Ximena de la Barra / Para
Con Nuestra América
Desde Chile
"La vida es eterna, en cinco minutos"1
Cuarenta y cinco años atrás, un 16
de Septiembre, en el centro de detención, tortura y exterminio del Estadio
Chile2 caía el cantautor chileno Víctor Jara, solo 5 días después
que su Compañero Salvador Allende y una semana antes que el poeta Pablo Neruda.
Lo mataron 44 balas con las que lo acribillaron los esbirros de la Dictadura.
Querían asegurarse que estuviera bien muerto y para siempre. Al igual que como
quisieron asegurarse antes de matarlo, de que no volvería a cantar,
destrozándole las manos con las que acompañaba su canto en la guitarra. “Mis
manos son lo único que tengo, mis manos son mi amor y mi sustento”.3
Los torturadores y asesinos no
lograron ninguno de esos dos propósitos. La música y los versos de Víctor Jara,
siguen recorriendo el mundo, su voz se escucha aún en la memoria de los
pueblos, y muy especialmente en la del pueblo chileno. Todos los años en
Septiembre en Chile se hace el Festival de Mil Guitarras al que acuden a
homenajearlo músicos de varias partes del mundo. La bailarina y coreógrafa
británica Joan Turner de Jara, su viuda, ha dicho que esta ola de solidaridad le
parece a ella como “un milagro humano”.
Como acostumbra a hacerlo, y en
los mas diversos lugares del mundo, el viernes pasado, Víctor Jara volvió a
renacer en Madrid. En el salón de actos del Sindicato Unión General de
Trabajadores (UGT) se reunieron unas 300 personas a rendirle homenaje bajo el
lema El Derecho a Vivir en Paz4. Gozamos escuchándolo una vez mas en
las voces y las guitarras de José María Alfaya, Cristina Narea, Myriam Quiñones
y Alfredo Becker, este último fungiendo de maestro de ceremonias con un relato
conmovedor y una impecable y emotiva selección de canciones y anécdotas. Entre
otras alegrías, pudimos recuperar la legendaria y cinematorgráfica sonrisa de
Víctor, proyectada en la pantalla.
El lugar, la sede de una gran
sindicato, estaba escogido a la medida para lo que representa el cantautor. No
solo por su origen en el seno de una familia campesina, pobre, sin tierra, sino
además por su condición de niño trabajador, por su labor de recopilación
histórica en fabricas y poblaciones “callampa”5., Víctor Jara no
sólo era conocedor del pueblo al cual pertenecía, sino que además sabía
interpretar sus anhelos y esperanzas. Por aquellos años, así como no había ni
obrero ni campesino que no conociera la poesía de Pablo Neruda, la música y las
palabras de Víctor eran patrimonio de todos. Lo mismo ha ocurrido entre las
gentes humildes en otras latitudes donde su figura se ha constituido en un
referente internacional de la canción de denuncia y de los pueblos en lucha. Su
voz revive una y otra vez en la lucha social, donde quiera que surja.
Siendo un artista polifacético:
músico, folklorista, investigador, recopilador, compositor musical, cantautor,
mimo, poeta, profesor y director de teatro, director de grupos musicales,
coreógrafo, productor de eventos culturales, y activista político, se ha
constituido además como un referente ético para un publico que lo premia con su
cariño incondicional. De todos los géneros en que destacaba, su legado
principal y universal está en la música. “No creo que ser cantor
revolucionario signifique sólo cantar canciones políticas. Profundamente
revolucionario es salvar los valores de nuestros pueblos de la penetración
imperialista. El canto mapuche, el canto quechua, el canto aymará, tienen
tareas que cumplir en las transformaciones de nuestro continente”.6
En el Chile de finales de la
década de los sesenta y comienzos de los años 70, su actividad artística era
parte de un proyecto cultural y social reivindicativo y él, uno de los artistas
más relevantes del movimiento músico-social llamado “Nueva Canción
Chilena” Estos artistas no competían
entre si por la audiencia, sino que colaboraban en un proyecto común. “Mi
canto es una cadena sin comienzo ni final y en cada eslabón se encuentra el
canto de los demás”.7 Hicieron campaña política por la candidatura de
Salvador Allende. Pusieron música a las 40 primeras medidas del futuro gobierno
popular y recorrieron el país cantando en barriadas y fabricas.
No es de extrañar entonces de que
al luchar por la reivindicación social de las clases más desposeídas,
constituyeran un peligro para la Dictadura que se impuso a sangre y fuego,
dando trágico fin a los mil días del gobierno popular. El asesinato de Víctor
Jara lo transformó en un símbolo de los mártires por la libertad y la
democracia. Por aquel entonces corríamos graves riesgos al escucharlo o al
tener sus discos entre nuestras pertenencias. Pero él estaba y sigue estando
grabado en nuestra memoria.
