El
peligro que significa para la región el “renacimiento” de la Doctrina Monroe,
tras la aparente acta de defunción que había firmado Barack Obama, muestra que
los poderes imperiales están dispuestos a todo para sostener su primacía en
América Latina y el Caribe.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Al
intentar resucitar la doctrina Monroe como instrumento para desarrollar su
política exterior hacia América Latina, el gobierno de Donald Trump pretende
retrotraer la historia para colocarla en el mismo lugar que estaba en 1823
cuando dicho paradigma fue enunciado por el presidente estadounidense James
Monroe, bajo la premisa de que América era para los americanos. Aunque el mundo
ha cambiado y ya hoy no es Gran Bretaña el enemigo que amenaza la hegemonía
estadounidense en la región, el gobierno de Estados Unidos sigue visualizando
adversarios que le ponen obstáculos para controlar sin corta pisas la única
región del mundo en la que aún conserva amplios espacios de dominio, sobre todo
a partir de los últimos tres años.
El ex
secretario de Estado Rex Tillerson puso el tema sobre el tapete al “denunciar”
la creciente presencia de China y Rusia, bajo el argumento de que solo Estados
Unidos es amigo natural de los países latinoamericanos y caribeños. En el
discurso que hiciera el 1° de febrero en la Universidad de Texas en Austin, fue
de la opinión que la Doctrina Monroe era “tan relevante hoy como lo fue el día
de su escritura”, agregando más adelante, -al mencionar a China y Rusia- que “América Latina no
necesita nuevos poderes imperiales”.
Más
recientemente, el pasado mes de agosto, durante la visita del secretario de
Defensa James Mattis a cuatro países del sur del continente que mantienen una
política subordinada a Estados Unidos, el jefe del Pentágono se permitió reiterar
lo dicho seis meses atrás por su colega de gabinete. Con el agravante de que
ahora la retórica emana de quien encarna el poder militar de la nación más
poderosa y agresiva del planeta, Mattis afirmó que “se han visto poderes
externos actuando en Latinoamérica” en clara referencia a China y Rusia.
En el
caso de China, la preocupación de Estados Unidos viene dada por su creciente
minusvalía económica, financiera y comercial en la región frente a una
actividad en dirección contraria del gigante asiático. Por ejemplo, entre 2000
y 2017 las exportaciones estadounidenses hacia América Latina disminuyeron del
50% del total a un 33%, mientras que en el mismo lapso las provenientes de
China crecieron de un 3% a un 18%. Sin embargo, las reducciones presupuestarias
en Estados Unidos, no involucraron al gasto militar, el cual se elevó para el
2019 hasta 686 mil millones de dólares, lo que al ser sumado con los gastos de
inteligencia no adjudicables al Pentágono, alcanzan una cifra cercana al billón
de dólares, lo que hace -según el analista chileno Hugo Fazio- que el monto
consignado en la presentación de la Casa Blanca sea “el mayor en términos
relativos con relación al presupuesto total de toda la historia del Pentágono”
permitiendo que Mattis afirmara que Estados Unidos volvería a la primacía en el
enfrentamiento geoestratégico con Rusia y China.
Estos
datos que aportan información para medir el tamaño del peligro que significa
para la región el “renacimiento” de la Doctrina Monroe, tras la aparente acta
de defunción que había firmado Barack Obama, muestra que los poderes imperiales
están dispuestos a todo para sostener su primacía en América Latina y el
Caribe.
Una
retórica propia del siglo XIX, asociada a las prácticas y métodos que emanaban
de la Doctrina Monroe se hicieron a la luz a raíz de la decisión soberana del
gobierno de El Salvador de romper relaciones con Taiwán y establecerlas con la
República Popular China, aceptando el punto de vista de existencia de “una sola
China”. El anuncio hecho por el presidente de ese país Salvador Sánchez el 20
de agosto pasado, fue respondido tan solo un día después por la propia
embajadora de Estados Unidos Jean Manes, quien en una grosera e
intervencionista declaración absolutamente alejada de la práctica diplomática
informó que el gobierno de su país estaba analizando tal decisión. Con un tono
amenazante, Manes declaró que el apoyo estadounidense que recibe El Salvador
estará condicionado a las "reglas claras y transparencia". Lo curioso
es que dicha mención de “transparencia” no se refería a la lógica auditoría de
la cooperación de su país, sino a las negociaciones que previamente habían
sostenido El Salvador y China para llegar a acordar el establecimiento de
relaciones. La “diplomática” yanqui se preguntaba “¿Qué tipo de negociación ha
sido detrás de las puertas? Si todo está bien para ustedes (El Salvador) por
qué no hacerlo de manera transparente. ¿Por qué no dicen cuáles son los
acuerdos que han arreglado con este país (China)? Esa es la pregunta que se
deben hacer los salvadoreños al momento de exigir transparencia a su
gobierno" y agregaba "Transparencia es cuando un país negocia
consultando a todos los sectores y a su población sobre una decisión tan
importante que puede tener repercusiones por décadas”. Sin ocultar su
desesperación por la decisión tomada, Manes “sudaba sangre” cuando aseveraba
que había dos maneras de atraer buenas inversiones para El Salvador, y que eso
tenía que ver con transparencia y reglas claras, “esa es la única forma de
atraer inversión de calidad para aumentar los empleos y mejorar la calidad de
vida de los salvadoreños" dijo. Si todo esto no fuera cierto y peligroso,
lo único que podría producir es sorna, risa y estupor. Todos los países del
mundo blanco y poderoso del norte del planeta tienen relaciones con China,
incluyendo a la totalidad de miembros de la OTAN, pero El Salvador le debería
pedir permiso a Estados Unidos para hacerlo.
