La mentira por la que orbita el gobierno se advierte
en cada uno de sus eslóganes, como la ahora anunciada con bombos y platillos
reducción de ministerios.
Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra
América
Desde
Buenos Aires, Argentina
Con la destitución de Mario
Quintana y Gustavo Lopetegui, Vicejefes de Gabinete, en abrupta salida motivada
por la crisis cambiaria -y no sólo cambiaria- que vive la Argentina, se ha
deshilachado el yo del presidente
Macri. En efecto, es sabido que al comienzo de su gestión aseguró poniendo una
valla infranqueable a las críticas despertadas ante la impertinencia y falta de
humanidad de esos funcionarios cuando los despidos masivos de finales de 2015 y
principios de 2016, que la triada integrada por ellos y por su superior Marcos
Peña, Jefe de Gabinete de Ministros, eran él mismo. Toda una definición que
hace suponer que el ingeniero es un asiduo lector de Rimbaud, que escribió
en las llamadas “Cartas del Vidente” de 1871 aquello de “Car Je
est un autre” (“Porque yo es otro”).
El pueblo sufriente no sabe y tampoco le importan esos desdoblamientos de
su personalidad. Tampoco la reacción de los mercados ante las nuevas medidas
económicas anunciadas así como no entra en sus preocupaciones la cacareada meta
del déficit cero, que de alcanzarse en un país que no crece, será a
costa de su hambre y su miseria. Cerrar los números macroeconómicos puede en
circunstancias como las actuales representar una encerrona para los de abajo.
La mentira por la que orbita el
gobierno se advierte en cada uno de sus eslóganes, como la ahora anunciada con
bombos y platillos reducción de ministerios. Justamente las mismas carteras que
al principio de la gestión de la
administración de Cambiemos, neoliberal en lo ideológico, oligárquica por la clase a la que representa
y beneficia y carente de idoneidad a punto tal que perdió toda credibilidad en
el exterior, se multiplicaron para poner
al frente de cada una de ellas a un amigo empresario o al licenciado Jorge
Triaca en Trabajo, el hijo de un sindicalista invariablemente traidor a la
clase obrera. Y alguien capaz de mostrar a poco de iniciada su gestión que lo
que se hereda no se hurta con el escándalo de su empleada doméstica a la que
insultó, no le hizo los aportes previsionales correspondientes y para
tranquilizar su conciencia la designó en un cargo pagado por un sindicato al
que había intervenido en sus atribuciones de ministro. Una farsa pues es el
achique del Estado en lo que hace a sus cabezas y al juego de ascensores de
bajar ministerios a secretarías. Además la lealtad de Macri con sus amigos y ex
compañeros del Colegio Newman es inquebrantable y los pocos idos en estos Idus
de septiembre como Quintana y Lopetegui, continuarán cobrando abultados
salarios y gozando de prebendas oficiales mediante nuevas y oportunas
designaciones que pasarán desapercibidas a no ser para los asiduos lectores del
Boletín Oficial que encontrarán en los próximos días decretos con sus
nombramientos como asesores. Pero la soga se corta por la más fino y los despidos en serio en el sector público, y
no para la platea, han sido, son y serán
de empleados administrativos de planta o precariamente contratados, tal como
sucedió hace poco en TELAM y por estos
días en el Ministerio de Agroindustria donde se cesanteó a más de quinientos
trabajadores.
En una increíble aparición en
cadena en la mañana del 3 de septiembre del corriente, Macri aparte de insultar
a Venezuela, repartió culpas por el desastre económico que en pocas semanas
llevó el dólar de veintitantos pesos a más de cuarenta, al tiempo que en una carrera alocada y vana por
frenarlo el Banco Central malgastó casi 10000 millones de dólares de sus
reservas. Culpó a la sequía, a la crisis turca, a la guerra comercial entre los
Estrados Unidos y China, a la suba mundial del petróleo y al “affaire” de los
famosos “cuadernos” con los que se pretende desaforar y encarcelar a la ex
presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en una versión tango de la prisión de Lula da Silva en
Brasil y del complot para hacer otro tanto con Rafael Correa en Ecuador. De
todas esas excusas para diluir su responsabilidad e ineptitud, no es raro que
pueda haber incidido en nuestra crisis y en el descreimiento exterior que nos
cortó el crédito, la inseguridad
jurídica que a todas luces pone en
evidencia la irregular investigación judicial de los “cuadernos”, tras una burda operación de los servicios de
inteligencia tendiente a desprestigiar al anterior gobierno. En ese sentido que
Macri haya bebido de su propia medicina importa poco, lástima que el veneno viene
enfermando al pueblo trabajador y a las clases medias cada día más
pauperizadas. El coro de los periodistas
militantes de Cambiemos se escandaliza frente a los que presuntamente robaron
para hacer política y nada dice de la camarilla gobernante que hace política o
marketing de ella para robar y gestionar la cosa pública en beneficio de sus
familias y empresas.
Mientras tanto la economía se
achica, el peso se devalúa por minuto, la inflación galopa, la riqueza se
concentra en pocas manos, la Argentina dejó de crecer y no hay
una palabra entre las medidas adoptadas y prestas a ser convalidadas por
el FMI y el Imperio, para salvar a las PYMES endeudadas con tasas de interés de
60%; ni para que los servicios públicos puedan ser abonados por los jubilados
sin tener que sacar usurarios créditos en los bancos amigos del poder; ni para
elevar el nivel de vida de los habitantes maltrechos por la falta de salud
pública, de educación pública, de seguridad pública y agobiados por impuestos
que más de un integrante del gabinete sabe evadir mediante sociedades offshore
registradas en paraísos fiscales. A falta de pan en tantas mesas como denuncian
los curas villeros, la llamada mesa chica de Macri se agranda con tristes
personajes como el sospechado ex
Intendente de la ciudad de Buenos Aires del
menemismo Carlos Grosso, antiguo empleado según Clarín de la gerencia de
Socma de Franco Macri, el papá que en un gesto de lucidez anticipó que su hijo
no era para la política.
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