La
evolución de la situación política de Venezuela tendrá un momento decisivo en
las –aún sin definición- elecciones presidenciales de 2018, para las cuales ni
oficialistas ni opositores tienen candidato definido y mucho menos un proyecto
de país para debatir. Y el problema de
la falta de candidatos condiciona planes y tiempos.
Aram Aharonian / ALAI
El
gobierno de Nicolás Maduro subestimó las consecuencias que tendrían las
decisiones judiciales 155 y 156 emitidas por la Sala Constitucional, que
disuelven formalmente las competencias y la autonomía parlamentaria de la
Asamblea Nacional, tanto en el plano internacional como en las mismas fuerzas
del chavismo.
No
midió el impacto que las fricciones generadas por la disolución de la Asamblea
Nacional generaba dentro mismo del oficialismo, donde la Fiscal General, Luisa
Ortega, opinó abiertamente sobre las implicaciones que derivaban de las
decisiones del TSJ, obviamente con el aval de otros dirigentes chavistas. El
gobierno escogió el Consejo de Defensa de la Nación para dirimir la
controversia interna, y retractarse parcialmente.
Asimismo,
el gobierno de Nicolás Maduro evaluó mal la declaración conjunta de 20 países
en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), suponiendo un
triunfo el hecho de que no se activara la Carta Democrática, y la reacción
internacional parece haber tomado al gobierno por sorpresa.
Y
así, el Consejo Permanente de la OEA aprobó el martes 3 de abril una resolución
en la que expresa "su profunda preocupación por la grave alteración
inconstitucional del orden democrático" en Venezuela, y calificó las decisiones
del Tribunal Supremo de Justicia de "incompatibles con la práctica
democrática, y una violación del orden constitucional". Venezuela y
Bolivia calificaron de ilegítima la reunión y como “un golpe de Estado” la
forma de la resolución, orquestada por México y la canciller argentina Susana
Malcorra a pedido de EE.UU.
Tampoco
pareciera haber hecho un análisis certero sobre la política exterior de
Washington desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, donde figuras de
extrema derecha como Marco Rubio –quien hasta denuncia vinculaciones del
gobierno venezolano con el terrorismo y el narcotráfico- han tomado (junto al
Pentágono) la batuta en la agenda sobre América Latina, desplazando al
Departamento de Estado. Rubio amenazó a Haití y República Dominicana con
aplicarles “recortes masivos” a las ayudas por no respaldar la intervención
contra Venezuela.
El
catedrático chileno-español Marcos Roitmann señala que mientras se urdía el
plan para dar la puntilla al orden constitucional en Venezuela, se hacían
públicas las conversaciones de enero de 2016 entre el almirante Kurt Tidd,
comandante en jefe del Comando Sur, y el actual secretario general de la OEA,
Luis Almagro, para coordinar la acción de los organismos regionales contra el
poder legítimo del gobierno de Caracas. Servicios de inteligencia, ONG,
corporaciones privadas de comunicación, prensa radio, televisión y redes
sociales debían entrar en sincronía y asestar el golpe definitivo.
La
meta era inaugurar un Estado paralelo, encabezado por el Parlamento, en manos
de la oposición, tensionando el Poder Judicial, desacreditando sus
resoluciones, obligando al gobierno a tomar medidas de excepción y, de esa
manera, justificar la intervención para salvaguardar, curiosamente, el orden
constitucional, agrega.
Para
el analista opositor Michael Penfold, no se trata de un asunto semántico que
pueda aclararse simplemente con distinguir entre impasse (como dijo Maduro) y
ruptura: pues detrás de todo estos trágicos eventos comienza a reflejarse un
importante cambio en el juego de poder, restringido por las fuerzas
internacionales y por las mismas fisuras internas del chavismo, más que por la
propia capacidad de movilización de la oposición.
