Los
múltiples retos a enfrentar por los chilenos, de momento casi equivalen al
desafío de lograr la cuadratura del circulo. El primer reto a plantearse
consiste en cómo puede la izquierda armar un instrumento político viable
electoralmente, que represente a un amplio grupo de personas movilizadas en
aras de un proyecto común, y que al mismo tiempo sea aceptable para un
electorado que se ha despolitizado durante décadas.
Ximena de la Barra / Para Con Nuestra
América
Tomándole el pulso a “la
vitrina del neoliberalismo”
En medio de contiendas y
escaramuzas electorales y de la conformación del nuevo gobierno, la
gubernamental encuesta Cassen ha informado a los chilenos que en 2017 la
desigualdad aumentó y que los sectores mas pobres empeoran. La realidad es
mucho mas grave que los resultados que arroja esta encuesta ya que solo ha
medido a las disparidades entre el 10% del ingreso de los mas ricos y el del
10% de los mas pobres (39.1 veces). Estudios anteriores de fuentes académicas
han demostrado que las peores disparidades se encuentran entre el 1% o el 0,1%
de los mas ricos y el resto de la población. También han demostrado
que las disparidades aumentan aun mas si se incluyen las cargas impositivas en
este cálculo (López et all, 2013).
El Estado Chileno
continua incumpliendo las Convenciones y Convenios sobre Derechos Humanos
(civiles, sociales, económicos, ambientales, de género, de pueblos originarios,
etc.) que ha ratificado, por lo que le son de obligado cumplimiento, e
ignorando las amonestaciones que sistemáticamente recibe desde los organismos
inter-gubernamentales. Sigue aplicando la Ley Antiterrorista, creando un clima
de inusitada inseguridad y violencia, especialmente en contra de el Pueblo
Mapuche que lucha por recuperar sus tierras (UDP, 2017). Como si todo eso fuera
poco, la Corte Suprema de Justicia dejaba en libertad condicional a graves
violadores a los derechos humanos, obligando a la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) a pronunciarse argumentando que “el Estado Chileno
tiene la obligación internacional de no dejar impune estos tipos de crímenes”,
refiriéndose a delitos de lesa humanidad cometidos por los militares durante la
Dictadura Chilena.
Contradictoriamente,
la misma Corte Suprema ordenó el decomiso de 1,6 millones de dolares a la
familia del Dictador, originados en la millonaria malversación de fondos
públicos que acometió Augusto Pinochet junto con cómplices y testaferros, y que
depositó en diversas cuentas en el Banco Riggs en Estados Unidos de
Norteamérica. Rocambolesco caso ya que la Corte de Apelación había ordenado
previamente levantar el embargo sobre todos los fondos mal habidos, y
restituirlos en su totalidad a la familia Pinochet. Claro está que siendo lo
decomisado una pequeña fracción del total de fondos malversados al Estado
Chileno por el Dictador, la suave condena no deja de ser una prebenda mas a esa
familia. Según se argumentó, la fracción
mayor ya habría prescrito durante los 14 años que duró la investigación y ya
había fallecido el autor del delito. Cabe agregar que fue el Subcomité
Permanente de Investigación del Senado de los EE.UU. y no la Justicia Chilena
quien hizo público este delito (Walder, 2018a). Lo que queda claro es que al
Estado Chileno y a la sociedad en su conjunto, les preocupa mas los crímenes
financieros de la Dictadura, que los de lesa humanidad.
La idea de la
participación social, aunque sea en su grado mínimo, como es la participación
electoral, es cada vez mas ajena a la sociedad chilena. Por eso, buenos son
aquellos que se agrupan para denunciar la violación de algún derecho
reconocido, aunque la simple denuncia no sea suficiente para cambiar la
situación. Por eso, mejores son aquellos que se avocan a la tarea de unir en un
mismo esfuerzo a varios de los grupos en lucha. Tarea que en Chile está
resultando ser muy difícil, especialmente considerando la ausencia de las
clases trabajadoras como actor organizado. Conservar cualquier unión pasajera,
aun mas difícil, con lo que se priva a la escena nacional de una alternativa
emancipadora al dominio del gran capital.
Tropezando dos veces con la misma piedra:
elecciones presidenciales 2017
Los múltiples gobiernos de la Concertación por la Democracia y del
refrito que la continuó, la Nueva Mayoría (NM), que esta vez incluía al Partido
Comunista (PCCh), pudiendo haber revertido parte del daño de la Dictadura, no
lo hicieron y ni siquiera lo intentaron.
