Muchos
aprendizajes nos ha dejado la guerra económica, entre estos: valorar lo que
tenemos, no derrochar, incrementar
la creatividad, ser ingeniosos, emplear
alternativas. Toda crisis es siempre una oportunidad.
Judith González Rivero* / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Monagas, Venezuela
En
los últimos tiempos venimos escuchando frecuentemente la frase “cuando éramos
felices y no lo sabíamos”, como para añorar tiempos pasados. En mi modesta
opinión creo que seguimos siendo felices y muchos siguen sin darse cuenta.
Claro
está, esa frase que interpelamos no es ingenua, ha sido colocada por los
dispositivos hegemónicos (los amargados de siempre, dijera Chávez) en el
imaginario colectivo para sembrar de desesperanza e infelicidad al pueblo. Y
argumentos para estos señalamientos, sobran, de los cuales en estas cortas
líneas haremos un somero repaso; para muchos felices que aun lo ignoran.
No
pretendemos negar la delicada situación que vive el país, a partir de un despiadado boicot en contra de nuestra
economía, para socavar a la revolución
bolivariana, tras el fallecimiento del comandante Chávez, a lo cual se sumó, la
caída brusca del precio del petróleo, lo
cual ha generado angustias y golpeado fuertemente a la mayoría de la población,
sobre todo a los sectores populares. Sin embargo, frente a esto el Gobierno
Bolivariano del presidente Nicolás Maduro, no descansa en sus esfuerzos por
brindar protección a las familias venezolanas y es lo que ha permitido la
estabilidad de la nación y que no se quiebre la entereza del pueblo
bolivariano.
Con
todo y esta panorámica, llegamos al millón y medio de viviendas entregadas por
la revolución; contamos con los Claps
(Comités locales de abastecimiento y producción), que con fallas propias de un
programa de esa envergadura, junto a otros planes de abastecimiento, es con lo
que se ha sostenido la economía familiar
de las clases populares; han sido
entregadas tarjetas de Hogares de la patria a cerca de un millón de hogares,
para el beneficio de los más humildes;
se han aprobado seis aumentos del
salario mínimo y de pensiones, y sus ajustes en todas las escalas, más otros
beneficios laborales, entre 2016 y este año (35 aumentos salariales en 18 años
de revolución, mientras que en 40 años de gobiernos de derecha solo fueron
nueve). Más el funcionamiento y apalancamiento por parte del Estado, de más de 20 misiones y grandes misiones,
desde donde se administran programas sociales en áreas como salud, educación,
alimentación, entre otros.
Si
damos una mirada al entorno educativo, podemos darnos cuenta de las 30
universidades creadas en revolución, más la existencia de otro lote de
universidades convencionales. Ninguna ha
sido cerrada, a todas el Estado les provee de recursos, y todas siguen de forma gratuita garantizando
el derecho a la enseñanza, con providencias para sus estudiantes, como becas,
comedor, biblioteca, HCM, entre otros. A diferencia de otros países, donde la
educación universitaria no es un derecho. Somos el quinto país del mundo, con
mayor matrícula universitaria, certificado por la Unesco.
En el
plano de la paz, somos una nación envidiable
para muchos en el planeta;
veámonos en el espejo de Colombia, país que sufre las consecuencias por
más de 50 años de conflicto armado; demos un vistazo a los países hermanos del
medio oriente, tras la invasión del imperio estadounidense y sus aliados: Afganistán, 13 años en guerra; Irak,
10 años en guerra; Libia, 6 años en guerra; Siria, 5 años en guerra, con cifras
lamentables de pérdidas humanas, materiales, y de patrimonios culturales.
Exhibimos una estabilidad que solo la garantiza un gobierno humanista,
preocupado por los que menos tienen, respetuoso del estamento legal, y garante
de la soberanía y autodeterminación de
nuestra patria.
Ahora,
bueno es preguntarse qué han hecho los sectores que adversan a la revolución y
que tienen responsabilidades de gobierno, ¿dónde quedó la promesa de eliminar
“las colas”?, ¿qué alternativas en el marco de la situación económica y a favor
del pueblo venezolano han puesto en marcha? Son interrogantes para quienes
quieren contagiar su odio al pueblo.
Muchos
aprendizajes nos ha dejado la guerra económica, entre estos: valorar lo que
tenemos, no derrochar, incrementar
la creatividad, ser ingeniosos, emplear
alternativas. Toda crisis es siempre una oportunidad, como lo explica Rigoberto
Lanz en El Arte de Pensar sin paradigmas,
y el pueblo venezolano muy bien lo ha demostrado.
Estimamos
que este rápido repaso, en el que obviamente no ha quedado agotado el tema,
permita ver a aquellos ciegos de
felicidad, que pese a las circunstancias difíciles, que avizoró el comandante Chávez, y que estamos
seguros superaremos, sobran las razones para ser felices, mientras estemos en
revolución.
*Periodista egresada de la Universidad del Zulia (LUZ).
Msc en Ciencias de la Educación. Docente a Dedicación Exclusiva del PFG
Comunicación Social de la UBV Sede Monagas.
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