El gran reto de Nicolás
Maduro es darle continuidad al legado de Chávez. Al parecer está ganando la
batalla por la legitimidad y tiene grandes posibilidades de ganar la guerra por
la economía.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Han transcurrido poco más de 6 meses desde que Nicolás Maduro
asumió la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela. Su período
comenzó en medio de la agitación que la derecha local e internacional promovió
en el contexto de la muerte de Hugo Chávez. Ciertamente la oportunidad era de
oro para
la derecha. Durante los 13 años en que gobernó, Chávez y sus seguidores la derrotaron muchas veces amparados en el indiscutible
liderazgo del primero. Salvo el referéndum de 2007 en donde la derecha logró
ganar por un apretado margen, en los
demás procesos electorales Chávez anduvo
entre un piso de 50 y un techo de 60% de
los votos. La muerte de Chávez era pues
la oportunidad para enterrar al chavismo. He aquí por qué el gobierno de Maduro
comenzó con una gran inestabilidad política expresada en los conflictos
poselectorales que le costaron la vida a 12 personas y dejaron numerosos heridos. El asedio ha continuado a
lo largo de este período al extremo de que en un reciente artículo el
periodista venezolano Eleazar Díaz Rangel afirma que salvo los primeros seis
meses del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, en los 18 gobiernos y en los
113 años de vida republicana, ningún gobierno había sido tan acosado en sus
primeros 6 meses.
El gobierno de Maduro
ha tenido que enfrentar el conflicto poselectoral con los cruentos resultados
señalados anteriormente, el sabotaje a la industria eléctrica y petrolera,
planes de magnicidio, el desabastecimientos de los productos básicos, una
sostenida oposición política y mediática. Es este contexto el que explica el que los precios de los bienes de
consumo ha subido un 49% en un año, el dólar se cotiza en el mercado
negro siete veces por encima de la tasa oficial, hay una
desaceleración económica y una caída en
las reservas del Banco Central. No obstante ello el economista estadounidense
Mark Weisbrot en un reciente artículo afirma que el tan esperado (por la
derecha) apocalipsis en Venezuela no
sucederá. Durante todo el período de Chávez, el crecimiento del PIB percápita fue en promedio de un 2.7 y
la economía creció (5.7% en 2012) pese a la crisis provocada por el paro
petrolero de 2002- 2003 y los efectos de
la crisis mundial iniciada en 2008. Hoy Venezuela tiene un superávit comercial
más de 34 mil millones de dólares, un superávit en la balanza de pagos de de 11 mil millones y una reserva en el Banco
Central de 36. 4 mil millones. Pese al
fenómeno inflacionario, la hiperinflación es un escenario remoto. Y algo que no se ha mencionado en los medios:
la pobreza cayó en un 20% en el 2012, la reducción más importante en toda América y una de las más importantes
en el mundo.
Por todo lo anterior al
analista desprejuiciado no le resulta extraño lo que revela el Informe 2013 del
Latinbarómetro: en sus encuestas el apoyo a la democracia por parte de los venezolanos registra el
mayor aumento en toda Latinoamericana
con 16 puntos de aumento desde 2002,
seguido por el Ecuador con
13. El 87% de los venezolanos declararon
apoyar a la democracia como la mejor forma de gobierno y su respuesta según Latinbarómetro refleja que
“la población se siente incluida en la ciudadanía política y social, que son
bienes intangibles de gran poder en la región que dibujan la visión de sus
democracias de muchos pueblos. Chávez le dio al pueblo venezolano bienes
políticos de los que carecía”.
El gran reto de Nicolás
Maduro es darle continuidad a todo este legado. Al parecer está ganando la
batalla por la legitimidad y tiene grandes posibilidades de ganar la guerra por
la economía.
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