Prefirieron seguir una política de acuerdos con la ultra-derecha y con
los militares, contraria a a las demandas de los movimientos sociales.
Lamentablemente, de esta política de acuerdos anti-populares, no se exime de su
cuota de responsabilidad la Central Única de Trabajadores (CUT). El segundo
mandato gatopardista de Michele Bachelet, política neoliberal apoyada por el
gran capital, que gusta en llamarse socialista y progresista, que no realizó
las reformas a las que se comprometió, que no logró gobernar ni siquiera a su
propia coalición, y que se caracterizó por la corrupción, terminó con un indice
de popularidad de tan solo el 15%.
En
las ultimas horas en el poder, la Presidenta Bachelet, repitiendo una jugada de
su período anterior, mandó una serie de proyectos de ley al Congreso ignorando
los intereses populares y devolviendo los favores concedidos a sus
beneficiarios de siempre. Entre estos, el yerno del Dictador Pinochet, el ahora
magnate Julio Ponce Leroux, con quien, entre gallos y media noche, firmaron un
contrato para concederle la explotación del litio – del cual los mas grandes
yacimientos se encuentran en Chile y Bolivia. El Estado Chileno se inhibe así
de participar no solo en la explotación del litio sino también en su
industrialización, consolidando su posición vulnerable en la economía mundial
como país extractor y exportador de materias primas. De paso, se le entrega un
certificado de decencia a un gran corrupto (Walder, 2018b). La Concertación/NM
se mantuvo así por el camino que la llevó décadas atrás a des-nacionalizar el
Cobre, “el sueldo de Chile”, que había nacionalizado el gobierno del Presidente
Allende, con unanimidad parlamentaria.
En
Diciembre de 2017, los pocos chilenos que decidieron votar, como si algo fuera
a cambiar, re-eligieron al aun mas derechizado empresario ultraneoliberal, Sebastián Piñera con un programa de gobierno similar al de
la NM. Los Chilenos han vuelto a
tropezar con la misma piedra. Ya lo hicieron antes re-eligiendo a una nada
merecedora Michele Bachelet. La única diferencia es que Piñera no
intenta ocultar su postura política bajo ínfulas “progresistas”. Se refuerza
así el proyecto de la derecha de rebaja de impuestos para el empresariado y de
recortes presupuestarios para la población, en ausencia de una alternativa de
izquierda que desenmascare al modelo neoliberal y logre eliminar la trampa
mortal que significa la actual Constitución heredada de la Dictadura, que lo
hace inamovible.
Para explicar
lo que pareciera inexplicable, el equipo de la Revista Punto Final, obligado al
cierre, en carta de despedida a su público afirma: “Lo que tenemos en Chile es
una dictadura del pensamiento único impuesto por el poder del dinero. Esa
tiranía ha modelado una cultura conservadora, racista y mezquina que garantiza
la sumisión del pueblo al orden capitalista neoliberal. Los gobiernos
pos-dictadura, sin excepción, se han negado a apoyar a los medios
independientes y por tanto se han prestado para ahogar el pluralismo de opinión
e información” (Punto Final 2018). Esto, unido a los bajos niveles de educación mercantilizada, han dado origen a
una masa a-critica, incapaz de entender la raíz de sus problemas ni de
vislumbrar soluciones, muy proclive a tender hacia la política identitaria o de
grupo de semejantes en el mejor de los casos, o al individualismo, la competitividad
descarnada, el consumismo, el emprendimiento individual y la a-política en la
mayoría de los casos.
La
crisis de legitimidad de la política durante la mal llamada democracia
pos-dictadura, en un contexto de inusitada corrupción y de complicidad de la
política con los negocios, que afecta a ambas colaciones, incluso a la familia
de la ex Presidenta, tiene en el nuevo gobernante, a uno de sus mayores
exponentes. Los altos mandos de las Fuerzas Armadas y Carabineros tampoco se
excluyen de este práctica criminal que unido a la impunidad, ha puesto en
crisis a la institucionalidad pública y ha terminado de destruir las bases de
la cultura política del pueblo chileno. Grandes empresas nacionales y
extranjeras, en especial la mal-habida empresa del yerno de Pinochet, han
financiado y condicionado la política. La corrupción se ha perfeccionado, está
bien vista y se ha instalado como una cultura.
