A
pesar de que el producto interno bruto anual del país se ha multiplicado diez
veces en menos de 20 años, la desigualdad aumenta, la pobreza no disminuye y
los servicios públicos se deterioran. La pequeña elite concentradora de riqueza,
enquistada en los nichos de poder, no tiene los cuadros con capacidad para
gobernar.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con
Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
A
partir de la conquista española, hace medio milenio, Panamá ha tenido una clase
dirigente especializada en la venta de servicios, asociados a la posición
geográfica privilegiada del Istmo. Durante la colonia (1500 – 1820), primaban
los intereses de la Corona española. A los márgenes, una elite comercial se
beneficiaba con los negocios legales e ilegales. En el siglo XIX, los
comerciantes locales rompieron con la península y se adhirieron a los intereses de la ‘City’ de Londres. El
período colombiano fue caótico por la debilidad de Bogotá frente a los avances
de las potencias rivales de la época: Gran Bretaña, Francia y EEUU. En el siglo
XX emergió Washington como potencia dominante y también nació la República de
Panamá.
El
binomio EEUU–Panamá fue productivo y, a la vez, trágico. La potencia del norte
construyó el Canal interoceánico pero subordinó el país al dominio de una
pequeña elite incapaz de gobernar y altamente corrupta. La lucha por la
soberanía ocupó a la mayoría de los panameños durante casi todo el siglo XX.
Cuando finalmente se logró avanzar significativamente, en 1989 EEUU reaccionó
atacando militarmente el país causando miles de muertes e imponiendo un régimen
político de la misma elite corrupta. Ya tiene más de un cuarto de siglo
saqueando las riquezas que genera la posición geográfica del país sin proyecto
nacional a la vista.
En
1999 EEUU le entregó la administración del Canal de Panamá a la pequeña elite
panameña. Por primera vez en su historia de cinco siglos, la clase dominante
istmeña tuvo la oportunidad de combinar la administración de los negocios
locales (posición geográfica) con el arte de gobernar. Más encima, entre 2007 y
2016 incursionó en la ampliación del Canal de Panamá a un costo
multimillonario.
La
experiencia ha resultado un fiasco. A pesar de que el producto interno bruto
anual del país se ha multiplicado diez veces en menos de 20 años, la
desigualdad aumenta, la pobreza no disminuye y los servicios públicos se
deterioran. La pequeña elite concentradora de riqueza, enquistada en los nichos
de poder, no tiene los cuadros con capacidad para gobernar. A pesar de la
asesoría de EEUU – entretenida en guerras del otro lado del planeta – la
corrupción se ha entronado en el país, aceptada por amplios sectores de la sociedad.
Todo
indica que la corrupción y clientelismo continuarán por lo menos otros 25 años,
a menos que se comiencen a dar los cambios no previstos en la actualidad. Desde
el punto de vista económico, la pequeña elite gobernante sólo concibe realizar
negocios a corto plazo que generen ganancias inmediatas. No hay inversiones en
áreas productivas que promuevan la producción de nuevas riquezas derivadas del
trabajo de los panameños. Los gobernantes, incluso, plantean que no es
necesario trabajar – para producir alimentos, vestimentas, máquinas – si
podemos comprar todo lo que queremos con los ingresos del Canal. La política
económica irresponsable genera, a su vez, un sistema político de dependencia
total o de ‘clientelismo’. Los grandes empresarios locales reciben generosos
subsidios del gobierno, las capas medias se benefician con las ‘rentas’ de la
posición geográfica y los sectores más pobres (el 80 por ciento de la
población) reciben las migajas sobrantes: ‘100 para los 70’, ‘becas
universales’ y otros programas poco eficaces.
Los
ingresos que percibe Panamá por los tributos que genera la posición geográfica
son sistemáticamente despilfarrados. No hay un programa para aprovechar las
riquezas nacionales, comenzando con los recursos humanos. La antigua ‘Zona del
Canal’, contigua a la vía interoceánica, se ha convertido en área de
concesiones. La idea mas reciente se desprendió de una reunión de la “Junta
Directiva Internacional” de la ACP en
Shanghai, China. Según la agencia de noticias Reuter, “la ACP abrirá
oficialmente a fines de año una oferta para desarrollar unas 1,200 hectáreas de
terreno alrededor de la vía acuática para convertirlas en un parque logístico,
tras completar un periodo de cinco años de descontaminación de la zona”, afirmó
el administrador, Jorge Quijano.
El mismo despacho destaca
que la iniciativa “coincide con un momento en que China está instando a sus
firmas a invertir en infraestructura en el exterior para mejorar los enlaces
comerciales globales”. Obviamente, China tiene un ‘plan global’. Panamá tiene
una elite saqueadora, pero le falta un ‘plan de desarrollo nacional’. ¿Qué país
se beneficiará de esta iniciativa? Seguimos despilfarrando nuestro potencial y
consolidando la corrupción y el clientelismo.
13 de abril de 2017.
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