Por
supuesto que ningún país debería tener armas nucleares, mucho menos debería
usarlas, pero eso forma parte de la hipocresía internacional que permanece muda
ante los programas nucleares de Israel, Pakistán e India, pero arma un
escándalo ante la misma situación en Corea o Irán. Si se va a aplicar la ley
internacional, que se haga de la misma manera con todos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Durante
la VII Cumbre de la OEA+Cuba celebrada en Panamá en 2015, después de la
extraordinaria intervención del presidente Rafael Correa, su colega
estadounidense Barack Obama opinó que consideraba que no era útil recordar la
historia. Colombia, se había adelantado al criterio del mandatario de la mayor
potencia mundial y ya a comienzos de los años noventa del siglo pasado, la cátedra
de historia desapareció como asignatura obligatoria de los pensum de estudio de
la enseñanza media de este país. Los
nuevos libros para enseñanza de la materia reflejan “poca profundidad y
articulación entre los temas”, según un artículo publicado en agosto de 2015 en
el periódico El Espectador de Bogotá.
En
materia de educación, tal vez no haya nada mejor para las clases dominantes que
borrar la historia para hacer de las nuevas generaciones entes intelectualmente
amorfos que no sepan dilucidar el origen de la problemática que aqueja a sus
países y al mundo. Obama, un académico de la prestigiosa Universidad de
Harvard, sabía perfectamente lo que hablaba en Panamá, en el fondo estaba
instando a que latinoamericanos y caribeños olvidáramos el rosario de tropelías
y barbaridades cometidas por su país en los últimos doscientos años.
Toda
esta reflexión vino a mi recuerdo al observar los ya consuetudinarios hechos en
la península coreana que se vienen repitiendo con mayor o menor intensidad
desde hace muchos años. Como es habitual se fabrican matrices de opinión que
hacen olvidar el origen de los problemas, ubicando el centro de los mismos en
lugares y hechos reales o no, acorde al interés de las potencias.
Parece
olvidarse que el arranque del “problema coreano” no está en la posesión de
armamento nuclear por parte de la Republica Popular Democrática de Corea,
(RPDC) que es un hecho relativamente reciente, sino en la presencia
injustificada en el sur, de uno de los mayores contingentes militares de Estados
Unidos en cualquier lugar del mundo. En la década de los 50 del siglo pasado,
Estados Unidos logró “vender” su versión de que la guerra en Corea había tenido
su inicio a partir de la “agresión” del Sur por el ejército del Norte, como
expresión de la política expansiva de la Unión Soviética. Es el primer absurdo,
un país no se agrede a sí mismo, y hay que recordar que la línea fronteriza fue
impuesta por las potencias a los coreanos del norte y del sur después de las
conferencias de El Cairo (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945) cuando ya había
finalizado la guerra en Europa y solo unos días antes que Estados Unidos
lanzara las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. A los coreanos, nadie les
preguntó nada. Como resultado de esa decisión, en el norte se estableció un
gobierno popular, al mismo tiempo que la Unión Soviética tenía una presencia
discreta en el país, mientras en el sur, el General estadounidense John R.
Hodge desconoció la decisión de los comités de resistencia que se instalaron en
Seúl y que propugnaban la independencia de toda la península. Hodge instauró un
Consejo Asesor, formado por japoneses y colaboracionistas, ninguno de los
cuales hablaba coreano, el cual constituyó un “Consejo Democrático
Representativo” elegido a dedo, que impuso un gobierno fascista dirigido por
Syngman Rhee, quien había vivido 37 años del total de sus 60, en Estados
Unidos.
En
1946, la ONU manejada por Estados Unidos organizó elecciones en el sur, las
bandas terroristas asolaron a los opositores a Rhee, y cometieron alrededor de
600 asesinatos políticos, todo lo cual condujo a un triunfo de la derecha, con
el aval de la ONU. En 1948 estallaron
dos rebeliones en el sur en Yosu y Cheju Do. En las nuevas elecciones de 1950,
era evidente que Rhee iba a ser derrotado. Estados Unidos entendió que la única
manera de impedirla era mediante una intervención militar.
En
esas condiciones se produjo la ofensiva del Norte sobre el Sur, a fin de
unificar la nación en un solo país, la abundante información obtenida
posteriormente demuestra que a la Unión Soviética la guerra en Corea no le fue
beneficiosa, sobre todo porque impidió que a la recién creada República Popular
China le fuera adjudicado el asiento que en justicia le correspondía en la ONU
y sobre todo en el Consejo de Seguridad. Además, este conflicto significó para
los soviéticos el desvío de importantes recursos necesarios para su propia
defensa, tras la creación de la OTAN en 1949.
