Al igual que México, en
Guatemala se necesita una refundación del Estado. A diferencia de México, en
Guatemala al parecer todavía no nace una fuerza política renovadora que lleve
con éxito a buen puerto tal refundación.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En el momento de
escribir estas líneas leo la noticia de que el Congreso de Guatemala integró una Comisión Pesquisidora que
analizará el antejuicio contra el Presidente Jimmy Morales. Cuando me entero del acontecimiento, no puedo
dejar de evocar los acontecimientos en 2015 cuando estalló el escándalo de
corrupción que llevaría a la destitución y encarcelamiento del gobierno de Otto Pérez Molina. La
decisión de Morales de pedir la expulsión del Comisionado de la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), no solamente no evitó
el que el proceso que podría llevarlo a la cárcel se detuviera, sino evidenció
su aislamiento y lo debilitó
políticamente. Y en medio de la crisis gubernamental, el 4 de septiembre entró
en vigor la renovación del mandato de la CICIG por dos años más que el
presidente había solicitado meses atrás.
Recordemos. Morales
llegó a ser presidente de una manera totalmente imprevista. Antes de que en
abril de 20015 estallara el escándalo que destruyó al gobierno de Pérez Molina,
el antaño cómico era una figura menor, por no decir marginal en la vida
política nacional. Fue el sentimiento de repulsión hacia la clase política de
la ciudadanía guatemalteca lo que lo llevó a ganar las elecciones. Fue exitosa
la imagen que vendió de que no era político, que no era corrupto ni tampoco
ladrón. Era evidente que lo primero era mentira pues venía haciendo política
desde años atrás. Hoy lo de corrupto y ladrón se está poniendo en duda en tanto
que las investigaciones de la CICIG lo han colocado en las puerta de un
antejuicio.
La crisis en la cual
está sumido ahora el gobierno de Jimmy Morales, no es solamente una crisis
gubernamental. El que el expresidente Alfonso Portillo haya sido encarcelado,
extraditado y haya permanecido en cautiverio 5 años, y que una situación
similar la esté viviendo el ex presidente Pérez Molina, se une ahora a la
precaria situación del presidente actual de Guatemala. Y todo ello evidencia
que la crisis política que se vive en Guatemala no es la crisis de un gobierno.
Lo que hoy se vive en Guatemala es una crisis de Estado, que evidencia que la
transición de las dictaduras militares a los gobiernos civiles está marcada por
una corrupción sin límites que pone en duda la viabilidad de lo público en el
país.
Al igual que México, en
Guatemala se necesita una refundación del Estado. A diferencia de México, en
Guatemala al parecer todavía no nace una fuerza política renovadora que lleve
con éxito a buen puerto tal refundación. Harto de los políticos y de las
políticas, el pueblo de Guatemala le apostó en 2015 a la antipolítica. Si Jimmy
Morales cae, ese pueblo habrá quemado el cartucho de la opción ciudadana que en
realidad fue un espejismo en el caso del hoy agobiado presidente de Guatemala.
¿Qué seguirá entonces? ¿Otro espejismo con un rostro y membrete nuevo? La
crisis de Estado es obvia, como la inexistencia de la fuerza política que la
tendría que resolver.
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