Ahora
vemos en medios periodísticos y redes sociales una asombrosa imagen de
Duarte, esposado y con chaleco de
seguridad: una amplia sonrisa le ilumina el rostro. ¿Cómo puede estar tan feliz
alguien que enfrentará años de cárcel y
el embargo de su fortuna?
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El
sábado 15 de abril, uno de los gobernadores más corruptos de donde abundan los gobernadores
corruptos, fue capturado en un hotel a las orillas del Lago Atitlán en
Guatemala (“el más bello del mundo” Aldous Huxley dixit). La captura de Javier
Duarte, ex gobernador de Veracruz (2010-2016), ha generado extendidas
suspicacias en México. En primer lugar,
desde antes de su salida del gobierno, era sabido que Duarte terminaría
encarcelado por su escandalosa corrupción. Inmediatamente después de una entrevista en la televisión, Duarte
fue prófugo con el contubernio de diversas instancias gubernamentales. Se dijo
que el gobierno de México le pagaba así
los millones de dólares que aportó a la campaña presidencial de Enrique Peña
Nieto.
Ahora
vemos en medios periodísticos y redes sociales una asombrosa imagen de
Duarte, esposado y con chaleco de
seguridad: una amplia sonrisa le ilumina el rostro. ¿Cómo puede estar tan feliz
alguien que enfrentará años de cárcel y
el embargo de su fortuna? La felicidad de Duarte llama la atención cuando se
sabe que se le acusa de malversación de fondos por 35 millones de dólares, de
haber sido omiso o comiso en la desaparición forzada de 15 mil personas y en el
asesinato de 15 periodistas.
La
hipótesis circulando en México es que su captura es un hecho arreglado por el
gobierno para usarlo electoralmente en un contexto de profunda crisis de
credibilidad del PRI. El 4 de junio de este año se celebrarán elecciones para
gobernador o presidencias municipales en
el estado de México, Veracruz, Nayarit y Coahuila. Se dice que estas elecciones son estratégicas
para quien quiera ganar la presidencia en 2018. El estado de México es
densamente poblado y por tanto de una importancia electoral suprema. Y en dicho
estado, otrora bastión del PRI, éste se
encuentra en una situación sumamente precariedad: en tercer lugar de las
preferencias electorales (detrás de Morena y PAN) y con un 64% de percepción
negativa. Los ocho gobernadores (siete priístas y uno panista) que hoy están
prófugos o indiciados, acumularon una
deuda de 186 mil millones de pesos (más de 300 millones de dólares) durante su
gestión. Se presume que buena parte de esa deuda se fue por el caño de la
corrupción. PRI y PAN están naufragando.
Huelen
mal las capturas de Duarte y hace unos días de Tomás Yarrington (el ex gobernador de Tamaulipas), cuando ya han
arrancado las campañas electorales de 2017. Se busca lavarle la cara a Peña
Nieto y al PRI, dándole una imagen justiciera. Duarte podría negociar impunidad
y resguardo de buena parte de su mal
habida fortuna, si aceptara a propalar la calumnia de que le dio dinero a
Andrés Manuel López Obrador y a Morena en los comicios de 2016 en Veracruz. Que
mejor que el ex gobernante más desprestigiado manche sin pruebas al político
más honesto de México. El PRI podría levantarse de su lecho de muerte y
agradecerle el favor a Duarte.
Táctica
desesperada y perversa del establishment neoliberal. Total, “de la calumnia
algo queda”.
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