El papa indicó al CELAM “que la esperanza debe
siempre mirar al mundo con los ojos de los pobres y desde la situación de los
pobres”. Desde esta perspectiva, la esperanza es vista “como el grano de trigo
que muere, pero tiene la fuerza de diseminar los planes de Dios”. En cambio,
“la riqueza autosuficiente con frecuencia priva a la mente humana de la
capacidad de ver, sea la realidad del desierto sea los oasis ahí escondidos”.
Carlos Ayala Ramírez / ALAI
Dentro de la agenda que el papa Francisco desarrolló en su visita a
Colombia, hay que destacar su encuentro con los miembros del comité directivo
del CELAM, (Consejo Episcopal Latinoamericano) que reúne a los obispos de las
22 Conferencias episcopales de América Latina y tres del Caribe. Como se sabe,
la creación del CELAM tuvo lugar en Río de Janeiro (1955), en el marco de la
primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Uno de sus primeros
y principales logros fue la realización de la Segunda Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano que tuvo lugar en Medellín, donde se hace una
recepción creativa del Vaticano II. Ahora bien, lo que deseamos recalcar del
encuentro del papa con los miembros del CELAM, es la concreción con la que
habló Francisco a los obispos, respecto a los rostros y fuentes de esperanza
que hay actualmente en la región.
Francisco dijo a los miembros del CELAM que la esperanza en América
Latina tiene un rostro joven. Ello, aunque con frecuencia se hable de su
presunta decadencia o de estar adormilados, lamentó. Frente a estos discursos
que estigmatizan la pérdida de valores entre los jóvenes, el papa exhorta al
Consejo Episcopal a no dejarse capturar por tales caricaturas. De ahí, sus
siguientes palabras:
[A los jóvenes] “mírenlos a los ojos y busquen en ellos el coraje de
la esperanza. No es verdad que estén listos para repetir el pasado. Ábranles
espacios concretos en las Iglesias particulares que les han sido confiadas,
inviertan tiempo y recursos en su formación. Propongan programas educativos
incisivos y objetivos pidiéndoles, como los padres piden a los hijos, el
resultado de sus potencialidades y educando su corazón en la alegría de la
profundidad, no de la superficialidad. No se conformen con retóricas u opciones
escritas en los planes pastorales jamás puestos en práctica”.
Otro rostro de esperanza en América Latina y el Caribe, lo tiene,
según el Obispo de Roma, el rostro femenino. Esto, a pesar de que innumerables
mujeres de toda condición no son valoradas en su dignidad ni se les reconoce
suficientemente su aporte a la Iglesia y a la sociedad. La centralidad de la
mujer como fuente de esperanza, queda muy bien descrita en las siguientes
palabras del papa a los obispos:
[Les recuerda] que “de sus labios hemos aprendido la fe; casi con la
leche de sus senos hemos adquirido los rasgos de nuestra alma mestiza y la
inmunidad frente a cualquier desesperación”. Luego ejemplifica: “Pienso en las
madres indígenas o morenas, pienso en las mujeres de la ciudad con su triple
turno de trabajo, pienso en las abuelas catequistas, pienso en las consagradas
y en las tan discretas artesanas del bien”. Y advierte que “sin las mujeres la
Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente. [Porque]
“son las mujeres que, con meticulosa paciencia, encienden y reencienden la
llama de la fe”. En consecuencia, señala el Pontífice, “si queremos una nueva y
vivaz etapa de la fe en este continente, no la obtendremos sin las mujeres”. Y,
en seguida, pide a los miembros del CELAM que las mujeres no sean reducidas “a
siervas de nuestro recalcitrante clericalismo; ellas son, […] protagonistas en
la Iglesia latinoamericana; en su salir con Jesús; en su perseverar, aun en el
sufrimiento de su Pueblo; en su aferrarse a la esperanza que vence a la
muerte…”.
Por otra parte, Francisco también señaló que la esperanza en América
Latina pasa a través del corazón, la mente y los brazos de los laicos. Pero
esto supone, según el papa, la superación del clericalismo que infantiliza a
los laicos, y la promoción de sus funciones ministeriales dentro y fuera de la
Iglesia. En este plano la esperanza deviene de la consecución de un laicado
cristiano que, como creyente, “esté dispuesto a contribuir en los procesos de
un auténtico desarrollo humano, en la consolidación de la democracia política y
social, en la superación estructural de la pobreza endémica, en la construcción
de una prosperidad inclusiva fundada en reformas duraderas y capaces de
preservar el bien social, en la superación de la desigualdad y la custodia de
la estabilidad, en la delineación de modelos de desarrollo económico
sostenibles que respeten la naturaleza y el verdadero futuro del hombre, que no
se resuelve con el consumismo desmesurado, así como también en el rechazo de la
violencia y la defensa de la paz”.
Finalmente, el papa indicó al CELAM “que la esperanza debe siempre
mirar al mundo con los ojos de los pobres y desde la situación de los pobres”.
Desde esta perspectiva, la esperanza es vista “como el grano de trigo que
muere, pero tiene la fuerza de diseminar los planes de Dios”. En cambio, “la
riqueza autosuficiente con frecuencia priva a la mente humana de la capacidad de
ver, sea la realidad del desierto sea los oasis ahí escondidos”. Y a renglón
seguido manifestó estar seguro “de que en este difícil y confuso momento que
vivimos, las soluciones para los problemas complejos que nos desafían nacen de
la sencillez cristiana que se esconde a los poderosos y se muestra a los
humildes”.
Y como la esperanza de los pobres es contra toda esperanza, Francisco
ha mencionado una de las actitudes indispensables para cultivarla con decisión
y fortaleza. Dicho en sus palabras:
“Si queremos servir desde el CELAM, a nuestra América Latina, lo
tenemos que hacer con pasión. Hoy hace falta pasión. Poner el corazón en todo
lo que hagamos, pasión de joven enamorado y de anciano sabio, pasión que
transforma las ideas en utopías viables, pasión en el trabajo de nuestras
manos, pasión que nos convierte en continuos peregrinos en nuestras Iglesias”.
Carlos Ayala Ramírez es profesor de la Escuela de liderazgo hispano de
la Arquidiócesis de San Francisco. EE.UU.
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