Las
elecciones de 2017 han sido cruciales para la vida del país. La ultraderecha
bancario-empresarial asumió el momento como lucha definitiva por restaurar sus
exclusivos intereses en el Estado, en tanto que para Alianza PAIS representó el
momento de la continuidad.
Desde
1979 ha venido consolidándose en Ecuador la democracia representativa. Hasta
1996 se sucedieron 4 gobiernos electos y 1 por sucesión constitucional; pero
entre 1996-2006, hubo 7 presidentes y una efímera dictadura nocturna. Los
únicos 3 presidentes electos en esta última fase fueron derrocados.
Este
amplio período se inició con una Constitución (1979) y un gobierno progresista;
aunque desde 1982 comenzaron las políticas aperturistas, que desde 1984 se
afirmaron como modelo empresarial, que progresivamente fue edificado por todos
los gobiernos posteriores.
El modelo
empresarial se inspiró en el neoliberalismo. Las consecuencias sociales y
laborales fueron desastrosas; pero también las institucionales, todo lo cual
explica la crisis política galopante desde 1996.
Desde
2007, el gobierno de Rafael Correa y la nueva Constitución (2008) marcaron un
nuevo ciclo histórico, con el fin del modelo empresarial, la
reinstitucionalización del Estado, el restablecimiento de los intereses
nacionales sobre los privados, y la mejora sustancial de las condiciones de
vida y de trabajo de la población. Los desajustes de los 2 últimos años no
alteran las bases macroeconómicas, sociales e institucionales logradas en la
última década de la Revolución Ciudadana.
Sobre
esa herencia histórica, las elecciones de 2017 han sido cruciales para la vida
del país. La ultraderecha bancario-empresarial asumió el momento como lucha
definitiva por restaurar sus exclusivos intereses en el Estado, en tanto que
para Alianza PAIS representó el momento de la continuidad.
Las
dos posiciones antagónicas han provocado el claro alineamiento de las fuerzas
sociales en el país. Hay, sin duda, un amplio sector ciudadano democrático y
progresista, que no solo ha dado el triunfo a Lenín Moreno, sino que ha
acompañado con su respaldo a la Revolución Ciudadana. Están fuera del mínimo de
comprensión histórica quienes creen ver aquí una ‘nueva derecha’.
Guillermo
Lasso y Cynthia Viteri expresaron abiertamente los intereses de una élite
bancario-empresarial más reaccionaria del país, apadrinada por varios medios de
comunicación. Esa división política impidió un mejor resultado en la primera
vuelta. En la segunda, el socialcristianismo que patrocinó a Viteri convergió
(a regañadientes) en el apoyo a Lasso. Pero la torpe actuación de este
candidato y sus fuerzas de apoyo (CREO-SUMA) al pretender su triunfo sobre la
base de una encuestadora privada, y denunciar un ‘fraude’ que no se logra
probar en los términos jurídico-institucionales exigidos, ha permitido al
socialcristianismo desmarcarse nuevamente frente al perdedor candidato
banquero. A Lasso no se le perdona el haber sido el causante de la división
derechista.
También
ha quedado definido el espacio de la ínfima izquierda marxista probancaria, que
todavía rinde cultos a Lasso.
Y la
polarización política entre dos modelos distintos de sociedad, igualmente ha
definido el comportamiento golpista, violento, agresivo, de aquel sector de la
ultraderecha que ahora está dispuesta a librar su batalla por otros medios, ya
que la perdió en las urnas.
1 comentario:
Usted tiene afinidad por el gobierno y ese es su derecho ;pero hay que precisar que el voto de Lasso no es sólo de la ultra derecha empresarial y bancaria como usted personifica a mitad de los votos de las urnas,quizás más votos, pero lo importante es que si se oficializa el resultado y se acepta los mismos, el nuevo mandatario deberá tener muy presente está "minoría" de casi la mitad para gobernar de manera sosegada similares fanatismos, ni odios ni venganzas, sino por el Ecuador entero
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