“El
presidente Maduro ahora tiene que enfrentar una realidad sumamente compleja y a
un grupo chavista que probablemente sea mucho más poderoso que la misma
oposición (cuyos partidos lamentablemente muestran un gran músculo electoral,
pero hasta ahora han revelado muy poco tino político)”, señala, al alertar
sobre el profundo problema de credibilidad de la derecha venezolana.
El
Partido Comunista, por su parte, evaluó que las sentencias y aclaratorias del
TSJ, y lo sucedido en torno a ellas, tiene que ver “con la agudización de la
lucha por el control y el poder en Venezuela”; con la agudización de las
contradicciones en el seno del bloque del Gobierno y el de la oposición.
Desinflando el globo del golpe
La
gran prensa hegemónica nacional y sobre todo internacional insistió
cartelizadamente en que hubo un golpe de Estado o un autogolpe, en una nueva
ofensiva contra la Revolución Bolivariana. Causa gracia que autoridades de los
gobiernos neoliberales de la región se preocupen por la población venezolana,
que según los informes de la ONU sigue tendiendo mejores indicadores sociales
que casi todos los países de la región.
La
actual coyuntura política requiere jugar estratégicamente tanto en el tablero
nacional como en el internacional. Amerita plantarse en la lógica de las
decisiones políticas y actuar a partir de la evaluación de las condiciones
reales. Comunicacionalmente demanda un discurso argumentativo con pretensiones
de validez y provisto de una “racionalidad” estratégica. Urge la construcción
política de significados que doten de sentido las decisiones, más la dinámica
confrontacional impone una estrategia discursiva desgastada y reiterativa,
señala la socióloga Maryclén Stelling.
El tan publicitado “golpe” sirvió también para
tapar las miserias de estos gobiernos: la crisis institucional, social y
humanitaria que vive Paraguay, el sistemático asesinato de líderes sociales en
Colombia (156 en los últimos 14 meses), la matazón en Honduras, las fosas
comunes y los asesinatos masivos y continuos en México (más de 30 mil desde
marzo), la corrupción galopante y la crisis social del Brasil golpista…
Hablan
de democracia quienes avalaron desde la OEA los golpes de Estado e invasiones
estadounidenses desde 1948 y por eso se hace indispensable “matar” al chavismo,
locomotora en la última década de los impulsos integradores en la región
(Unasur, ALBA, Petrocaribe, Celac).
Nuevamente
se ha usado la presión internacional como estrategia central de la ofensiva con
el único fin de terminar con el chavismo, convencidos que no se puede confiar
en lo que internamente pueda hacer la tan publicitada oposición. No lo han
logrado con el sabotaje económico, aunque sí han descalabrado al país. Es
oportuno, para la derecha, apelar a la comunidad internacional en momentos en
que la correlación de fuerzas le favorece y cuando el gobierno de Maduro sigue
perdiendo aliados.
Y el
asedio externo es cada vez más fuerte, y no solo desde el Mercosur o de la OEA,
sino también desde organismos de Naciones Unidas. Por eso, más d 30 dirigentes
de la oposición salieron del país para recorrer el mundo en busca de su única
salida: la intervención externa.
Elecciones ¿cuándo?
La
evolución de la situación política de Venezuela tendrá un momento decisivo en
las –aún sin definición- elecciones presidenciales de 2018, para las cuales ni
oficialistas ni opositores tienen candidato definido y mucho menos un proyecto
de país para debatir. Y el problema de
la falta de candidatos condiciona planes y tiempos.
Mientras
los expresidentes Martín Torrijos (Panamá), Leonel Fernández (República
Dominicana) y José Luis Rodríguez Zapatero (España) ratificaron su compromiso
de continuar como mediadores en el proceso de diálogo “fructífero” convocado
por el gobierno venezolano, la sola mención de la palabra diálogo desata la
furia en la oposición. “La decisión es disparar a mansalva contra la
posibilidad de que el diálogo frustre la aventura”, señala el exvicepresidente
José Vicente Rangel.
