatiendo sobre la herencia
más grande de la dictadura de Pinochet”: “desde el año 88 que Chile no vivía
una coyuntura de una importancia política como la que hoy tenemos”.
Sería interesante que en segunda vuelta, aquellos que
no votaron por los candidatos del sistema, los que se abstuvieron y los que
proponen la Asamblea Constituyente unificaran su opción y apostaran por anular
el voto, o por hacerlo en blanco. El sistema se vería obligado a contabilizar a
esa mayoría silenciosa marginada por el poder. Pasarían de ser una mayoría
pasiva a una activa en términos electorales. Bachelet no podría soslayarlo.
Hemos dejado a Honduras para la próxima semana. No
tengo dudas que Xiomara Castro ganará en las urnas, hace falta saber si podrá
hacerlo en el conteo de votos… son cosas de la democracia representativa.
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