El pacto de silencio de los
militares han entorpecido seriamente la investigación de este crimen. Cuarenta
años después de su muerte, el Estado Chileno recién solicitaba la extradición
desde los Estados Unidos de su torturador y autor del primer disparo, el ex
militar Pedro Barrientos, quien hasta hoy permanece en rebeldía. Hubo que
esperar cinco años mas para que se hiciera justicia con la condena de nueve
militares – Barrientos en ausencia - por el secuestro, asesinato y la
complicidad que llevó a estos hechos. Sin embargo, no cabe duda de que ellos no
son los únicos culpables, sino la mera mano ejecutora.
Cientos de testigos entre sus
compañeros de la Universidad Técnica y del infierno que fue el Estadio Chile,
además de pobladores de Lo Espejo, han puesto alguna luz para determinar los
hechos.
El 11 de Septiembre, a pesar de
las alarmantes noticias, como cualquier otro militante Comunista o de un Comité
de Unidad Popular, Víctor se dirigió a defender su lugar de trabajo. La noche
entre el 11 y el 12, vigente el toque de queda, Víctor permaneció en las
dependencias de la entonces Universidad Técnica del Estado, donde enseñaba,
abrazado a su guitarra para compartir con ella sus penas. Ya se sabía que
Allende había muerto. La Universidad estaba siendo sitiada y asediada por los
militares y se disparaban ráfagas de arma larga sobre estudiantes profesores y
trabajadores desarmados. No hubo resistencia posible.
El día 12 se produjo el
allanamiento. Se emplearon obuses y ametralladoras contra el centro educativo.
El Rector Enrique Kirberg, intentando salvar vidas y accediendo a la demanda de
los asaltantes, sacó una bandera blanca de rendición. Como el resto de sus
compañeros, Víctor fue obligado a permanecer largas horas tendido en el suelo
con las manos en la nuca, bajo los golpes de los militares.
Al finalizar el día fueron
trasladados al Estadio Chile. Víctor fue reconocido, no solo por sus compañeros
quienes intentaron cobijarlo, sino también por sus carceleros que se ensañaron
con el. En todo momento recibió un brutal y sistemático “tratamiento especial”
que terminó primero con sus manos y finalmente con su vida cuatro días mas
tarde. Su ultimo verso, sacado del Estadio Chile por un compañero que logró
sobrevivir, denuncia el horror de esos momentos. Comienza así:
“Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!”
En la mañana del domingo 16 de
septiembre, el cadáver de Víctor Jara fue lanzado en un terreno baldío cercano
a la línea férrea, al exterior de uno de los muros que rodean el Cementerio
Metropolitano al Sur de Santiago8, donde en los días posteriores fue
reconocido por pobladores de Lo Espejo y llevado a la Morgue de Santiago.
Héctor Herrera, funcionario del Registro Civil que fue llevado al depósito para
prestar ayuda ante el desbordamiento del servicio, también lo reconoció pero
guardé silencio. Para salvarlo de la
fosa común y de una eterna condición de desaparecido, Herrera arriesgó su vida
avisándole a su viuda y acompañándola a depositar sus restos en un nicho
humilde en un funeral casi clandestino.
En junio de 2009 se exhumaron por
orden judicial los restos mortales de Víctor Jara para la realización de un
estudio que determinara las causas precisas de la muerte. Finalizados los estudios forenses en noviembre de
2009, se realizó un acto de homenaje, del 3 al 5 de diciembre, permaneciendo
los restos mortales del artista en la sede de la Fundación Víctor Jara. Recibió
final sepultura en el Cementerio General de Santiago acompañado por una
procesión fúnebre de miles de personas, encabezadas por Joan y sus dos hijas,
Manuela y Amanda.
Este segundo funeral, fue uno de
los homenajes mas emotivos y cargados de amor en que me ha tocado participar y
que me ha causado un impacto emocional profundo y duradero. Un puñado de
compañeros nos dirigíamos al Galpón de la Fundación Víctor Jara, frente a la
Plaza Brasil en Santiago, a acompañar a Víctor. Al bajarnos del metro en la
estación Cummings, aunque aun estábamos a una distancia importante, comenzamos
a ver un gentío y a escuchar una suerte de cacofonía que se hacía
progresivamente mas estridente. En cada esquina, en cada rincón, bajo cada
árbol frondoso, ensayaba un grupo musical esperando su turno para entrar al
Galpón. Nos tomamos de la mano para no separarnos en la multitud. Al llegar
encontramos una fila interminable de personas como nosotros, esperando.
Diabladas9 del Norte chileno bailaban sin descanso frente a la
puerta de la Fundación.
Cuando finalmente pudimos entrar,
el espectáculo era inimaginable. Bien digo espectáculo porque se trataba de una
gran fiesta popular alegre, colorida y estrepitosa en un escenario humilde.
Solo cabíamos las personas. Las flores hubo que redirigirlas a un espacio
contiguo. En el centro estaba el féretro con los restos de Víctor envueltos en
el chamanto que le tejera Angelita Huenumán10, custodiado en un
primer circulo por la guardia de honor de las Juventudes Comunistas. El segundo
círculo lo formábamos quienes de día y de noche circulábamos a su alrededor en
homenaje silencioso, en un diálogo mudo con Víctor, lleno de admiración y
respeto, algunos entregándole un regalito, un pequeño símbolo de lucha, una
flor. El tercer y mayor de los círculos estaba constituido por los conjuntos de
artistas que circulaban a su alrededor en sonoro homenaje musical y teatral.