En
todos estos años de desestabilización por parte de la oposición, los sectores
de la derecha no han logrado consensuar sobre un candidato. La llamada Mesa de
Unidad Democrática (MUD), tras dilapidar en solo un año la mayor parte de un
capital político enorme (cayó de 80 % de apoyo en diciembre del 2015, apenas
ganadas las elecciones parlamentarias hasta menos del 15% en marzo de 2017),
ahora se dispone a reestructurarse ella misma y en las mejores escuelas de
administración del mundo deben estar pendientes.
La
arremetida internacional no logró que la oposición lograra concretar su
prometido levantamiento popular contra el gobierno, y apenas insinuó alguna que
otra acción callejera aislada y una escuálida concentración, bien cubierta por
medios nacionales y extranjeros, claro. Como dice Gerardo Szalkowicz, a la
desestabilización le sigue faltando pueblo. El descontento y el hastío por esta
difícil cotidianeidad no parecen dar consenso para una salida violenta o una
intervención externa. Por ahora.
Henrique Capriles Radonsky es el eterno
candidato, tras dos fracasos anteriores. Leopoldo López, el más radicalizado y
con mayor prensa internacional, está inhabilitado políticamente, y preso. Henry
Ramos Allup, líder de la socialdemócrata Acción Democrática, viene en caída
libre en las encuestas. María Corina Machado es la figura femenina, amiga de
Bush. Henry Falcón, gobernador de Lara, no encuentra rendijas por donde filtrar
una candidatura más conciliadora.
Pareciera
que tampoco Washington tiene definido qué candidato le conviene para la
transición con la que sueña, y allí aparece recurrentemente el nombre de
Lorenzo Mendoza, el dueño de la mayor empresa del país -Polar-, que repite
desde hace años que él no quiere ser presidente, pero…
Cuadro político, cuadro económico
El
analista Leopoldo Puchi señala que, de avanzarse en el proceso de diálogo, es
probable que se produzca una alternancia y que el candidato de la oposición se
convierta en Jefe de Estado. De no concretarse estas negociaciones, será
difícil que la alternancia tenga lugar, porque supondría, para quienes están
hoy en el Gobierno, consecuencias equivalentes al derrocamiento por la vía de
un de golpe militar: destierro del sistema, exclusión de las instituciones y
hasta un posible aniquilamiento.
Más
allá de las elucubraciones políticas, los resultados electorales de 2018
estarán determinados esencialmente por los efectos del cuadro económico sobre
las condiciones de vida de la gente, máxime cuando el respaldo electoral al
sector gubernamental se ha venido deteriorando de manera persistente por el
descontento que han generado la escasez y el aumento de los precios de los
bienes y servicios, lo que impide que sean cubiertas las necesidades básicas de
la población, en particular las de alimentación.
Las
dificultades económicas por las que atraviesa el país tienen que ver con el
descenso de los precios del petróleo y con acciones de la denominada guerra
económica en la que se inscriben acciones de boicot en el sistema financiero
internacional y prácticas comerciales ilícitas como la especulación y el
contrabando, junto a los sistemáticos y continuos errores en la conducción de
las líneas macroeconómicas, que incluyen elementos fiscales y monetarios y, de
manera fundamental, las políticas cambiarias.
En la
actualidad solo hay 5 partidos legales: tres son muy pequeños y quedaron en pie
debido a prácticas poco honestas de sus patrocinantes. Los otros dos son el
PSUV y la Mud que está en manos de 5 personas que presentaron la tarjeta ante
el Consejo Nacional Electoral, que ha llamado a la reafiliación, que no solo
caerá sobre la oposición sino también en el Gran Polo Patriótico, donde el
Partido Comunista y Redes están a punto de convertirse en víctimas de la medida
La traición
La
falta de unidad y las acusaciones de traición están a la orden día. El que tiró
la primera piedra fue el presidente Nicolás Maduro que denunció que “tendencias
reformistas de derecha, algunas encabezadas por traidores abiertos, y tienen
asesores de marketing y mucho dinero detrás… (…) ¡Alerta, bolivariano, que a
Nicolás Maduro le quieren meter una puñalada por la espalda traidores de nuevo
cuño para asumir un proyecto reformista para entregar la Revolución bolivariana
al capitalismo internacional!”
