El terrorismo – civil y
de estado - debe ser visto como la amenaza mayor a la paz mundial y a la
sobrevivencia de la especie humana.
Hacer de la búsqueda de la paz el objetivo
prioritario de la política mundial es la tarea de todos los hombres y mujeres
mínimamente conscientes, dondequiera que
vivan y cualesquiera que sean sus creencias.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Le debemos a los
sofistas, los ideólogos del nacimiento histórico de la democracia tal como la
entiende la civilización occidental, el haber reivindicado la palabra, o más
exactamente, el discurso o lenguaje oral público, como arma por excelencia para hacer política. El
convencer a la mayoría de ciudadanos
mediante argumentos racionales en procura del logro de ideales que
buscan un futuro mejor, eso es la política en el mejor sentido de la palabra.
Es esta la razón de ser de la praxis política que en los tiempos actuales se ha
perdido, como preocupante expresión de una sociedad decadente que sólo busca el
lucro y que sólo valora la ganancia inmediata como fin en sí mismo. La
pseudocultura del actual capitalismo imperial
globalizado acusa un creciente proceso de descomposición, que nos
recuerda el estado las últimas décadas
del Imperio Romano (s. V). El mundo entero da la impresión de haber optado por
el suicidio colectivo como meta última de la historia.
En mayor o menor
medida, no parece que haya rincón de la tierra que sea enteramente inmune ante
esta apocalíptica vorágine de violencia y muerte. Dentro de este angustiante contexto, el fin del poder
político no es otro que el exterminio
físico del rival y no su derrota mediante el convencimiento o la
persuasión. El derecho internacional y, en general, el Estado de derecho, se ve
convertido en un formalismo sin contenido real, que tan sólo es invocado cuando
sirve de pretexto para facilitar la obtención de sus vergonzantes objetivos de
dominación y explotación. Nunca la humanidad ha estado tan sometida al temor de las amenazas de sus mediocres “dirigentes”. El terror como atmósfera que se respira cotidianamente
es asumido como arma o argumento político permanente. Hoy el terror se ha
convertido en ideología. La amenaza de perpetrar masacres y genocidios sin
precedentes en la historia hace que se
recurra a “argumentos” de una irracionalidad surrealista, como cuando Henry
Kissinger, el todopoderoso canciller de Nixon, afirma con desparpajo que un 20%
(unos 1500 millones) de seres humanos está de sobra… Ante este cinismo, Hitler
nos parece un niño de pecho.
Todo lo anterior sólo se explica si tomamos en cuenta que la matrix ideológica
de esas posiciones políticas se inspira en el más irracional fundamentalismo,
que abarca todas las dimensiones del pensamiento y la praxis humanas. Así se da
un fundamentalismo religioso, sea cristiano predominante en el Sur de los
Estados Unidos, sea musulmán en organizaciones terroristas como el Estado
Islámico; pero igualmente se da el fundamentalismo
ultranacionalista en que se inspira la xenofobia, que justifica los campos de
concentración en que se tiene hacinados a los inmigrantes que, provenientes del
Sur, no han naufragado en aguas del Mediterráneo en Europa, o han logrado
llegar hasta la frontera entre México y los Estados Unidos. Los fundamentalismos, de cualquier raíz
ideológica de donde provengan, sólo
sirven de excusa para masacrar familias hambrientas y hacer del genocidio el
arma política por excelencia. Lo hemos visto en la bella rampla de Barcelona
por parte de los extremistas islámicos; pero igualmente y con un odio no menor en Charlottesville en el
sureño estado de Virginia en los Estados Unidos, donde el racismo de siglos
pasados y el nacismo de tiempos más recientes siguen vigentes, con una
virulencia de la que se hacen ostentación grupos terroristas que hoy se sienten
aupados nada menos que por el esperpéntico inquilino de la Casa Blanca, al que
recuerdan con prepotencia que ellos constituyen su base social de apoyo. Y para colmo de males, los líderes
políticos de Corea del Norte y Estados Unidos se insultan y amenazan como si
fueran dos ebrios en una cantina de
arrabal. Lo más grave de este abominable
espectáculo es que no se amenazan con puñales, sino haciendo ostentación
irresponsable de un arsenal nuclear capaz de poner en vilo la paz mundial.
Por todas estas
razones, el terrorismo – civil y de estado - debe ser visto como la amenaza
mayor a la paz mundial y a la sobrevivencia de la especie humana. Hacer de la búsqueda de la paz el objetivo prioritario de la política
mundial es la tarea de todos los hombres y mujeres mínimamente
conscientes, dondequiera que vivan y
cualesquiera que sean sus creencias. Muchas
medidas pueden tomarse pronto para lograrlo. Lo primero es tomar
conciencia de la gravedad de la situación. Crear movimientos masivos en todos
los rincones del mundo en pro de la paz y en procura de la solución de
conflictos mediante métodos políticos. Analizar con honestidad las causas
económicas, culturales e históricas de
los conflictos. Fortalecer a Naciones
Unida como espacio institucional en que dialoguen las partes contendientes.
Líderes religiosos, intelectuales, artísticos
y políticos del mundo entero deben levantar su voz y ejercer su
autoridad y liderazgo poniéndolos
desinteresadamente al servicio de la más importante y urgente de las
causas: LA PAZ.
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