Mientras caminábamos por el
segundo circulo, nos tocó ver a un conjunto callejero bailando y tocando
instrumentos de bronce. Se trataba del joven conjunto Conmoción. Cuando estos
salieron, apareció una legión de organilleros y chinchineros11 desbordando
la fiesta con su música y su baile. No podía haber habido una manifestación mas
clara de que Víctor Jara era un artista popular y amado por su pueblo.
Pasados esos 3 días, esa
multitudinaria comparsa lo acompaño al Cementerio General. Hasta el día de hoy, la demanda popular por
la verdad y justicia para el artista y para todos los detenidos, desaparecidos
y ejecutados políticos de Chile, continúa. Con ella el mensaje de Víctor,
siempre cargado de ternura y con algo de premonitorio. El fue como su canto
porque murió cantando las verdades verdaderas.
“Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.
Tiene corazón de tierra
y alas de palomita,
es como el agua bendita
santigua glorias y penas.
Aquí se encajó mi canto
como dijera Violeta12
guitarra trabajadora
con olor a primavera.
Que no es guitarra de ricos
ni cosa que se parezca
mi canto es de los andamios
para alcanzar las estrellas,
que el canto tiene sentido
cuando palpita en las venas
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces
ni las famas extranjeras
sino el canto de una lonja
hasta el fondo de la tierra.
Ahí donde llega todo
y donde todo comienza
canto que ha sido valiente
siempre será canción nueva.”
Manifiesto13, Víctor Jara,1973
Notas:
1. “Te Recuerdo Amanda”,
Víctor Jara, 1969
2. Estadio Chile ahora llamado
Estadio Víctor Jara donde se realiza el Festival de Mil Guitarras con el
objetivo “unir lo que nunca debe estar separado: el arte y la memoria, aquello
que nos llama a seguir trabajando por toda la verdad y la justicia pendientes
en nuestro país.” (Cristian Galaz, Director Fundación Victor Jara)
3. “Lo
Único que Tengo”. Víctor Jara,1972. Incluido en el long play “La
Población”
4. Título de una canción que
Víctor dedicó a Ho Chi Min y a la lucha del pueblo vietnamita.
5. Población callampa: población
informal, ilegal y precaria. Conocida es la investigación que Víctor realizó
recopilando testimonios de los pobladores en Herminda de la Victoria en los
cuales basaría su disco “La Población” (1972).
6. Víctor Jara. “El Rol del
Artista”. Fundación Víctor Jara
7. “Canto Libre”. Víctor
Jara, 1970
8. Este muro del Cementerio
Metropolitano fue declarado Sitio Histórico en 2015
9. La diablada es una danza
religiosa, católica y de imagen, donde los bailarines se deshumanizan para
interpretar personajes teológicos cristianos. Es uno de los bailes más
representativos del norte grande chileno, y se identifica particularmente con
la Fiesta de la Tirana. Su origen se remonta a la Europa medieval,
considerándose la reminiscencia de un antiguo auto sacramental religioso
español. Entre sus participantes, diablos y cholas.
10. “Angelita Huenumán” Víctor
Jara, 1970. Se refiere a una campesina y tejedora mapuche con la que
Víctor hizo amistad en el Sur de Chile. Entre esos versos, de ella dice la
canción:
“Teje Angelita su vida
Sus manos bailan en la hebra
Como alitas de chincol
Es un milagro como teje
Hasta el aroma de la flor
En tus telares Angelita
Hay tiempo, lágrima y sudor
Están las manos ignoradas
De este mi pueblo creador”
11. Organillero: Artista urbano,
callejero e itinerante, que recorre con un organillo las calles de la ciudad.
Girando la manivela interpreta un repertorio que incluye: foxtrot, valses,
cuecas, tangos, paso-dobles, jotas, marchas. En la actualidad es considerado
como un oficio patrimonial intangible, reconocido por el Consejo de la Cultura
y las Artes de Chile.
Chinchinero: Lleva en su espalda
un bombo con parche para lado y lado más un tira-pié que controla unos
platillos de hi-hat. Inspirado en el hombre orquesta, nace bajo el alero del
organillo y tradicionalmente es un fiel compañero. La palabra es chinchinero es
semi onomatopéyica porque alude al sonido rítmico que emite el platillo atado a
su pié al tiempo que baila: chin-chin...chinchin, chinchinero.
12 Víctor se refiere a la canción de Violeta Parra (1960), “Yo
Canto a la Diferencia” que dice:
“Yo canto a la chillaneja si tengo que decir algo,
Y no tomo la guitarra, por conseguir un aplauso,
Yo canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso,
De lo contrario no canto.”
12. Texto que apareció en la
Revista Ritmo del 25 de Septiembre de 1973, bajo el título “Los folkloristas
hablan de los valores patrios”
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