En vez de ubicar las causas y condiciones que
permiten comprender y explicar la actual “crisis de gobernabilidad popular” se
construye fundamentalmente una narrativa de “ataques y traiciones” como
contradicción principal, hecho que elude las responsabilidades propias y los
factores de debilidad interna del movimiento bolivariano, popular y
revolucionario, en un cuadro complejo que no deja de reconocer que estamos en
una situación de “guerra política”, con aristas de sabotaje económico y
presiones internacionales inocultables, señala el sociólogo Javier Biardeau.
Desde
tiempo atrás se sabe que el monolítico cuerpo político estructurado por Hugo
Chávez había dejado de ser todo eso. Los corrillos políticos hablan de una
fuerte puja interna por el poder, pero también por el financiamiento. Los
cambios permanentes de gabinete –reincorporando a miembros de la familia
Chávez- parecen conducir a Maduro a rodearse con sólidos aliados, mientras
Diosdado Cabello, Aristóbulo Istúriz, Elías Jaua, Alcalá Cordones, transitan
por otras veredas.
¿Qué
ocurre cuando el arma que antes se utilizó para limpiar la maleza al régimen
anterior empieza a talar las raíces del movimiento popular?, se preguntan Chris
Gilbert y Cira Pascual desde la Escuela de Cuadros. En el momento en el que el
auge popular de una revolución entra en declive, abundan los fantasmas que ésta
evocó, ahora peleando no por los ideales revolucionarios sino por el poder en
sí.
“Evidentemente
no podemos ver con indiferencia este estrepitoso ocaso de los ídolos bajo la
suposición de que, con la caída de las máscaras, se desataría un nuevo impulso
revolucionario”, añaden. Y el tema de la corrupción galopante, la ineficiencia
y la ineficacia, que denunciara el propio Chávez, siguen galopando.
(Auto)
candidatos hay demasiados en el oficialismo. Una nueva candidatura de Maduro
llevará al fracaso al PSUV: el 58% de los ciudadanos considera que su salida
del poder es la solución a todos los problemas que atraviesa el país, según una
encuesta de Hinterlaces.
Hay
quienes quieren apoyar a una mujer, la esposa del presidente y exparlamentaria,
Cilia Flores (a quien sindican como cabeza de las decisiones de la Sala
Constitucional), aunque ahora le saliera competencia de la Fiscal General
Ortega Peña; otros al alcalde caraqueño Jorge Rodríguez o el vicepresidente
Tarek El Aissami. Distanciados de Maduro están “presidenciables” como Diosdado
Cabello, Istúriz, Jaua, pero ninguno aparece con fuerza suficiente.
Más
alejados, dentro de lo que podría calificarse como chavismo no madurista (fuera
del PSUV) están ex ministros de Chávez (Jorge Giordani, Héctor Navarro, Ana
Elisa Osorio, Gustavo Márquez) junto a Marea Socialista.
El
debate está instalado en el chavismo, quizá no en la cúpula del gobierno ni en
los consejos de sus asesores externos. “La falta de discusión se debe a que se
ha ido reduciendo en los hechos la trama de la democracia revolucionaria. Esta
situación es una oportunidad para el debate, para preguntarnos qué estamos
construyendo, si nos acercamos a la idea de democracia que imaginamos o si por
el contrario retrocedemos a concepciones que nos habíamos planteado superar”,
señala la organización popular Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora.
Mientras,
las Fuerzas Armadas se han mantenido silentes.
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