En la agenda de agresión contra
Venezuela y Nicaragua, la migración masiva que pone en riesgo la seguridad de
los países vecinos, que amerita planes de contingencia internacionales que
implican a la ONU y sus agencias y a la OEA, es el punto del día.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Nikki Haley, embajadora de EE.UU en la ONU. |
Los Estados Unidos acusaron de
dictaduras totalitarias y gobiernos desestabilizadores de la región a Venezuela
y Nicaragua en el Consejo de Seguridad de la ONU. A Nicaragua, la embajadora
Nikki Haley le vaticinó que va camino de convertirse en otra Venezuela y,
acorde con la etapa actual de su estrategia desestabilizadora regional, que
está a las puertas de un éxodo como el de Venezuela.
En este sentido, la señora Haley llega
un poco tarde porque hace ya más de dos meses el gobierno costarricense viene
estableciendo planes de contingencia para atender lo que en el país se cataloga
de “avalancha de nicas”, la mayoría de
ellos –dice- perseguidos políticos.
El estado de histeria que generó estos
anuncios entre la población motivó una reacción xenofóbica en redes sociales
que, al final, se expresó en una marcha xenofóbica en el centro dela capital
del país, San José, en donde no solo se corearon consignas sino que además se
agredió a algunos nicaragüenses.
Se trata, como en el caso de Venezuela,
de una opinión pública exacerbada por una campaña internacional que magnifica
los hechos y pretende generar un estado de cosas que propicie la intervención
para poner las cosas en orden.
Los nicaragüenses han migrado a Costa
Rica desde hace décadas, al punto que las inciertas estadísticas registran,
desde antes del mes de abril de este año, que posiblemente entre un 5% y un 10%
dela población del país es de ese origen.
Después de los acontecimientos
desencadenados a partir del 18 de abril en Nicaragua, los medios de
comunicación empezaron a dar cuenta de las largas filas de nicaragüenses que se
formaban en las oficinas de migración, y el gobierno informó que había
acondicionado albergues para recibir a quienes migraban por razones políticas o
por el “descalabro económico” en el que había caído el país vecino a raíz de
las protestas pero, especialmente, por los bloqueos o tranques de carreteras.
Nadie parece querer escuchar, sin
embargo, la voz autorizada de la directora de migración de Costa Rica, que en
repetidas ocasiones ha dicho a los medios que, de todos esos que actualmente
piden ser clasificados con refugiados, entre un 80% y un 90% son personas que
ya se encontraban en el país, y que deseando regularizar su condición, se hacen
pasar por emigrados con tintes políticos recientes.
Con Venezuela pasa otro tanto. Muchos de
los nuevos emigrados hacia Colombia son colombianos que ya vivían en Venezuela,
algunos desde hace muchos años, que se han naturalizado venezolanos, han tenido
hijos y que ahora, ante las innegables condiciones económicas apremiantes,
regresan a su país.
Ya se registran, además, repetidos casos
de venezolanos que solicitan retornar a su país luego de haber caído en cuenta
del engaño del que han sido objeto al ser discriminados y hasta agredidos
físicamente en el extranjero.
En la agenda de agresión contra
Venezuela y Nicaragua, la migración masiva que pone en riesgo la seguridad de
los países vecinos, que amerita planes de contingencia internacionales que
implican a la ONU y sus agencias y a la OEA, es el punto del día. Antes fueron
las guarimbas o tranques, las condenas por violación de derechos humanos contra
manifestantes “pacíficos” que, sin embargo, se paseaban a vista y paciencia con
bombas molotov y morteros artesanales al hombro, o quemaban en la vía pública a
sandinistas o a quienes parecían chavistas (por el color de su piel y su vestimenta humilde).
Aunque siempre hay títeres locales,
generalmente de países vecinos, que se prestan a adicionar elementos al
tinglado actual que pone el grito al cielo por las migraciones desde las
“dictaduras totalitarias”, el que maneja todo tras bambalinas, como siempre,
son los Estados Unidos. Así lo hizo con Guatemala en 1954, con Cuba en los años
sesenta, con Honduras en 2009 y paremos de contar para no cansarnos.
Deberíamos de haber escarmentado.
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