Macri y Temer están derrotados.
Sus políticas han fracasado. Sus gobiernos están en pedazos. La gente de los
dos países está indignada y rebelada en contra de ellos. Fue un breve intervalo de tiempo, borrable de
nuestras historias. Personajes grotescos, ridículos, mediáticos, cuyo discurso
se ha agotado rápidamente.
Emir Sader / ALAI
Michel Temer y Mauricio Macri. |
Gobiernos gemelos, los de
Argentina y de Brasil, siguieron los mismos guiones. Superar a gobiernos
populistas, que habían hecho gastar a
sus países más de lo que podían - “Vivir encima de sus posibilidades”,
como les gusta repetir -, restablecer el equilibrio en las cuentas públicas,
controlar la inflación. Y listo, las economías retomarían sus cauces normales,
orientadas por los equilibrios mágicos del mercado.
Para crear las condiciones para
que la gente aceptara los inconvenientes que las medidas de ajuste traerían,
estaba el arsenal de acusaciones en contra de los gobiernos populistas, tanto
en los gastos excesivos en políticas sociales, como en los casos de corrupción,
lo cual daría tiempo para que la transición entre las herencias recibidas y el
porvenir glorioso de las economías liberadas de las trabas estatales pudiera
darse.
Bastaría retomar los ajustes
fiscales como eje de las políticas económicas, para que las inversiones de
adentro y de afuera de los países llegaran ansiosas por obtener pingues
ganancias en los procesos de privatización y con la recuperación de la
expansión económica. Asimismo, los éxitos permitirían sepultar definitivamente
los liderazgos populistas nefastos, responsables de todos los males de los
países.
Pero, de repente, factores extra
campo incluso desde adentro del campo, hacen con que el flamante gobierno de
Mauricio Macri tenga que hacer una intervención televisiva patética, depresiva,
desesperanzada, para anunciar que lo peor estaba todavía por venir para los argentinos, que la situación de los
pobres empeoraría aún más.
Su gobierno gemelo, que ni
siquiera ganó la elección para llegar a la presidencia de Brasil, llega a su
final reducido a su mínima expresión. Ningún resultado económico positivo, su
ministro de economía, candidato a la presidencia de Brasil, tiene el 1% de
apoyo.
Naufragan juntas las dos
esperanzas del gobierno de los EEUU, abrazados al modelo neoliberal. Llevando a
la debacle a los dos países, que se habían recuperado de los efectos de la
primera experiencia neoliberal y volvieron a sufrir sus consecuencias
desastrosas. Las esperanzas blancas del imperio caen estrepitosamente. Pasarán
a la historia como breves intentos desesperados de recuperar un modelo
fracasado.
Intentaron borrar de la historia
de los dos países todo lo que habían vivido en los anteriores de este siglo y
de la memoria de las personas lo que había mejorado sus vidas. Se han valido de
todo: acusaciones, llamados al olvido, recuentos falsos, pero la realidad no se
deja llevar por esas trampas.
Macri y Temer están derrotados.
Sus políticas han fracasado. Sus gobiernos están en pedazos. La gente de los
dos países está indignada y rebelada en contra de ellos. Fue un breve intervalo de tiempo, borrable de
nuestras historias. Personajes grotescos, ridículos, mediáticos, cuyo discurso
se ha agotado rápidamente.
Uno elegido por un operador de
marketing, que mal sabe explicar porque su hechizo se ha agotado tan
rápidamente. El otro, triste figura de un golpe, nunca ha dejado de ser un
mediocre personaje que será contundentemente derrotado en las elecciones de
octubre en Brasil.
Han fracasado, como fracasan
todos los gobiernos neoliberales, porque ese modelo no tiene capacidad de
generar amplios apoyos sociales, menos todavía los de carácter popular. Porque
promueven los intereses del capital especulativo, que no genera expansión
económica sino, al contrario, viven del endeudamiento de gobiernos, de empresas
y de personas, reproduciendo los mecanismos de la recesión económica.
Es una circunstancia histórica
única para la izquierda recomponer la capacidad hegemónica de un programa
antineoliberal. Todas las diferencias deben estar subordinadas a la
recomposición del bloque popular, democrático y nacional. En Brasil ese proceso
ha avanzado mucho. En Argentina puede perfectamente avanzar. Llegaríamos al
final de 2019 con gobiernos hermanos de nuevo, aliados, ejes de los procesos de
integración regional, de rearticulación de los organismos regionales.
Habremos pasado por inmensos
sufrimientos, pero estaremos a la altura de aprender de los errores del pasado
reciente y de volver a protagonizar la historia latinoamericana como países
aliados y solidarios, camino que Néstor y Lula encausaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario