Solidarizarse con Venezuela, hoy, hace parte de la renovación del interés general de los latinoamericanos en esta etapa de
nuestra historia. En esto no caben ni posverdades ni hechos alternativos ni
absolutos imaginarios.
Guillermo Castro H.
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Venezuela demanda todo el apoyo solidario de los
latinoamericanos – y de todos los pueblos del mundo – en el ejercicio del más
elemental de sus derechos: el de resolver sus problemas internos sin
injerencias del exterior. Esto no debería ser extraordinario, pero lo es en
tiempos en que esa injerencia es abiertamente solicitada por una de las partes
involucradas en el conflicto interior, y esa solicitud es abiertamente
aceptada, publicitada y ejercida por personeros de organismos regionales y
funcionarios de otros Estados de nuestra América, y de la otra.
Quien quiera ver a dónde conduce ese camino, puede
remitirse a Panamá en la década de 1980, que culminó con la agresión más
sangrienta que haya conocido nuestro país. Sin embargo, lo de hoy en nuestra
América y Venezuela es mucho más grave. Aquella agresión liquidó los últimos
restos de un proceso de liberación nacional devorado ante todo por sus
contradicciones internas. En Venezuela se busca encarar una crisis que sin duda
existe como una oportunidad para adelantar un ciclo de restauración oligárquica
regional que ya ha incluido golpes de Estado en Honduras, Paraguay y Brasil, y
ha abierto paso a políticas excluyentes y represivas incluso allí donde el
ciclo ha progresado por vía electoral.
Ante esta situación, es bueno recordar la temprana
advertencia que nos dejara José Martí: “Cuando un pueblo se divide, se mata. El
ambicioso ríe en la sombra.”[1] Al ambicioso hay que sacarlo a la luz, sin duda,
pero esa luz tendrá que iluminar también la necesidad de ir más allá de las
condiciones que limitan el ejercicio de “la
razón de todos en las cosas de todos”.[2]
Impedir que eso ocurra es el objetivo fundamental de la injerencia
externa y sus promotores internos. Procurar que ocurra es tanto como dar
expresión al interés general de los venezolanos en esta etapa de su historia, a
quince años del intento de privarlos de ese derecho mediante el golpe de Estado
fallido en que tuvieron tan abierta participación algunos de quienes hoy
demuestran no haber cejado nunca en ese empeño.
Solidarizarse con Venezuela, hoy, hace parte de la renovación del interés general de los latinoamericanos en esta etapa de nuestra
historia. En esto no caben ni posverdades ni hechos alternativos ni absolutos
imaginarios. Aquí solo cabe trascender lo aparente para ir a lo realmente
fundamental, que es abrir paso a la creación de una comunidad de Repúblicas
prósperas, equitativas, democráticas y solidarias, que nos permitan llegar a
ser todo lo que podemos ser.
Panamá, 12 de abril de 2017
2 comentarios:
Ha llegado la hora de librar la segunda independencia, por Venezuela y América Latina, como lo dijo nuestro maestro José Martí.
Creo que Almagro es un judas vendido a intereses oscuros y al interés de un imperio en dceadencia. Debe ser denunciado, repudiado y sometido a invesdtigación rigurosa.
Publicar un comentario