Venezuela no tiene una
mejor democracia que nadie, pero tampoco es peor que ninguna, lo que importa es
que fue la que eligió el pueblo venezolano, no en una componenda cerrada de la
élite, tampoco fue impuesta por un dictador, sino votada soberanamente por el
pueblo en referéndum, permitiendo rescatar el país de un pasado ignominioso.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Desde hace como seis
meses mi esposa me venía insistiendo en la necesidad de comprar platos para el
uso cotidiano en nuestra casa. La semana pasada, la situación hizo crisis,
quedaban dos platos y ambos estaban cuarteados y rotos, el jueves al mediodía nos
dimos a la tarea de resolver el problema. Cuando manejo, sobre todo cuando mi
hijo va en el vehículo, no atiendo el celular, de manera que tras la necesaria
incursión, regresé a mi casa, para encontrar una avalancha de correos y
mensajes de texto, algunos de amigos sinceramente preocupados por nuestra
integridad física y otros deseosos de saber cuál era la situación del país,
tras el “golpe de Estado” que había ocurrido. Junto a ello, la solicitud de
varios medios de comunicación del exterior, solicitando entrevistas para
explicar “cómo estaba el país tras los hechos ocurridos”.
Mi primera reacción fue
de sorpresa, venía de atravesar buena parte de la ciudad y estaba todo
absolutamente normal. Algunos amigos, así como periodistas a los que contacté
insistían en que investigara bien, porque según ellos se había producido un
golpe de Estado en Venezuela de acuerdo a lo que informaban casi todos los
medios de comunicación internacional. Por supuesto, la mención de “medios de
comunicación internacional” movió los hilos de mi entendimiento y comencé a
“aterrizar” en lo que debía estar pasando, mi pensamiento me condujo al
inevitable: “otra vez lo están haciendo”, pero no dejaba de preocuparme de que
mientras se estaba desarrollando un golpe de Estado, yo desarrollaba la banal
labor de comprar platos.
Recordé aquel lejano 11
de septiembre de 1973: los militares entrando con atuendos de guerra en
edificios gubernamentales y deteniendo a
mansalva a todo quien se moviera por las calles de Santiago, los Hawker Hunter
volando sobre la ciudad para bombardear la Moneda, la prohibición y censura
total a los medios de comunicación, la prohibición de funcionamiento de los
partidos políticos y sindicatos, la represión masiva en universidades, en una
de las cuales fue detenido mi padre, quien por su acento del Caribe, fue
acusado inicialmente de ser “cubano”, la paralización de clases en todos los
niveles de la educación, el allanamiento de las industrias, la detención y el
asesinato sumario de sus dirigentes. Hasta yo, siendo un simple dirigente
estudiantil de un liceo de Santiago, tuve que esconderme por algunos días. Nada
de eso, pasaba en Caracas ese jueves 30 de marzo. Era un golpe de Estado muy
extraño. Pero si suponía que ya había visto demasiadas cosas raras, tuve que prepararme
para otras verdaderamente insólitas en los próximos dos días. La magnitud de la
confabulación que se armó contra Venezuela unía a una variada fauna de distinto
pelaje.
Los medios de
comunicación colombianos interrumpieron su programación, los noticieros
iniciaban sus ediciones hablando largamente de Venezuela. El presidente Santos
desde Cartagena exigía el respeto a la democracia. No bastaban la muerte por
desnutrición de catorce mil niños wayúu en la Guajira según denuncia de Javier
Rojas Uriana presidente de la Asociación Indígena en entrevista con la periodista Claudia Montes
de W Radio de Bogotá, o un Congreso taponado de corruptos y paramilitares,
tampoco el asesinato de de más de doscientos líderes sociales y activistas de
derechos humanos en los últimos meses, mucho menos la asociación entre
políticos y narcotraficantes o el incumplimiento del gobierno de los acuerdos
con las Farc, una vez que el presidente obtuvo su Premio Nobel. No es noticia,
los pacientes que mueren en las puertas de los hospitales porque las Empresas
Prestadoras de Salud (EPS) les niegan el elemental derecho a atención médica.