La
gran diferencia con el pasado “democrático” reciente, es que en esta ocasión,
eliminado ya el sistema binominal, irrumpe en la contienda electoral una
tercera opción que canaliza buena parte del descontento, especialmente el de la
clase media. Creado a partir de los movimientos sociales, el Frente Amplio (FA)
se constituyó en la tercera fuerza política con un 20% de los votos, 20
diputados, un senador y 21 consejeros regionales. Aunque se suponía ser de
izquierda, su afán de atraer votantes lo fue alejando de esa posición,
demostrando no tener una ideología clara. Algunos de sus lideres mas conocidos
declararon públicamente no ser ni de izquierda ni de derecha. Mas claro aun,
durante la campaña, por congraciarse con el electorado y con los dueños del
patio trasero latinoamericano, algunos representantes del FA, incluso su
candidata presidencial denigraron logros pasados y presentes de las clases
populares en Chile y en América Latina.
El
FA “representa a sectores de clase media ilustrada que no se ha ampliado al
mundo popular” dice el historiador Mario Garcés (2018). Por el contrario, el
riesgo es que sea cooptado al aliarse aun mas lejos de los sectores populares.
El electorado no los premió y no los permitieron pasar a segunda vuelta. El
candidato de la NM solicitó su apoyo en esa segunda vuelta pero no estuvo
dispuesto a incorporar en su programa las principales propuestas con que el FA
condicionaba este apoyo, por lo que terminó perdiendo la elección.
El
momento político fomenta la búsqueda de nuevas alianzas. El Partido Socialista
(PS), intentando rebotar de la debacle de su alianza con la Democracia Cristiana (DC) (Concertación/NM), intenta
ahora una alianza instrumental con el FA con fines electorales futuros. Siendo
el FA un conglomerado de diversas opciones políticas o anti-políticas
identitarias, de lograrse esta convergencia, se alejaría cualquier posibilidad
de una alianza anti-neoliberal y de un renacer de la política en Chile. Durante
el Acto Aniversario del PCCh, su Presidente reconoció la derrota política
electoral en su alianza con la NM y llamó a “una nueva convergencia social y
política, de mayor cercanía con el pueblo, mas amplia y diversa”, incluyendo un
amplio abanico de posibles “coordinaciones” que incluye sólo a “algunos
integrantes del FA” (Teillier, 2018).
Al
describir a la dispersión de la “verdadera izquierda”, Garcés dice: “Hace mucho
rato que somos un archipiélago, no alcanzamos a generar lazos de comunicación, intercambio, reflexión colectiva, sobretodo los grupos
políticos” (Gracés, 2018). En consecuencia, la descomposición de la
Concertación/NM, y muy especialmente de la DC; la crisis de identidad del PCCh
al haber jugado a perdedor junto con la centro-derecha, ha hecho que la oposición al gobierno de ultra
derecha, haya recaído sobre los escuálidos hombros del FA.
La
necesidad de un instrumento político que haga posible la construcción de una
nueva hegemonía.
El desarrollo
capitalista no unifica, sino que diferencia y desarma a los diferentes sujetos
de cambio. La clase trabajadora, ahora mucho menos homogénea e incapaz de ser el
sujeto inmediato transformador, debilitada por los procesos de
flexibilización laboral, subcontratación, emprendimientos autónomos y por el
ataque sistemático a la sindicalización, ha ido perdiendo su identidad de clase.
Dentro
del amplio campo de la clase media empobrecida y carente de servicios públicos,
no hay intención de cambio porque la cultura impuesta por el neoliberalismo los
ha convencido de que el modelo es exitoso y de que lo único que falta es que
ellos logren sumarse a esa sociedad de consumo. Por otra parte, temen perder el
trabajo y con ello su capacidad de seguir endeudándose.
En
el contexto de los inusitados niveles de corrupción en que se ha sumergido la
política Chilena en los últimos 44 años, cobra un justificado vigor la vieja
idea impulsada desde la Dictadura de que involucrarse en política es malo. Esta arraigada cultura y la negativa a asumir
riesgos, debilita a los movimientos de excluidos que, desanimados por su
impotencia, se ven disminuir y se fracturan cada vez más en busca de
reivindicaciones cada vez mas puntuales en las que pueden identificarse.
En una
sociedad fragmentada, tanto dentro del campo popular como del sector ilustrado
que busca un cambio real en la sociedad, hay la necesidad de trabajar para
crear una nueva hegemonía. Para ello no es suficiente que un sector que se ha
fogueado en las luchas estudiantiles, anuncie que el modelo está agotado y que
hay que votar en contra de las dos coaliciones que lo sustentan.
