Lo
que observamos en Venezuela en estos momentos forma parte del libreto de la
técnica del golpe de estado que elaboró desde principios del año pasado el
Comando Sur.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Al observar las noticias que sobre Venezuela están difundiendo los grandes
medios de comunicación, inevitable fue recordar el título del famoso libro de
Curzio Malaparte. Libro malogrado pero famoso que equipara la revolución rusa a
un golpe de estado. Después de que el Tribunal Supremo de Justicia suspendió a la Asamblea Nacional,
el poder mediático internacional clamó a los cuatro vientos que había
habido golpe de estado en dicho país. No
revelaron por supuesto lo que en un
documento del Comando Sur de los Estados Unidos de América, se ha instruido a
la derecha venezolana para finalmente desembarazarse del chavismo.
La oportunidad es de oro para hacerlo: después de muchos años la derecha es
mayoría en la Asamblea Nacional y está sumamente empoderada; la baja del precio
internacional del petróleo ha disminuido el 62% de las divisas; los ataques
económicos de la derecha nacional e internacional, la tasa especulativa del
dólar, el contrabando de extracción de productos, el acaparamiento y mercado
negro de productos subsidiados, han disparado en un 70% la inflación. Todo esto
ha generado descontento en sectores que antaño apoyaban al chavismo lo que
unido a la base social en clases medias y altas de la derecha, la ha convertido en un enemigo capaz de hacer
significativas movilizaciones de masas. Además, el proceso bolivariano ha
perdido a su líder carismático por lo que el gobierno tiene un vacío que no
podrá llenar.
Así las cosas, lo que observamos en Venezuela en estos momentos forma parte
del libreto de la técnica del golpe de estado que elaboró desde principios del
año pasado el Comando Sur. Éste aconseja las siguientes medidas: campaña
mediática internacional difundiendo la imagen del gobierno de Maduro como una
dictadura asentada en la violencia (véanse las imágenes de niños sirios
golpeados por soldados estadounidenses difundidas como ocurridas en Venezuela); activación de
la Carta Democrática Interamericana de
la OEA para solicitar la invasión
militar a Venezuela; propiciar y financiar
las movilizaciones y violentos disturbios callejeros para distraer a las
fuerzas de seguridad y crear una imagen internacional caótica del país (los
disturbios han ocurrido solamente en el 1% del territorio venezolano);
aprovechar la mayoría en la Asamblea Nacional para boicotear la labor
gubernamental, interpelar gobernantes, derogar leyes, obstruir créditos y
convocar movilizaciones; aprovechar las consecuencias de la crisis y guerra
económica (escasez de alimentos, agua, electricidad) para atizar el
descontento. El objetivo estratégico sería que la derecha opositora articulada
en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) pese a sus enconadas rivalidades
internas, sea capaz de crear las condiciones para el derribamiento de Maduro.
Si esto no fuera posible –porque las fuerzas armadas siguen apoyando a la
revolución bolivariana-, entonces habría que llevar al máximo la
ingobernabilidad para legitimar la intervención militar extranjera.
Todo esto es un escenario que es una suerte de combinación de lo ensayado
en Guatemala (1954) y en Chile (1973). Propaganda negra anticomunista,
ingobernabilidad con caos provocada,
avivamiento de la crisis política y económica. He aquí el viejo libreto de una
intervención imperialista anunciada.
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