Enemigos de
nuestros pueblos, en cada país hay Mitres y Edwards que vierten veneno a
raudales contra Venezuela y contra los líderes, fuerzas y gobiernos que luchan
por la segunda independencia de América Latina.
Ángel Guerra Cabrera / La pupila insomne
La guerra mediática es una de los frentes de batalla contra los cambios en América Latina. |
La Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual entró en plena vigencia en Argentina al
declarar la Corte Suprema su constitucionalidad cuatro años después de ser
aprobada por ambas cámaras del Congreso. La ley, según encuestas, tiene el
apoyo de la mayoría de la población argentina y su aplicación es exigida por
activistas y organizaciones que abogan por la democratización de la
información. Su refrendo constitucional ha sido recibido con el mayor regocijo
entre sus homólogos de América Latina y el Caribe.
La dilatada
sentencia del máximo órgano judicial puso fin a un prolongado pugilato del
grupo oligopólico multimedia Clarín (suerte de
Televisa rioplatense por su control de la pantalla chica pero poseedor
también del diario de igual nombre con un tiraje de medio millón de ejemplares)
ante complacientes tribunales, que hasta hace unos días había logrado paralizar
la entrada en vigor de la ley a la vez que recrudecía sus descocadas calumnias
e improperios contra el gobierno kirchnerista, apoyado por la jauría
mediática local e internacional del Pentágono y la CIA.
Destacadamente,
los diarios de la Sociedad Interamericana de Prensa, sus hermanos gemelos
madrileños, CNN en español
y sus homólogas de los países de América Latina. Merece mención especial en
esta comparsa el diario bonaerense La Nación, perteneciente a la
oligárquica dinastía Mitre desde hace dos siglos así como el conglomerado de
medios que ha llegado a amasar. La Nación es célebre por su
hoja de servicios en pro del imperio británico y la libertad de comercio así
como su odio feroz a las ideas de confederación latinoamericana de
Bolívar, San Martín y Artigas. Más recientemente, al igual que Clarín,
practica el mismo servilismo ante Washington y una rabiosa hostilidad contra
los gobiernos y movimientos que se oponen a las políticas neoliberales.
Ambos se
revolcaron en el lecho con las sangrientas dictaduras militares de los setentas
de las que fueron fervientes defensores. Más aún, la justicia argentina
ha abierto una causa contra ellos por existir evidencias de que aprovecharon
sus estrechos nexos con las juntas militares fascistas para apoderarse del
pingüe negocio de la empresa Papel Prensa, propiedad del Grupo Graiver. Esa
empresa controla la distribución del papel periódico y en manos de estos grupos
se ha convertido en un temible instrumento de chantaje contra los diarios de
provincia. Según fiscales federales pudieron haber existido delitos
de “lesa humanidad” en el traspaso accionario de Papel Prensa, presuntamente
realizado mediante presiones, amenazas, secuestros y torturas que sufrieron
integrantes del citado grupo, entre ellos la viuda de David Graiver, Lidia
Papaleo (http://tiempo.infonews.com/notas/clarin-y-nacion-complices-de-dictadura-opositores-democracia).
Pero no
sólo en Argentina se cuecen habas. Al otro lado de la cordillera, en Chile,
otro santo varón y jefe del clan oligárquico propietario desde el siglo 19 del
diario El Mercurio está en apuros con la justicia. El Mercurio
goza de merecida reputación por su obsecuencia ante la política imperialista de
Inglaterra en esa época como luego ante la de Estados Unidos así como su
congénita postura contra las causas populares.
Hete aquí
que el actual patriarca del emporio mediático, don Agustín Edwards, es
investigado por el juez Mario Carroza como parte de una indagación mayor sobre
la participación de El Mercurio y sus diarios afiliados en la Operación
Colombo, enmarcada dentro de la Operación Cóndor para encubrir la desaparición
forzada en Argentina de 119 opositores a la dictadura de Pinochet.
De Edwards
está documentado un largo historial de colaboración con la CIA antes, durante y
después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1993 contra el
presidente Salvador Allende. Ante el juez Carroza reconoció su vínculo con la
CIA y haber sostenido una reunión inmediatamente después de la toma de posesión
de Allende con los entonces secretario de Estado Henry Kissinger y director de
la CIA Richard Helms, pero negó toda participación en el golpe. El
prestigioso investigador Peter Kormbluth demuestra lo contrario en esta
entrevista: http://www.elmostrador.cl/pais/2013/10/04/edwards-presiono-a-estados-unidos-por-un-golpe-militar/.
Enemigos de
nuestros pueblos, en cada país hay Mitres y Edwards que vierten veneno a
raudales contra Venezuela y contra los líderes, fuerzas y gobiernos que luchan
por la segunda independencia de América Latina.
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