Lograr un
instrumento político transformador será complejo, no solo para aprovechar las
bondades de su heterogeneidad sino para conducir un proyecto común, con una
dirección política conjunta que opte por el poder sin limitarse solo al plano
electoral. Para crear ese instrumento político exitoso que revierta las
correlaciones de poder existentes, es imprescindible comenzar por cambiar la
cultura política existente. Habrá que construir una cultura de educación
popular capaz de denunciar permanentemente al neoliberalismo y de desmontar en
todas sus formas a las ofensivas políticas de la derecha destinadas a reforzar
el poder del capital.
El
FA, no ha logrado constituirse en ese instrumento
Al momento electoral presidencial de fines de 2017, el FA estaba
compuesto por 14 orgánicas (movimientos o partidos políticos) y múltiples frentes (sectoriales). Su objetivo explicito era cambiar Chile. “Trabajamos
para recuperar nuestras vidas, nuestra educación, salud, vejez, vivienda y los
recursos naturales de quienes hoy lucran con nuestros derechos”. “¡Que la
política sea de todos y todas!” (FA, 2017).
En los años recientes,
si bien la lucha de los estudiantes, últimamente la de las mujeres, y la lucha
de siempre del pueblo mapuche han sido destacables, no han dejado de ser grupos
de interés que se movilizan en función de su propia parcela de injusticia. El
riesgo consiste en que cualquier vínculo entre los movimientos sociales no
logra ser duradero pues al primar el interés particular de cada movimiento,
inmediatamente surge aun mas dispersión en ausencia de mecanismos de
acumulación política. A pesar de su probada capacidad de identificación y
denuncia de los problemas de la sociedad, los movimientos sociales se debilitan
al combatir los problemas de uno en uno; al ignorar la interdependencia entre
todos ellos; al carecer de la capacidad para identificar a sus causas y a las
estructuras subyacentes del poder; y al carecer de la capacidad para definir
una ideología y un proyecto común que plantee formas efectivas de resolverlos.
Si bien la
política identitaria efectivamente trajo cambios progresistas en algunos asuntos
concretos y visibilizó sectores de la sociedad antes invisibilizados, no
amenaza al neoliberalismo, al imperialismo ni a ninguna de las grandes
estructuras de poder que mantienen la opresión. La única propuesta realmente
estratégica surgió en 2013 cuando los estudiantes dieron un salto cualitativo
al llamar al fin del lucro en la educación vinculándolo al cambio de la
política fiscal y al cambio constitucional por la vía de una Asamblea
Constituyente. La Concertación/NM fue rápida en detectar el peligro que aquello
significaba para sus inconfesados intereses espurios y a cooptarla con un
proyecto de cambio constitucional falsamente participativo, entregado al
comprobadamente corrupto y antidemocrático Parlamento. Hasta el día de hoy,
Chile se mantiene maniatado por la Constitución de Pinochet.
El hecho de
estar representado en algunos municipios, en el parlamento y en los movimientos
sociales, como lo está el FA, no es suficiente. Su participación en comisiones
parlamentarias y mesas de trabajo donde lo que se pretende es encausarlo hacia
la rancia política de los acuerdos, estrategia política de cooptación,
utilizada y refinada por los gobiernos de la Concentración/NM, lo debilita. Se
traicionan los principios fundamentales necesarios para lograr el cambio
estructural, y a la vez se legitima al gobierno de ultraderecha. No están
siendo capaces de identificar las trampas que se les tiende desde el poder y de
desmarcarse de quienes durante años practicaron el diálogo y el consenso que
sólo sirvió para que la derecha neoliberal y conservadora saliera fortalecida.
Por otra
parte, el FA ha tenido serias dificultades en lograr la convergencia entre sus
propias fuerzas. En su función parlamentaria ha dado un triste espectáculo al
no asumir una posición conjunta en cuestiones de primordial importancia, y al
votar en contra de uno de los suyos, apoyando postulados de la derecha. La
inorganicidad que funcionaba en cada uno de los movimientos sociales no funciona en la política parlamentaria. No han
visto la necesidad de encausar las movilizaciones hacia un proyecto de país
aunque hayan presentado un programa electoral. El no tener un proyecto claro
por el cual luchar y el no identificar mecanismos para ponerlo en marcha,
demuestra que el FA con su sub-sistema de partidos atomizados está muy lejos de
alcanza su madurez política.
