La desarticulación geopolítica global se traduce en
nuestro continente latinoamericano en una creciente ingobernabilidad que afecta
a los gobiernos de todas las corrientes políticas. No existen fuerzas capaces
de poner orden en cada país, ni a escala regional ni global, algo que afecta
desde las Naciones Unidas hasta los gobiernos de los países más estables.
Uno de los problemas que
se observan sobre todo en los medios, es que cuando fallan los análisis al uso
se apela a simplificaciones del estilo: “Trump está loco”, o conjeturas
similares, o se lo tacha de “fascista” (que no es una simple conjetura). Apenas
adjetivos que eluden análisis de fondo. Bien sabemos que la “locura” de Hitler
nunca existió y que representaba los intereses de las grandes corporaciones
alemanas, ultra racionales en su afán de dominar los mercados globales.
Del lado del pensamiento
crítico sucede algo similar. Todos los problemas que afrontan los gobiernos
progresistas son culpa del imperialismo, las derechas, la OEA y los medios. No
hay voluntad para asumir los problemas creados por ellos mismos, ni la menor
mención a la corrupción que ha alcanzado niveles escandalosos.
Pero el dato central del
periodo es la ingobernabilidad. Lo que viene sucediendo en Argentina (la
resistencia tozuda de los sectores populares a las políticas de robo y despojo
del gobierno de Mauricio Macri) es una muestra de que las derechas no consiguen
paz social, ni la tendrán por lo menos en el corto/mediano plazos.
Los trabajadores
argentinos tienen una larga y rica experiencia de más de un siglo de
resistencia a los poderosos, de modo que saben cómo desgastarlos, hasta derribarlos
por las más diversas vías: desde insurrecciones como la del 17 de octubre de
1945 y la del 19 y 20 de diciembre de 2001, hasta levantamientos armados como
el Cordobazo y varias decenas de motines populares.
En Brasil la derecha
pilotada por Michel Temer tiene enormes dificultades para imponer las reformas
del sistema de pensiones y laboral, no sólo por la resistencia sindical y
popular sino por el quiebre interno que sufre el sistema político. La
deslegitimación de las instituciones es quizá la más alta que se recuerda en la
historia.
El economista Carlos
Lessa, presidente del BNDES con el primer gobierno de Lula, señala que Brasil
ya no puede mirarse al espejo y reconocerse como lo que es, perdido el
horizonte en el marasmo de la globalización (goo.gl/owd24y).
El aserto de este destacado pensador brasileño puede aplicarse a los demás
países de le región, que no pueden sino naufragar cuando las tormentas
sistémicas acechan. En los hechos, Brasil atraviesa una fase de descomposición
de la clase política tradicional, algo que pocos parecen estar comprendiendo.
Lava Jato es un tsunami que no dejará nada en su sitio.
El panorama que ofrece
Venezuela es idéntico, aunque los actores ensayen discursos opuestos. De paso,
decir que atender a los discursos en plena descomposición sistémica tiene
escasa utilidad, ya que sólo buscan eludir responsabilidades.
Decir que la
ingobernabilidad venezolana se debe sólo a la desestabilización de la derecha y
el imperio, es olvidarse que en la prolongada erosión del proceso bolivariano
participan también los sectores populares, mediante prácticas a escala micro
que desorganizan la producción y la vida cotidiana. ¿O acaso alguien puede
ignorar que el bachaqueo (contrabando hormiga) es una práctica extendida
entre los sectores populares, incluso entre los que se dicen chavistas?
El sociólogo Emiliano
Terán Mantovani lo dice sin vueltas: caos, corrupción, desgarro del tejido
social y fragmentación del pueblo, potenciados por la crisis terminal del
rentismo petrolero (goo.gl/DW8wkQ). Cuando
predomina la cultura política del individualismo más feroz, es imposible
conducir ningún proceso de cambios hacia algún destino medianamente positivo.
En suma, el panorama que
presenta la región –aunque menciono tres países el análisis puede, con matices,
extenderse al resto– es de creciente ingobernabilidad, más allá del signo de
los gobiernos, con fuertes tendencias hacia el caos, expansión de la corrupción
y dificultades extremas para encontrar salidas.
Tres razones de fondo
están en la base de esta situación crítica.
La primera es la
creciente potencia, organización y movilización de los de abajo, de los pueblos
indios y negros, de los sectores populares urbanos y los campesinos, de los
jóvenes y las mujeres. Ni el genocidio mexicano contra los de abajo ha
conseguido paralizar al campo popular, aunque es innegable que afronta serias
dificultades para seguir organizando y creando mundos nuevos.
La segunda es la
aceleración de la crisis sistémica global y la desarticulación geopolítica, que
pegó un salto adelante con el Brexit, la elección de Donald Trump, la
persistencia de la alianza Rusia-China para frenar a Estados Unidos y la
evaporación de la Unión Europea que deambula sin rumbo. Los conflictos se
expanden sin cesar hasta bordear la guerra nuclear, sin que nadie pueda imponer
cierto orden (aún injusto como el orden de posguerra desde 1945).
La tercera consiste en la
incapacidad de las élites regionales de encontrar alguna salida de largo
aliento, como fue el proceso de sustitución de importaciones, la edificación de
un mínimo estado del bienestar capaz de integrar a algunos sectores de los
trabajadores y cierta soberanía nacional. Sobre este trípode se estableció la
alianza entre empresarios, trabajadores y Estado que pudo proyectar, durante
algunas décadas, un proyecto nacional creíble aunque poco consistente.
La combinación de estos
tres aspectos representa la “tormenta perfecta” en el sistema-mundo y en cada
rincón de nuestro continente. Los de arriba, como dijo días atrás el subcomandante
insurgente Moisés, quieren convertir el mundo en “una finca amurallada”.
Probablemente, porque nos hemos vuelto ingobernables. Tenemos que organizarnos
en esas difíciles condiciones. No para cambiar de finquero, por cierto.
2 comentarios:
Excelente!!
Raúl Zibechi, cierto es que toda acción de gobierno debería ser auto crítica, sin embargo no se puede dejar por fuera el factor del intervencionismo estado-estadounidense en los países de América Latina. El derrotado banquero G. Lasso viene haciendo proselitismo político por el lapso de 8 años, en tiempo de campaña electoral así como fuera de este período; introduciendo su imagen milímetro a milímetro en la mente de los ecuatorianos, de donde sale tanta plata o dinero para su proselitismo político? . En parte de sus fondos y del grupo que lo apoya, especialmente empresarios de la ciudad de Guayaquil. Se calcula que en la última campaña en las dos vueltas gastó entre 100 y 150 millones de dólares estadounidenses. Poca gente conoce
-incluso aquí- que la embajada estadounidense en Ecuador tiene allí su plata ya que cuando se va a pedir Visa para ir a EE. UU. es en una cuenta del Banco de Guayaquil, propiedad de G. Lasso donde hay que depositar, ya sea que le conceden o nieguen la Visa. Otro elemento al vicepresidente de G. Lasso, A. Paéz le depositaron "no se sabe quien" en una cuenta en un banco panameño" -dice para defenderse- "por error" 900 000 USD y este ex candidato segun una investigación ya viene trabajando con la cia, hace 10 años a la fecha. Eso es lo que ha salido a la luz y me pregunto y "lo que no a salido a la luz todavia" acerca del intervencionismo estadounidense, solo en esta última campaña electoral.
Entonces los EE. UU. si apoyan con plata y persona como se dice acá a la derecha latinoamericana, sin quitar responsabilidad de los errores cometidos por los movimientos llamados progresistas en el poder político ya que siguen teniendo el poder económico las oligarquías y burguesías locales. Saludos
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