No es menester hablar de los centenares de miles de niños que no tienen acceso
a educación de calidad, o de la crisis en el campo, o la persecución y
asesinato de indígenas en el Cauca que mueren impunemente por tratar de
recuperar la tierra que les robaron los latifundistas amparados y protegidos
por paramilitares.
En el colmo del
paroxismo, se realizó una gran marcha “contra la corrupción organizada entre
otros por John Jairo Velázquez, alias Popeye, el jefe de sicarios de Pablo
Escobar en alianza con el Centro Democrático, partido de Álvaro Uribe, y el ex
procurador Ordoñez, destituido de su cargo el año pasado, tres ejemplos
prístinos de la corrupción en Colombia. Pero no, nada de eso, Venezuela seguía
siendo más importante, hasta que la tragedia se volcó sobre Mocoa, capital del
abandonado y empobrecido Departamento del Putumayo, víctima de la naturaleza,
pero sobre todo de la desidia y el desprecio de los gobiernos de ese país.
Ahora, los medios tenían –a costa de los centenares de muertos y miles de
víctimas- otra noticia que les permitiría vender publicidad y elevar el raiting
de su inmoralidad consuetudinaria. La respuesta de Venezuela fue ofrecer su
apoyo solidario e inmediato para ayudar a los miles de ciudadanos afectados. No
se nos olvida que para Bolívar primero fue Boyacá que Carabobo, esa es nuestra
herencia cuando se trata de combatir la adversidad, una y otra vez se debieron
posponer los nacionalismos y hacer prevalecer la fraternidad humanitaria como
pueden testimoniarlo los casi 10 millones de extranjeros que viven en este
país, el 30% de su población.
Un día después del
mencionado “golpe de Estado” continuaron los zarpazos, el gobierno de Perú,
aquel presidido por ese pobre hombre que considera a su país como un “perro
simpático” que está durmiendo en la alfombrita de la Casa Blanca de Washington
y no le genera ningún problema a Estados Unidos, retiró su embajador de
Venezuela. Mientras ello ocurría, Perú es preso de la incapacidad gubernamental
para dar respuesta a la crisis generada por los desastres naturales: Kuczynski
fue alertado hasta en tres ocasiones desde enero por los organismos competentes
del riesgo que tenía el país ante “las condiciones océano atmosféricas en el
Pacífico Ecuatorial Oriental, que incluye la costa norte del Perú” por lo que
consideraban “que se han consolidado las condiciones de un evento El Niño
costero débil en el presente verano”. Este presidente que piensa en inglés, más
preocupado de la democracia en Venezuela que de su pueblo, hizo caso omiso de
tales advertencias, que ahora deben lamentar centenares de miles de ciudadanos.
Si hubiera justicia, este señor debería ser juzgado por negligencia e ineptitud
en el desempeño de sus funciones.
Otro tanto hizo su
vecina del sur, la presidenta Bachelet, indigna de su pasado y de la propia
memoria de su padre, habiendo vivido ella misma la brutalidad de un golpe de
Estado, y sin guardar las dimensiones con lo ocurrido en Venezuela actuando de
inmediato y con lealtad perruna al secretario general de la OEA, se apresuró a
denunciar el “golpe de Estado” y llamar a su embajador a Santiago. Este caso,
no sorprende a nadie, tal actitud forma parte del ADN de su coalición de
gobierno, ya en 2002, el ex presidente Ricardo Lagos, fue el primero en apoyar
a los usurpadores que destituyeron al Comandante Chávez, cerrando su embajada
para que ningún perseguido (ahí si los hubo y ese mismo día) pudieran acogerse
a la institución del asilo y tener protección. La Nueva Mayoría gobernante en
Chile (antes Concertación de Partidos por la Democracia) no actuó con la misma
decisión ni celeridad durante los golpes de Estado contra los presidentes
Manuel Zelaya en Honduras en 2009 ni Dilma Rousseff en Brasil en 2016. Tampoco
la tuvo Sebastián Piñera en 2012 cuando fue derrocado por la misma vía el
presidente Fernando Lugo en Paraguay. Casualmente ambos, Lagos y Piñera son pre
candidatos a la presidencia de Chile, así que si de algo debemos estar seguros,
es que habrá continuidad en la voluntad golpista y reaccionaria de la clase
política chilena que actúa sin conflictos en los marcos “muy democráticos” de
la Constitución impuesta por Pinochet cuando no había registros electorales ni
un poder electoral autónomo como si lo hay en Venezuela. Por desgracia para la
presidenta chilena, su ministro de relaciones exteriores y la clase política
chilena, en Venezuela no hay un General Pinochet y si hay muchos Generales
Prats y Bachelet, leales a la Constitución y a la democracia, dispuestos como
ellos a entregar su vida para rechazar los planes golpistas que apoya el
gobierno chileno.