El propio
Jorge Sharp, Alcalde de Valparaíso y una de las voces mas prestigiosas y
coherentes del Frente Amplio ha dicho que “hay que dejar la calculadora
electoral para buscar una participación que vaya mas allá del
voto”...“porque implica tener luces cortas”, al advertir que las bases
frenteamplistas no han vuelto a ser convocadas por la coalición (Sharp, 2018).
Por el contrario, el convoca a una lógica de participación mas substantiva y a
discutir sobre el modelo de desarrollo de Chile y sobre una estrategia para
impulsar un programa de transformaciones democráticas mas allá del
neoliberalismo.
La
cuadratura del círculo
Los
múltiples retos a enfrentar por los chilenos, de momento casi equivalen al
desafío de lograr la cuadratura del circulo. El primer reto a plantearse
consiste en cómo puede la izquierda armar un instrumento político viable
electoralmente, que represente a un amplio grupo de personas movilizadas en
aras de un proyecto común, y que al mismo tiempo sea aceptable para un
electorado que se ha despolitizado durante décadas.
El
siguiente reto consiste en como puede la izquierda construir un proyecto
político estratégico que surgiendo de las luchas sociales existentes, incluya
además a las agendas pendientes, vaya mucho mas allá de la mera suma de
demandas sociales y golpee certeramente a las actuales estructuras de poder.
Para esto resulta imprescindible conocer la propia historia, la raíz de los
problemas, e identificar a los poderes nacionales e internacionales enemigos de
un proyecto emancipador. Ignorarlo, lleva irremediablemente a mantenerse
dentro de la protesta pero sin propuesta.
Por
ultimo, el reto además consiste en cómo puede este nuevo instrumento político
aumentar el poder de los votos, sin tender hacia el centro político, como
ya
se hizo por parte del FA en las elecciones de 2017. Sin el poder de los
votos se aleja también la vocación de poder para el cambio.
Por consiguiente, corresponde renovar esa lucha estratégica que mirando
hacia el bien común, con visión sistémica, sea capaz de desmontar las ofensivas
políticas destinadas a reforzar el poder del capital. Hay que aunar
esfuerzos, cambiar la cultura política existente, ganar elecciones, crear
instituciones, recuperar a la política pública y generar su financiamiento. Por
eso, el proyecto de una Asamblea
Constituyente sigue siendo válido, necesario y urgente. El pueblo
chileno necesita despertar, resolver sus retos y emprender la vía
emancipatoria.
Referencias:
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
2018. Resolución 186/18. http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2018/185.asp
Garcés, Mario. 2018. ¿Chile Gira a la Derecha?
Entrevistado por Arnaldo Pérez Guerra. Punto Final, edición Nº893, 26 de Enero
2018.
Lilla, Mark. 2017. El Regreso Liberal. Editorial
Debate
López, R., Figueroa, E. y Gutiérrez, P. (2013) La
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el ingreso en Chile (Santiago: Facultad de Economía y Negocios,
Departamento de Economía, Universidad de Chile).
Mayol, Alberto y Andrés Cabrera. 2017. Frente
Amplio en el Momento Cero. Editorial Catalonia, Santiago de Chile.
Punto Final. 2018. Carta de despedida del equipo de
Punto Final.
Ruiz, Carlos y Victor Orellana. 2018. Dilemas de la
Consolidación del Frente Amplio
Sharp, Jorge, 2018, El Frente Amplio está en el
Peligroso Camino de Parecerse a una Fuerza mas en el Escenario Político.
Entrevistado por Carolina Aninat, La Tercera, 4 de Agosto.
Teillier, Guillermo. 2018. Discurso Acto
Aniversario del Partido Comunista.
http://www.pcchile.cl/npcchile/2018/06/11/conozca-discurso-central-de-guillermo-teillier-en-acto-aniversario-apoyo-a-lucha-feminista-oposicion-firme-y-unitaria-compromiso-irrenunciable-a-demandas-de-dd-hh/
UDP (Universidad Diego Portales), 2017. Informe de
Derechos Humanos 2017. Centro de Derechos Humanos, Facultad de Derecho UDP,
Santiago de Chile.
Walder, Paul. 2018a. El Fin del Caso Riggs: la
Corte “premia”a la familia Pinochet con una suave condena. El Clarín de Chile,
30 de Agosto.
Walder,
Paul, 2018b. Certificado de decencia para Ponce Leroux. El Clarín de Chile, 26
de Enero.
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