El acelerado crecimiento en la intención de voto
del candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando
Haddad, confirma el acierto de la táctica electoral del expresidente Luiz
Inácio Lula da Silva quien, paradójicamente comanda las elecciones aún
encarcelado (desde hace 170 días) y amordazado como preso político.
Juraima Almeida / ALAI
El proceso electoral de
este año se presenta inestable y la incertidumbre que marca la situación electoral
es una consecuencia de la judicialización de la política y la polarización
ideológica, coinciden los analistas, resultado de un juicio político traumático
y una recesión prolongada, con la imposición de una agenda que no fue siquiera
sufragada en las urnas pero sí impuestas por el establishment.
La más reciente encuesta
del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope), señala que
Haddad alcanza ya un 19 por ciento de intención de voto, un crecimiento de 11
puntos respecto al sondeo anterior, y es aventajado solo por el aspirante de la
extrema derecha Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL) estancado en
el 28%.
Muchos analistas creyeron
que al llevar hasta el límite la defensa de la candidatura del ex dignatario
brasileño el PT cometía una locura, en el supuesto de que sin el líder
histórico del PT la esperanza y la perspectiva de vuelta de los buenos tiempos
fenecen y las élites se agigantan.
Fernando Haddad, descartó
la posibilidad de otorgar un indulto al encarcelado Lula, su mentor político,
si gana las elecciones del 7 de octubre. "Lula no va a abandonar la
defensa de su inocencia. Él es el primero en decir 'no quiero favores, quiero
que los tribunales brasileños y los foros internacionales reconozcan que fui
víctima de un error judicial”, explicó.
Haddad y
Bolsonaro hacia la segunda vuelta
Hay cinco candidatos
competitivos, pero sólo dos proyectos en disputa. Por un lado, un proyecto de
continuidad del gobierno golpista de Michel Temer, con el apoyo de Bolsonaro,
Alckmin y Marina Silva, y por el otro, un proyecto de recuperación de desarrollo
que dialoga con las expectativas del electorado, verbalizadas por Ciro Gómez y
Fernando Haddad. La duda es si la racionalidad del debate de propuestas pueda
ser sustituida por la irracionalidad del embate de temperamentos.
El sondeo de Ibope
ratificó que detrás de Bolsonaro y Haddad se sitúan, a distancia, Ciro Gomes,
del Partido Democrático Laborista (PDT) con 11% de intención de voto; el
aspirante del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) Geraldo Alckmin
(7) y Marina Silva, de Red (6). Luego vienen Alvaro Dias (Podemos), Joao Amoedo
(Partido Nuevo) y Henrique Meirelles, del gobernante Movimiento Democrático
Brasileño (MDB), todos con 2% de apoyo de los votantes.
El Cabo Daciolo
(Patriota) alcanza el 1%; Vera Lúcia, del Partido Socialista de los
Trabajadores Unificado (PSTU), Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y
Libertad (PSOL), Joao Goulart Filho, del Partido Patria Libre (PPL) y Eymael,
de la Democracia Cristiana (DC) no alcanzan la unidad en el porcentaje de
intención de voto.
En simulaciones para un
eventual segundo turno, Haddad y Bolsonaro empatan con un 40 por ciento de
apoyo para cada uno. Bolsonaro también alcanza un empate técnico con Gomes
(39-40), mientras si la decisión final fuera frente a Alckmin ambos
conseguirían un 38 por ciento de los sufragios. El único caso en que el
ultraderechista saldría vencedor por 41-36 sería de enfrentar en segunda vuelta
a Marina Silva.
El Tribunal Superior
Electoral (TSE) negó el martes diez recursos promovidos por la campaña del
candidato ultraderechista contra las inserciones publicitarias de Geraldo
Alckmin en radio y televisión (donde critican la posición de Bolsonaro contra
las mujeres) y un recurso contra a campaña del PT en televisión, que usó
imágenes de Lula.
Juegan al
caos social
Según varios analistas,
las cúpulas del Poder Judicial y de la Fiscalía están apostando al caos,
incentivado una grave y explosiva crisis social y coinciden en que cualquiera
sea el resultado, la inestabilidad social y política, instalada a partir de
2013 y agravada desde el golpe de 2016, se extenderá en el período poselectoral
y en los años siguientes.
Aloysio Castelo de
Carvalho alerta que avanzará la tutela militar sobre el sistema político, sea
para moderar al PT como gobierno, o para morigerar la actividad del PT y de los
movimientos sociales como oposición a un gobierno derechista.
Recuerda el sociólogo que
la última manifestación militar de cuño político en el gobierno de Dilma
Rousseff –con gran repercusión en la opinión pública.- se produjo en agosto de
2015, con unas controvertidas declaraciones en oportunidad del Día del Soldado,
la hizo el general del Ejército Mourão, entonces jefe del Comando Militar del
Sur y hoy candidato a vicepresidente del excapitán del Ejército, Jair
Bolsonaro.
Para la sociólogo William
Nozaki, el “fenómeno Bolsonaro” puede ser clasificado como un "problema
social y sociológico" (una parte de la población brasileña realmente se
siente representada en el candidato), expresado en el tipo de relación que se
establece con la industria cultural, con las redes sociales digitales, con el
militarismo, con el neopentecostalismo, con la entrega de los recursos
naturales, y con los sectores de la sociedad que no les importa sacrificar la
democracia en nombre de privilegios y tradiciones.
La candidatura de
Bolsonaro se fertilizó en los últimos años por el clima de odio e intolerancia
que los medios de comunicación hegemónicos, liderados por el Grupo Globo, ha
instalado en un país donde el elector está hoy más politizado y está realizando
un cálculo electoral más racional y desconfiado que en otros momentos
El atentado contra
Bolsonaro conlleva impacto emocional, pero las consecuencias son menores sobre
el comportamiento de los electores, renuentes a la victimización y más atentos
a su discurso de odio e intolerancia. Además, agrega Nozaki, no se puede dejar
de lado la cizaña entre las fuerzas civiles y militares que están al frente de
la candidatura, que incluso pueden generar más y mayores inestabilidades.
Es necesario construir un
nuevo patrón de desarrollo capaz de articular de modo más orgánico cambios en
la estructura productiva y mejoras en la estructura social. Los principales
desafíos son los de reanudar el empleo, la inversión y el crecimiento, que son
condiciones esenciales para el ajuste de las cuentas públicas y para la
reanudación de una inserción externa marcada por debilidades menos comerciales
y las vulnerabilidades financieras.
*Investigadora
brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
(CLAE, www.estrategia.la )
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