Por primera
vez Haddad aparece liderando una encuesta, con el 22% de apoyo, Bolsonaro en
segundo lugar, con el 15%. La tendencia es la de un crecimiento sostenido de
Haddad hasta el 7 de octubre, día de la primera vuelta.
Desde que
Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT) definieron que había que
tener a Fernando Haddad como candidato a la presidencia de Brasil, para no
sufrir nuevas sanciones de parte del Superior Tribunal Electoral, todas las
atenciones se vuelcan hacia el proceso de trasferencia de votos de Lula hacia
Haddad. Si nadie tenía dudas de que Lula triunfaría en primera vuelta, en caso
de que pudiera ser candidato, las interrogantes son sobre cómo y cuándo el
caudal inmenso de votos de Lula se transfieren hacia Haddad.
Toda la
campaña del PT se concentra en la fórmula Lula es Haddad, Haddad es Lula. Es
una lucha en contra del tiempo (algo más que 20 días hasta la primera vuelta),
pero también en contra de la dificultad de información. Las encuestas hasta
ahora daban a Haddad niveles bajos de apoyo, las nuevas ya lo apuntan como el
candidato de Lula, tras su renuncia.
En esas
circunstancias, por primera vez Haddad aparece liderando una encuesta, con el
22% de apoyo, Bolsonaro en segundo lugar, con el 15%. La tendencia es la de un
crecimiento sostenido de Haddad hasta el 7 de octubre, día de la primera
vuelta.
Otros
síntomas confirman ese favoritismo. El así llamado “mercado” empieza a asumir
la posibilidad del retorno del PT al gobierno. Aunque el empresariado brasileño
se muestra todavía muy reacio a esa posibilidad, con la bolsa de valores con
caídas sostenidas y el dólar al alza que lo pone a un nivel superior al de 2002
(momento de la primera victoria de Lula), organismos financieros
internacionales se muestran más sensibles a encarar un gobierno de Fernando
Haddad.
Por otra
parte, los grandes periódicos conservadores empiezan a preguntarse qué
posiciones tendría Haddad, en caso de ser electo, sobre temas muy sensibles
para ellos, como el mismo modelo económico neoliberal, las privatizaciones, la
reforma tributaria, entre otros.
Otro elemento
nuevo es la declaración de Ciro Gomes, que compite con el PT desde el comienzo
de la campaña electoral, en la que señala que, en caso de que Haddad llegue a
la segunda vuelta, votará por él.
El PT, a su
vez, concentra las manifestaciones de Haddad en el nordeste de Brasil y en el
sudeste. La primera región, concentra el mayor apoyo a los candidatos del PT,
así como la más grande cantidad de gobernadores que apoyan a Haddad. El sudeste
porque, al contrario, siendo una región con una gran cantidad de electores, es
donde el PT tiene los peores resultados.
Mientras
tanto, la derecha se ve envuelta en una situación que se asemeja a un suicidio
político. No ha logrado tener un candidato que se valiera del sentimiento de
rechazo de la política y de los políticos, teniendo que atenerse a candidatos
de la vieja política. Aun así, entre estos, el representante del PSDB, el
exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, que ya había sido el candidato
derrotado por Lula en 2010, no logra despegar, quedando a nivel de 5% de las
preferencias en las encuestas.
El candidato
de la extrema derecha, Jair Bolsonaro, es el que ocupa el segundo lugar en las
encuestas, pero que tiene a su haber tanto el problema de que sus posiciones
extremistas le ponen un límite a su crecimiento, como el extraño atentado que
sufrió que lo ha dejado fuera de la campana, sin que se sepa realmente cuándo
podrá retomar las actividades electorales, si es que lo puede hacer. Una
probable segunda vuelta entre Haddad y Bolsonaro planteará difíciles opciones
para Fernando Henrique Cardoso y su partido, el PSDB, así como para otros
candidatos que pretenden no ser asimilados por las posiciones de Bolsonaro.
El escenario
se muestra así muy favorable a una victoria de Fernando Haddad en las
elecciones de octubre, haciendo con que el PT vuelva al gobierno de Brasil. De
confirmarse esta posibilidad, el nuevo gobierno tendrá que enfrentar una pesada
herencia, marcada por la recesión económica y el desempleo, y el desmonte del
Estado, tanto en el patrimonio privatizado, como en los recursos para políticas
públicas. La deuda acumulada por el gobierno de Temer es gigantesca, los
desempleados son alrededor de 27 millones de personas, los recursos para
políticas sociales están congelados por 20 años.
De ahí que el
planteamiento de Lula de la necesidad inmediata de un referendo revocatorio
para consultar a la población sobre el paquete de medidas impuesto por el
gobierno Temer sea la primera prioridad del nuevo gobierno. Dependiendo de la
fuerza parlamentaria que tenga, el PT se plantea también la posibilidad de la
convocatoria de una Asamblea Constituyente, que incluya la democratización de
los medios, del Poder Judicial, así como una profunda reforma tributaria, entre
otras medidas.
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