La lucha
ahora es para reconquistar la democracia, incluso la de baja intensidad, a fin
de evitar la disolución del lazo social que nos permite convivir mínimamente.
De lo contrario, entraremos en el caos y en la barbarie como se nota en algunos
lugares en Brasil de gran violencia.
Leonardo Boff
/ Servicios Koinonia
La
democracia en nuestro país y en general en el mundo está sufriendo una
peligrosa erosión. Juez de Derecho de Río de Janeiro y profesor universitario,
Rubens Casara fue uno de los primeros en denunciar la aparición de un «Estado
post-democrático», es decir, un «Estado» (si es que lo podemos llamar así) que
rompe con el pacto social configurado en la constitución y por las leyes, y se rige
por el autoritarismo, por la arbitrariedad y la violencia en relación con la
sociedad, especialmente hacia los más vulnerables. En Brasil, lentamente, está
sucediendo eso. Un Supremo Tribunal Federal sin capacidad, y ajeno a la
gravedad de lo que está ocurriendo, deja pasar todo, incluso la violación del
sagrado precepto de la presunción de inocencia hasta la comprobación de la
materialidad del crimen (caso Lula).
La lucha
ahora es para reconquistar la democracia, incluso la de baja intensidad, a fin
de evitar la disolución del lazo social que nos permite convivir mínimamente.
De lo contrario, entraremos en el caos y en la barbarie como se nota en algunos
lugares en Brasil de gran violencia.
No
dejaremos de reclamar, como lo hacen los movimientos sociales de base,
una democracia participativa y popularo una democracia
comunitaria, que los andinos nos están enseñando con su ideal del
«buen-vivir» y del «buen-convivir», inaugurando por primera vez en el mundo el
constitucionalismo ecológico, al insertar en la Ley Mayor los derechos de la
naturaleza y de la Madre Tierra (Pacha Mama). Con ello anticipan lo que será
seguramente el nuevo pacto natural, articulado con el pacto social de la futura
sociedad mundial –si no la destruimos antes–.
Recordemos
siempre las lecciones del gran jurista y filósofo Norberto Bobbio, con su democracia
como valor universal, valor a ser vivido en la familia, en la comunidad, en
la escuela, en los sindicatos, en los partidos y en el Estado. Murió con una
profunda frustración frente a la violencia del terrorismo, –hasta terrorismo de
Estado– en Estados Unidos.
No podemos
abandonar el sueño del gran amigo de Brasil Boaventura de Souza Santos con
su Democracia sin fin. Es sin fin porque es un proyecto abierto,
que puede ser siempre enriquecido, cuanto mayor sea la participación humana y
la responsabilidad que los ciudadanos van asumiendo en la construcción del bien
común y del buen vivir y convivir, redefiniendo sus relaciones hacia la
naturaleza en forma de sinergia, de cooperación y de cuidado.
Además, la
democracia como sistema abierto hace que podamos estar caminando hacia
una superdemocracia planetaria, en las palabras del gran asesor de
Mitterrand, Jacques Attali (cfr. Una breve historia del futuro,
2008). Esta forma de democracia será la alternativa salvadora frente a un
superconflicto que, dejado a su libre curso, podrá poner en peligro la
permanencia de la especie humana. Esta superdemocracia resultará de una
conciencia planetaria colectiva que se da cuenta de la unidad de la especie
humana, viviendo en una única Casa Común, en el planeta Tierra, pequeño, con
bienes y servicios naturales escasos, superconsumista y superpoblado y
amenazado por los cambios climáticos que están afectando a la biosfera, a la
biodiversidad y a nosotros mismos.
La Carta
de la Tierra utiliza dos expresiones que señalan el nuevo paradigma de
civilización: alcanzar “un modo de vida sostenible” (nº 14) y “la
subsistencia sostenible de todos los seres”. Aquí emerge un diseño
ecológico, es decir, otra forma de organizar la relación con la naturaleza,
el flujo de las energías y las formas de producción y de consumo que atiendan a
las necesidades humanas, que nos permitan ser más con menos y que favorezcan la
regeneración de la vitalidad de la Tierra.
Por fin, yo
por mi parte, fruto de los estudios en cosmología y ecología, he propuesto
una democracia socio-ecológicaque representaría el punto más
avanzado de la integración del ser humano con la naturaleza. Ella se
inscribiría dentro del nuevo paradigma cosmológico que ve la unidad del proceso
cosmogénico dentro del cual se sitúan también la naturaleza y la sociedad y
cada persona individualmente.
Será una civilización biocentrada la que devolverá el
equilibrio perdido a la Madre Tierra y la que garantizará el futuro de nuestra
civilización. Todos, y la naturaleza entera, seremos ciudadanos que habitarán
cuidadosa y jovialmente la Casa Común.
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