Para cerrar esta semana
de confusiones, con verdadero estupor asistimos al show de Mercosur, el cual
después de expulsar ilegalmente a Venezuela, se reunió de urgencia para
analizar “la interrupción de la democracia” en la República Bolivariana. Lo
grotesco del caso es que los reunidos eran los representantes de Brasil, un
gobierno ilegitimo e ilegal que si protagonizó un golpe de Estado, cuyo mayor
impulsor, Eduardo Cunha, hoy está preso por corrupto, Paraguay, donde en ese
mismo momento se estaban produciendo violentas manifestaciones populares de
rechazo a la imposición ilegal de una enmienda a la Constitución en el Senado,
que permitiría la reelección presidencial. En Paraguay si hubo un asesinado y
de forma atroz, además de 30 heridos, entre ellos 3 diputados, ante el silencio
cómplice de la OEA y el propio Mercosur. Argentina, donde el democrático
presidente Mauricio Macri en un poco más de un año ha tomado medidas de corte
neoliberal que han significado la cesantía de alrededor de medio millón de
ciudadanos con el consecuente aumento de la pobreza y la marginación y
Uruguay…ay Tabaré, recuerdo hace solo unos años cuando con perversa sumisión y
de manera vergonzosa para tu condición de representante de un pueblo digno y
fraterno, le pedías al presidente Chávez que salvara tu hospital oncológico que
moría por la inacción del gobierno. Nuevamente primó el espíritu humanitario
bolivariano y Venezuela concedió un crédito muy blando para recuperar el
hospital. Pero lo que Chávez no aceptó, fue el negocio que ofrecías para vender la arruinada línea aérea
Pluna, que no tenía ninguna posibilidad de ser reflotada en los términos tramposos
y mentirosos que tu planteabas, como lo afirmaba una persona conocedora y
cercana al tema y que no voy a mencionar porque ya falleció. Y llorabas para
que Venezuela introdujera el software libre y le diera el millonario negocio a
tu hijo. No sé si lo hicieron o no, tampoco me interesa, solo recordaba tu
actitud oportunista y despreciable, propia de personajes de baja calaña que se
disfrazan de progresistas para cometer sus desmanes. ¿Es este el Mercosur que
le reclama democracia a Venezuela? No se puede predicar moral, mientras se
exhiben los genitales. No es decente ni decoroso.
En fin, Venezuela no
tiene una mejor democracia que nadie, pero tampoco es peor que ninguna, lo que
importa es que fue la que eligió el pueblo venezolano, no en una componenda
cerrada de la élite, tampoco fue impuesta por un dictador, sino votada
soberanamente por el pueblo en referéndum, permitiendo rescatar el país de un
pasado ignominioso en que la Carta Magna servía solo para el beneficio de la
mitad de la población, mientras la otra mitad permanecía excluida y marginada.
Como toda obra humana, debe ser mejorada y perfeccionada, pero deben ser los
venezolanos y venezolanas quienes lo hagan, en paz y sin injerencias
extranjeras, la Constitución establece los términos y los marcos, a ello nos
atenemos.
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