En el
desarrollo del conflicto bélico propiamente, mientras este se desarrolló entre
las fuerzas del norte y el ejército reaccionario de Syngman Rhee, el avance de las tropas bajo el mando de Kim
Il Sung tuvieron un éxito arrollador estando a punto de lograr la victoria
total, hasta que las fuerzas armadas de
Estados Unidos pertenecientes a la VII Flora acantonadas en Japón intervinieron
directamente, sin autorización de la ONU que debió aceptarlo como un hecho
consumado para guardar las apariencias, creando un contingente militar con
tropas de 15 países, siendo Colombia el único latinoamericano que lo integró,
aportando 5100 soldados de los 140 mil del contingente internacional que se
agregó a los 480 mil de Estados Unidos.
Las
fuerzas armadas estadounidenses contuvieron el ataque coreano e iniciaron la
ofensiva para derrotar y hacer desaparecer al gobierno de Kim Il Sung, sin
embargo la oportuna presencia de una gran fuerza militar china impidió la
explotación del éxito inicial por parte de Estados Unidos. El gigante asiático
estaba preocupado por la posibilidad de la irrupción del conflicto en
territorio propio bajo la obsesiva amenaza del general MacArthur de
prolongarlo, incluso con el uso del arma atómica, lo cual obligó al presidente
Truman a destituirlo en abril de 1951, todo en medio de la histeria
anticomunista que desataba en Estados Unidos el senador Joseph McCarthy.
Rhee
fue destituido en 1960, después de grandes manifestaciones populares y
estudiantiles que dieron al traste con su brutal gobierno represivo. Sin
embargo, las fuerzas militares estadounidenses no abandonaron la península y
hasta hoy se mantienen como fuerzas de ocupación en el sur y como amenaza a la
estabilidad política del país y de la región. Si observamos que Estados Unidos
tiene 28 mil soldados en 85 bases militares en Corea y 50 mil soldados en 109
bases militares en Japón, incluyendo naves portadoras de armamento nuclear, es
comprensible que cualquier país, en este caso la RPDC tome medidas para
salvaguardar su defensa, sobre todo si se considera la agresividad de la
política exterior de Estados Unidos y el innegable hecho histórico de haber
sido el único país en lanzar bombas atómicas sobre dos ciudades inermes cuando
Japón estaba virtualmente derrotado en 1945.
Por
supuesto que ningún país debería tener armas nucleares, mucho menos debería
usarlas, pero eso forma parte de la hipocresía internacional que permanece muda
ante los programas nucleares de Israel, Pakistán e India, pero arma un
escándalo ante la misma situación en Corea o Irán. Si se va a aplicar la ley
internacional, que se haga de la misma manera con todos. ¿Por qué la RPDC no
puede desarrollar su programa nuclear defensivo mientras la comunidad
internacional permanece muda cuando Israel argumenta lo mismo?
En
1994, la RPDC firmó un acuerdo con la Administración de Bill Clinton por el
cual aceptaba el cierre de los reactores de Yongbyon y el abandono de la
construcción de dos centrales nucleares. También aceptó un acuerdo con el
Organismo Internacional de la Energía Atómica para que éste llevara a cabo
inspecciones. Por su parte, Estados Unidos se comprometió a normalizar las
relaciones diplomáticas y económicas con Pyongyang, levantar las sanciones y
proporcionar dos reactores de agua ligera que no pueden ser usados con fines
militares. Este acuerdo chocó con los
sectores belicistas de Estados Unidos que forzaron su rechazo En 1999, la
paciencia de Pyongyang se agotó y reanudó su actividad nuclear.
En
junio de 2000 se celebro en Pyongyang la histórica Cumbre entre las dos Coreas.
Los dos mandatarios firmaron un acuerdo para trabajar conjuntamente a favor de
la reunificación del país. En 2003 se realizó la primera ronda de negociaciones
con la participación de China, Rusia, Estados Unidos, Japón y las dos Coreas y
en febrero de 2004 durante la segunda ronda, Pyongyang aceptó concluir con su
programa de proliferación nuclear, siempre que se le otorgaran seguridades de
que Washington no tomaría represalias. Estados Unidos ni siquiera se molestó en
dar una respuesta.
En
2007, tras cuatro años de negociaciones la RPDC aceptó cerrar el último reactor
nuclear que estaba operativo en Yongbyon a cambio de ayuda internacional. El
Consejo de Seguridad de la ONU celebró tal decisión, mientras tanto todos los
años Estados Unidos y Corea del Sur continuaban realizando gigantescas
maniobras militares y navales con la participación de armamento nuclear que
apunta hacia la RPDC.
Veintiocho
años después de finalizada la guerra fría, las armas de Estados Unidos se
siguen dirigiendo contra la RPDC, pero esta actitud a favor de incentivar el
conflicto también está enfocada contra China y Rusia, que han rechazado el
despliegue del sistema antimisiles THAAD en territorio surcoreano el cual
amenaza directamente a la fuerza balística nuclear de disuasión de las dos
potencias
Vistas
así las cosas, podríamos preguntarnos, ¿De dónde viene el peligro? ¿Quién está
amenazando a quién? ¿No ha dado la RPDC suficientes muestras de querer resolver
el conflicto por vía de la negociación? ¿Tiene o no derecho la RPDC a
protegerse? Juzgue usted mismo respetado lector.
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