La
intervención directa de Biden en los asuntos internos de Panamá –muy especialmente
lo referente al proceso electoral– tiene precedentes lamentables en Panamá.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
El vicepresidente de EE.UU, Joe Biden (centro) junto al presidente Martinelli de Panamá. |
El vicepresidente de EEUU, Joseph Biden,
desplegó todo el poder del imperio de EEUU durante su visita de 24 horas a
Panamá [el 20 de noviembre]. Según informó la prensa local, la seguridad del
alto funcionario de Washington consistió en 25 vehículos blindados del servicio
secreto de la Casa Blanca y de las diversas dependencias de seguridad
panameñas.
Se reunió con el presidente Martinelli y lo
felicitó por haber detenido un barco norcoreano procedente de Cuba en la
entrada norte del Canal de Panamá. La manera en que intervino EEUU es este
asunto hace presumir que la tripulación y el barco no serán liberados hasta que
Washington dé la orden.
Aún más inaudito, Biden recogió a los tres
candidatos de la burguesía panameña que aspiran a la Presidencia de la
República en un busito que los trasladó al hotel de playa donde estaba alojado
el vicepresidente. A orillas del Pacífico, Biden les dijo que Washington estará
supervisando las elecciones presidenciales panameñas programadas para mayo de
2014. Les prohibió a los candidatos que compartieran lo conversado con los
medios de comunicación.
La intervención directa de Biden en los asuntos
internos de Panamá –muy especialmente lo referente al proceso electoral– tiene
precedentes lamentables en Panamá. El día antes de la visita de Biden a Panamá
una comisión de ética política se reunió en la Universidad de Panamá para
buscar soluciones a lo que llamaron una participación demasiada obvia del
gobierno en la campaña electoral. Habría que preguntarles si la intervención de
Washington en la política interna del país lo consideran aceptable.
Muchos políticos consideraban que este
comportamiento imperial de EEUU había
sido superado. Sin embargo, los aspirantes panameños a la Presidencia, el
gobierno y la oposición tradicional acogieron con beneplácito la conducta
arrogante de Washington. Según un diario de la capital panameña las partes se
sintieron satisfechas con los resultados de la reunión.
Biden se fue sin que se supiera exactamente a
que respondía su visita al país. Los comunicados de ambos gobiernos que
explicaban la visita se contradecían. Por el lado de Washington, vino a ver el
progreso en la ampliación del Canal de Panamá. En cambio, el gobierno panameño
dijo que venía a firmar acuerdos con Panamá. Entre ellos el ‘Global Entry’
que le daría a los viajeros frecuentes panameños la posibilidad de no hacer las
largas filas en los aeropuertos de EEUU.
¿Qué intereses tiene EEUU en Panamá que
amerita la visita del vicepresidente de ese país? La extraña visita se combina
con la creencia de Biden de que el presidente de Panamá se llama Martínez.
Seguramente trasciende los tratados comerciales, los acuerdos militares
vigentes que tienen como objetivo acosar al pueblo colombiano y menos que ver
con Centro América. ¿Podría ser algo que ver con la Alianza del Pacífico?
¿Quizás alguna maniobra que se relaciona con la permanente política de la Casa
Blanca para desestabilizar a Venezuela? Cuando regrese a Washington le
informará a su jefe inmediato, el presidente Obama.
Panamá es el único país de América latina que
está negociando con el gobierno de Gran Bretaña para desarrollar relaciones con
la administración colonial de las islas Malvinas. Argentina aún no ha
protestado por la reciente visita de una delegación oficial de la Asamblea
Nacional de Diputados a lo que los ingleses llaman las islas ‘Falkland’. La
comitiva formada por cuatro diputados panameños firmó un convenio con los
ingleses en las islas Malvinas que establece relaciones ‘interparlamentarias’
entre Panamá y las islas ‘Falkland’.
En el siglo XX Argentina apoyó con gallardía
la lucha del pueblo panameño por la recuperación de su soberanía, usurpada por
EEUU en la antigua Zona del Canal.
El vicepresidente Biden agradeció al
presidente panameño Ricardo Martinelli por haber reconocido diplomáticamente a
Kosovo, una provincia de Serbia, de la antigua República de Yugoslavia,
desarticulada tras una sangrienta intervención de la OTAN. Kosovo no ha sido
reconocido por las Naciones Unidas y sobrevive gracias a las donaciones
económicas interesadas de EEUU y Alemania. La OTAN realizó una ‘limpieza
étnica’ en Kosovo eliminando su población de ascendencia serbia. ¿Por qué
reconoció Panamá a Kosovo? La respuesta es obvia: Para servirle a algún oscuro
funcionario del Departamento de Estado que puede resultar provechoso para
algunos negocios.
Panamá fue más lejos y aplaudió oficialmente
la intervención norteamericana en Siria, donde ha desplegado miles de
mercenarios entrenados por Al-Qaeda. Más preocupante para Panamá, la
Cancillería anunció horas después de la partida de Biden que había suspendido
sus relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui
Democrática. La República
Saharaui fue reconocida por el gobierno militar del general Omar Torrijos hace
40 años, iniciativa aplaudida por los pueblos y gobiernos árabes y por la
Organización de Países No-alineados. Desde entonces el pueblo Polisario
sobrevive bajo el acoso militar permanente del Reino de Marruecos – aliado
cercano de EEUU - que reclama ese
territorio en el desierto del Sahara.
El presidente Martinelli se arrima a las
peores causas internacionales. Hace el ridículo en los foros internacionales.
Apoyó con entusiasmo durante una visita al Medio Oriente el holocausto israelí
en Palestina. Sin que se lo pidan se pronunció a favor de las pretensiones de
Japón sobre unas islas disputadas con la República Popular de China. Hace poco
se lanzó contra Nicaragua después que ese país ganara un pleito contra Colombia
en torno a aguas territoriales en la Corte Internacional de La Haya. Se
retractó poco después pidiendo disculpas por el error que había cometido.
El ministro de Relaciones Exteriores,
Núñez Fábrega, cuando visitaba Washington recientemente dijo que la
construcción de un canal interoceánico en Nicaragua era un globo que reventaría
a corto plazo. La nueva vía acuática centroamericana sería financiada por la
Republica Popular de China. Mientras tanto el gobierno panameño tiene un barco
de Corea del Norte retenido en el puerto de Cristóbal, en la entrada norte del
Canal de Panamá, por supuesto tráfico de drogas. En las bodegas del barco le
encontraron posteriormente piezas de aviones de guerra que Cuba estaba
devolviendo a ese país asiático. Para crear un ambiente de espionaje
internacional, la fiscalía de drogas tiene detenida la tripulación del barco
sin acusaciones formales en una antigua base militar norteamericana en el
Caribe.
A nivel internacional la política
exterior que le puede hacer más daño a Panamá es la creciente militarización
del país bajo la mirada del Comando Sur de EEUU. Los dos países han
firmado 7 acuerdos militares desde 1991 que le permiten al Comando Sur operar
en territorio, en aguas y en el espacio aéreo panameño. En 2008 el presidente
panameño se embarcó en un crucero de guerra norteamericano en aguas panameñas
cerca de la frontera con Colombia.
Con todos los antecedentes señalados,
sólo se puede predecir lo peor como consecuencia de la visita de Biden a
Panamá. Si en este momento no se sabe a qué vino el vicepresidente de EEUU, no
cabe duda que pronto lo sabremos. No se puede augurar algo positivo.
21 de
noviembre de 2013.
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