La negativa de abrir
paritarias y dar un aumento por decreto, por falta de presupuesto, no se
condice con la inesperada compra de armamentos por 2.500 millones de dólares.
Medida que pone al gobierno en el ojo de la tormenta tanto de la oposición como
de los países vecinos que ven en esto una actitud bélica que contradice nuestra
anterior declaración de región de paz.
Roberto Utrero Guerra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
Como los grupos
intelectuales antagónicos de la década del treinta, separados por barrios que
representaban estratos distantes como Florida y Boedo, de la Capital porteña,
los pitucos tras los escritorios parecen no dar corte a los guarangos que, en
masa, irrumpen día a día, copando las calles. La negrada agresiva, sudorosa y
grave se les planta furiosa reclamando beneficios del paraíso perdido, inunda
la Plaza sagrada, moja sus patas en la fuente y hasta el obelisco y la Nueve de
Julio, han acaparado. No ensayamos una letra de tango, como cuando Enrique
Santos Discepolo, decepcionado y triste, sin un mango en el bolsillo descargó
sus penas y frustración en el inolvidable “Cambalache”, allá en la “década
infame”. No son los treinta de la Depresión, aunque la depresión como en
aquellos años de fraude y negociados, la pagó y sigue pagando el pueblo.
Sin desconocer la
singularidad de los hechos históricos, el paralelo con la actualidad es válido.
La crisis del ’29 significó para la periferia próspera del modelo
agroexportador argentino, el cierre inesperado de la demanda internacional,
liderada por la potencia hegemónica de entonces, Inglaterra. Ante la debacle de
la bolsa en Wall Street, la reacción espontánea de los países centrales, fue
replegarse sobre sí mismos, cayó el comercio internacional como nunca lo había
hecho hasta entonces. La oligarquía vacuna terriblemente perpleja y aturdida,
salió desesperada a golpear la puerta de los cuarteles, incitando el
derrocamiento del presidente Yrigoyen. Se produjo el levantamiento del General
José Félix Uriburu y el primer golpe de Estado en 1930. Allí comenzaría a
desarrollarse una pasión desmesurada por el poder entre las FFAA que las
acompañaría a través de medio siglo. Ellos serían los fieles guardianes de los
sagrados intereses de patria y, en consecuencia, abrevarían en una formación
ideológica que no disimulaba su desprecio por la población civil.
A casi 90 años y lejos
del New Deal de Roosevelt y los beneficios del Estado de bienestar que
significó un salto adelante a las condiciones previas, el núcleo de los
pretextos esgrimidos por la derecha gobernante, es volver a los mercados
tradicionales, (desentendiéndose tanto del interno como del bloque
subcontinental), reprimarizando la economía, preferenciando al campo por sobre
el complejo entramado de la industrialización por sustitución de importaciones,
arraigado en los grandes polos industriales del país. Este proyecto impulsó una
de las primeras medidas de gobierno que fue la eliminación de las retenciones
al agro, cuestión que ya hemos comentado. La búsqueda desesperada de
inversores, primero a España y esta semana a Holanda, semeja aquel viejo
cometido de abrirse al mundo tradicional, aunque en el fondo se mezcle con la
frivolidad de regodearse con la realeza europea, dado que la reina Máxima, es
argentina y conocida de los años de plomo.
La ausencia del elenco
gobernante, incluido el presidente Mauricio Macri y el Ministro de Educación
Esteban Bullrich, no deja de sorprender cuando las clases se postergan con las
protestas masivas de los maestros, incluida la última del 30 de marzo en donde
las dos CTA se concentraron masivamente y fueron acompañados, como en las otras
grandes manifestaciones, por amplios sectores de la población que salen a la
calle convencidos de no poder sobrevivir las condiciones impuestas. Esas
puebladas congregan empleados y desempleados, gente que día a día va perdiendo
su fuente laboral. Y no sólo son un fenómeno que ocurre en la Capital del país,
sino en la mayoría de las grandes ciudades del interior. Hecho más instalado en
las redes sociales que en la muda prensa oficial que intenta seguir cubriendo
el sol con los dedos.
Mención aparte merece
Tierra del Fuego, la provincia más joven del país que luego del conflicto del
Beagle con Chile, tuvo políticas de radicación y promoción industrial con el
objeto de poblar esa región austral descuidada desde siempre y que, desde
siempre, despertó las apetencias trasandinas. Esto se alentó con la llegada de
la democracia y el gobierno de Alfonsín, como política de ocupación de la
dilatada Patagonia, al punto de proponer en un momento el traslado de la
Capital a Biedma. La actual apertura de manufacturas importadas ha generado el
cierre progresivo de aquellas industrias australes, sobre todo en electrónica y
electrodomésticos que no pueden competir con las extranjeras. Además, su
posición geográfica extrema y los costos de traslado, hacen que el costo de
vida sea elevadísimo y hagan casi imposible la vida de aquellos obreros que
hace más de treinta años eligieron ese destino. Volver a sus lugares de origen
los hace extranjeros en su propia tierra.
La negativa de abrir
paritarias y dar un aumento por decreto, por falta de presupuesto, no se
condice con la inesperada compra de armamentos por 2.500 millones de dólares.
Medida que pone al gobierno en el ojo de la tormenta tanto de la oposición como
de los países vecinos que ven en esto una actitud bélica que contradice nuestra
anterior declaración de región de paz. Tampoco escapa a los sectores populares
la sospecha del avance de la represión sino se aceptan las condiciones
planteadas por la dirigencia oficial. Hay un convencimiento declamado que lo
peor ya pasó y que, la Argentina del siglo XXI debe construirse en base al
sacrificio de las clases populares y que, de escuchar sus reclamos, nos
estaríamos negando a ese futuro venturoso. Lo dicen convencidos, como la
eliminación de la pobreza, aunque las estadísticas oficiales vayan actualizando
su crecimiento inusitado. A esta altura y con la experiencia de más de quince
meses de gobierno, Macri ha convencido a la población de que realmente va a
eliminar la pobreza, porque los pobres van quedando en el camino y del suelo
nadie se va a levantar.
Con todo, a ellos no se
les mueve un pelo, tienen el corazón de hielo y han ensayado juntarse este
primero de abril, para darse calor, aunque desde el gobierno insisten en
negarlo. Está calor, ¿cuántos partidarios pueden convocar? ¿se aproximarán a
las manifestaciones ya realizadas en su contra? Ese riesgo no lo pueden correr,
porque quedaría expuesta su actual minoría en vista de las próximas elecciones.
Además, el paro del 6 de abril fue descomunal, en consecuencia, deberán
apretujarse si quieren sentir algo de calor humano.
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