Ahora
que se cumple un aniversario más del asesinato del jefe revolucionario (10 de abril de 1919), es
importante conocer que además de un proyecto de nación con sustento en la
propiedad colectiva de las tierras y en el poder organizado de los pueblos, los
zapatistas pensaban que el triunfo de su causa requería de la participación de
fuerzas revolucionarias de otras latitudes; que el cambio revolucionario, para
tener éxito, debería ser total.
Franciso López Bárcenas / LA JORNADA
Emiliano Zapata (8 de agosto de 1879 - 10 de abril de 1919). |
“Mucho
ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra
América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del
México revolucionario y la causa de Rusia la irredenta son y representan la
causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos. Aquí
como allá, hay grandes señores, inhumanos, codiciosos y crueles que de padres a
hijos han venido explotando hasta la tortura, a grandes masas de campesinos. Y
aquí como allá, los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida, empiezan
a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar.” La anterior es una
declaración del general Emiliano Zapata, jefe del Ejército Libertador,
formulada el 14 de febrero de 1918, en una carta escrita en su cuartel de
Tlaltizapán, dirigida al general Jenaro Amezcua, a quien había encomendado
difundir los ideales del zapatismo en América y Europa.
La
fecha del documento es importante. Se escribió un año después de promulgada la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con lo cual el carrancismo
dio por terminada la guerra que durante siete años había asolado al país y uno
antes de que fuera asesinado por el traidor Jesús Guajardo, aquel infausto 10
de abril de 1919. Para hacer frente a la propaganda carrancista, los zapatistas
habían decidido iniciar una campaña mundial y, en voz de su jefe máximo,
declaraban que la revolución agraria continuaba y se proponían explicar sus
finalidades, así como su íntima solidaridad con los movimientos de emancipación
que en otras regiones del mundo realiza en la actualidad el proletariado, según
expresaba el mismo general Emiliano Zapata en su misiva. Por eso instruía a su
comisionado incidir entre los grupos políticos con quienes entrara en
comunicación para que en interés de la causa común, propaguen en pro de la gran
masa de los campesinos, generalmente descuidada y poco atendida por los
protagonistas obreros.
En su
carta, el general Emiliano Zapata declaraba que, desde su punto de vista, entre
la revolución agraria de México impulsada por los zapatistas y el movimiento
revolucionario de los rusos impulsado por los bolqueviques, existía un marcado
paralelismo. “Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoi llamó ‘el
gran crimen’, contra la infame usurpación de la tierra, que siendo propiedad de
todos, como el aire y como el agua, ha sido monopolizado por unos cuantos
poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las
leyes”, decía. Y agregaba: No es de extrañar, por lo mismo, que el proletariado
mundial aplauda y admire la revolución rusa, del mismo modo que otorgará toda
su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolución mexicana, al darse cuenta
cabalmente de sus fines. De estas declaraciones se desprende que el zapatismo
no sólo era un proyecto nacional, sino también aspiraba a incidir en la
revolución mundial, teniendo como eje la alianza entre obreros y campesinos.
Este
aspecto de la propuesta política del zapatismo quedaba bastante claro en las
instrucciones que dictó al general Genaro Amezcua sobre su actuar durante sus
actividades de propaganda. “Es preciso no olvidar –le escribía– que en virtud y
por efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación del obrero no
puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino. De no ser
así, la burguesía podrá poner estas dos fuerzas la una frente a la otra, y
aprovecharse v. gr., de la ignorancia de los campesinos para combatir y
refrenar los justos impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que,
si el caso se ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos
contra sus hermanos del campo. Así lo hicieron en México, Francisco I. Madero
en un principio y Venustiano Carranza últimamente; si bien aquí los obreros han
salido ya de su error y comprenden ahora perfectamente que fueron víctimas de
la perfidia carrancista”.
Ahora
que se cumple un aniversario más del asesinato del jefe revolucionario (10 de abril de 1919), es
importante conocer que además de un proyecto de nación con sustento en la
propiedad colectiva de las tierras y en el poder organizado de los pueblos, los
zapatistas pensaban que el triunfo de su causa requería de la participación de
fuerzas revolucionarias de otras latitudes; que el cambio revolucionario, para
tener éxito, debería ser total. Estas ideas adquieren gran actualidad sobre
todo en estas épocas en que el capital se ha trasnacionalizado a tal grado que
es muy difícil conocer la nacionalidad del mismo, por lo cual las resistencias
contra la apropiación de los bienes comunes que lleva a cabo, particularmente
en el campo, necesita salvar las fronteras fijadas por los estados y tejer una
gran alianza obrera campesina como requisito necesario para tener éxito. Se
trata de otro rasgo del zapatismo que, como relámpago en la tormenta, puede
seguir alumbrando la lucha popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario