Para comenzar algún
cambio en Chile, después de las recientes elecciones, habrá que tomar el
ejemplo de los países bolivarianos y contar, al menos, con una nueva
Constitución “reformista”, que permita al Estado nacional imponerse en la
economía y sobre los intereses privados.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El
Telégrafo (Ecuador)
Ecuador, Bolivia y
Venezuela encabezan gobiernos de la “nueva izquierda” latinoamericana. Los
presidentes Rafael Correa (2007), Evo Morales (2006) y Hugo Chávez (1999),
forjadores de los nuevos ciclos históricos, llegaron al poder por la vía
electoral. Además, debieron partir de una situación económica preexistente:
modelos empresariales, inspirados en la ideología del neoliberalismo. Nicolás
Maduro (2013) tuvo la ventaja de llegar a la presidencia sobre las bases
avanzadas por el presidente Chávez.
Los gobiernos de la
nueva izquierda han representado fuerzas sociales insurgentes, no solo contra
la economía anterior, sino también contra los partidos y políticos que
subordinaron los respectivos Estados nacionales a los intereses privados y a
los transnacionales.
Chávez, el iniciador de
los cambios latinoamericanos, requirió una Constitución favorable para ello.
Fue preparada por una Asamblea y el texto sometido a referéndum en 1999
(71,78%). Siguió Morales, cuyo gobierno también necesitó una Constitución para
los cambios; y el texto de la Asamblea triunfó en el referéndum de 2009 (61,43%).
Correa hizo algo igual, y la Constitución elaborada por la Asamblea fue
aprobada en el referéndum de 2008 (63,93%).
Ninguna de las tres
Constituciones habla de socialismo. Tienen, eso sí, capítulos y títulos amplios
sobre la economía; potencian y privilegian el rol económico del Estado;
conviven con la empresa privada e incluso garantizan la propiedad; prescriben
las políticas económicas; en la ecuatoriana y con más precisiones la boliviana,
se proponen el Sumak Kawsay (Buen Vivir).
Para las derechas
tradicionales y los políticos recalcitrantes, esas Constituciones encierran
“peligros” estatizantes y comunistoides. Para las izquierdas “verdaderas”,
ninguno de los tres países bolivarianos va hacia el “socialismo” (¿cuál…?).
La Constitución de
Chile (1980), preparada por una comisión, supervisada por la dictadura y
sometida a referéndum (67,04%), bajo un Estado terrorista, ha tenido quince
reformas. Pero no contiene un solo título dedicado expresamente a la economía.
Se limita a organizar las funciones del Estado al servicio del régimen
neoliberal.
Para comenzar algún
cambio en Chile, después de las recientes elecciones, habrá que tomar el
ejemplo de los países bolivarianos y contar, al menos, con una nueva
Constitución “reformista”, que permita al Estado nacional imponerse en la
economía y sobre los intereses privados.
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