Cinco
días después y para que no quedara dudas acerca de la soberbia imperial bajo
influjo de la Doctrina Monroe, y augurando el devenir que se cierne sobre los
países que aún mantienen relaciones con Taiwán, la diarrea verborreica
imperial, alcanzó a uno de los más firmes aliados de Estados Unidos en la
región. Recordándole al “presidente” Juan Orlando Hernández que su cargo,
obtenido fraudulentamente se lo debe a Estados Unidos y a la OEA, que avalaron
la ilegalidad de su “elección”, la encargada de negocios de la embajada de
Estados Unidos en Honduras, Heide Fulton, imitando a su colega de El Salvador
emitió similar ultimátum al afirmar que: “[los] países que buscan establecer o
ampliar relaciones con China podrían decepcionarse a largo plazo”. El aviso,
que presagia una tendencia inminente, encarna la evocación de la importancia
que tiene para el pueblo hondureño evaluar qué país ha sido y continuará siendo
un socio cercano y constante en la búsqueda de un mejor futuro para Honduras.
Esta
declaración se inscribe en el anuncio previo que hiciese el jueves 23 de agosto
la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, en Washington, cuando aseveró
que: “En todo el mundo, los gobiernos se están dando cuenta del hecho de que
los incentivos económicos de China provocan la dependencia económica y la
dominación, no la asociación”, para agregar más tarde que su país continuará
“oponiéndose” a la “interferencia política” de China en el hemisferio
occidental.
Después
de leer estas “magníficas” piezas de la antidiplomacia que practica Estados
Unidos, uno se pregunta si estas tres damas conocerán algo de la historia de la
política exterior de su país respecto de América Latina. Aunque suene
insistente, voy a repetir lo que escribí hace dos semanas, pero me parece
necesario preguntar si estas trogloditas del gobierno de Estados Unidos sabrán
que su país invadió militarmente 48 veces a América Latina, y que además
instaló y protegió en el poder a Stroessner, Pinochet, Videla, Banzer,
Trujillo, Batista, Somoza y cuánto sátrapa se haya encumbrado en el poder en
los países de nuestra región, causando decenas de miles de muertos, torturados
y desaparecidos a lo largo de toda la geografía del continente. No sabemos que
China haya hecho eso jamás… y de dependencia, ni siquiera vale la pena hablar.
Todavía hoy, bastaría preguntarle a Macri, Temer, Piñera, Bachelet, Santos,
Uribe, Duque, Peña Nieto y compañía.
La
Organización de Naciones Unidas desde 1971, reconoce que existe una sola China
y que Taiwán es una provincia rebelde. Es sabido que solo se sostiene por el
apoyo militar que le brinda Estados Unidos violando las reglas del derecho internacional
y de la convivencia pacífica entre naciones. Alguien se ha preguntado ¿Qué
ocurriría si Hawái se declarara en rebeldía y la República Popular China le
vendiera armamento, le diera protección y apoyara su inserción como nación
independiente? Cada quien se puede formular su propia respuesta.
Sin
embargo, esa farsa está próxima a su fin, con el establecimiento de relaciones
entre El Salvador y China, solo 17 países mantienen –por diferentes razones-
relaciones con Taiwán, de ellos, 9 en América Latina y el Caribe, en esta
región durante los últimos meses también Panamá y República Dominicana tomaron
la ruta del reconocimiento de Beijing como único representante del pueblo chino
en el escenario internacional. Es de esperar entonces, que en los próximos
meses o años, Washington tenga que emitir 17 nuevas amenazas ante una realidad
irreversible, y acorde a los tiempos actuales.
NOTA: Al cierre de este artículo, y
después de haberlo terminado de escribir, llega la información de que Estados
Unidos llamó a consultas a sus embajadores en República Dominicana, El Salvador
y Panamá, por la ruptura de relaciones de esos países con Taiwán.
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